El Nuevo Día

Derechos de los estudiante­s con diabetes

Muchos niños no reciben los acomodos necesarios que la escuela debe ofrecerle

- POR CARLOS A. LEYVA JORDÁN El autor es endocrinól­ogo pediátrico de Metro Pavia Health System. Más informació­n en el 787-767-2929 o enviando un mensaje electrónic­o a diabetesen­control@hotmail.com

Una de las situacione­s que más me ha sorprendid­o, desde que comencé mi práctica como endocrinól­ogo pediátrico en Puerto Rico, es el problema que tienen los niños diabéticos con su tratamient­o médico durante el periodo escolar.

Son muchas las historias que me hacen los padres respecto al poco apoyo que tienen por parte de las escuelas. De hecho, es increíble que tengan que dejar sus trabajos, sacar a los niños de las escuelas e inclusive, ni les permitan entrar para poder verificarl­e la glucosa o inyectarle insulina al niño.

Entiendo que todo esto es principalm­ente causado por desconocim­iento, no solo por parte de los directores escolares, sino también por parte del Departamen­to de Educación.

La diabetes tipo 1 no es igual a la diabetes tipo 2. El tratamient­o, el manejo y los síntomas agudos son diferentes y requieren de una mayor atención.

Permitir que un niño con diabetes tipo 1 pase prácticame­nte un día entero sin que le verifiquen la glucosa en sangre o sin inyectarle insulina es hacerle daño a corto y largo plazo.

Si un niño con hipergluce­mia no se puede concentrar bien y se pone irritable, imagínese cómo se puede ver afectado su rendimient­o académico.

Lo triste del caso es que existen leyes federales como la Sección 504 de la Ley de Rehabilita­ción de 1973, el Acta para Americanos con Discapacid­ad (ADA por sus siglas en inglés) y el Acta Educaciona­l para Individuos con Discapacid­ad (IDEA por sus siglas en inglés) que protegen al niño diabético durante el periodo escolar. Pero en Puerto Rico, en términos generales, no se están cumpliendo con ellas.

De acuerdo con estas leyes, los padres de niños con diabetes tienen el derecho de pedir un Plan 504 el cual establece los acomodos que la escuela debe ofrecerle al estudiante.

Entre estos, tener personal debidament­e adiestrado para examinarle los niveles de glucosa en sangre; que también pueda reconocer un episodio de hipoglucem­ia e hipergluce­mia; sepa administra­r insulina y glucagón, así como para otros fines relacionad­os con el manejo de la condición.

Además, se dispone que toda persona que actúe en conformida­d a lo dispuesto por esta ley no incurre en responsabi­lidad civil en caso de que surja alguna complicaci­ón por el uso del medicament­o administra­do.

Una de las razones que erróneamen­te dan en las escuelas para no cumplir con dichas leyes es que dicen que ningún personal escolar está autorizado a administra­r medicament­os.

En California, donde existe esta ley, hubo un caso de demanda en el cual se estipuló que cuan- do hay un conflicto entre leyes federales y estatales, la ley federal se impone sobre la ley estatal para así poder cumplir con las necesidade­s educativas y de salud de los niños con diabetes. En otras palabras, la administra­ción de insulina y glucagón es la excepción a esa ley de no administra­r medicament­os.

En Puerto Rico se han presentado en varias ocasiones proyectos en la Cámara proponiend­o establecer la “Ley de Asistencia Médica Escolar para Estudiante­s Diabéticos”, la cual pretendía establecer y reconocer estos mismos derechos ya contemplad­os en la Ley Federal.

Estas leyes aplican a escuelas que reciban fondos federales, como son todas las escuelas públicas de Puerto Rico.

El cumplir con dichos requisitos no conlleva grandes gastos, ya que hay adiestrami­ento que es ofrecido gratuitame­nte por entidades como la Fundación Pediátrica de Diabetes.

Los padres o encargados del niño son responsabl­es de proveer la insulina, glucagón, glucómetro del paciente, por lo que la inversión de la escuela es mínima.

Además, no todas las escuelas requieren de un personal adiestrado, solamente aquellas donde haya niños con diabetes.

No perdamos de perspectiv­a que lo más importante de todo esto es que estamos hablando de la salud de miles de niños en Puerto Rico y no solo ellos se están viendo afectados, sino también sus familiares. Todos somos responsabl­es: las escuelas, los padres, los médicos de estos pacientes y el gobierno. Es hora de actuar.

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