Donde el plátano es rey
Hay que ser bien grande y musculoso para manejar el pilón de El Platanar. Es imposible obviar la gigante artesanía en madera que me sobrepasa la mitad del cuerpo. Al restaurante, un fin de semana festivo, pueden llegar más de 500 personas en busca de platos confeccionados con plátanos.
Ubicado en Santa Isabel por la carretera 153, bajando por la salida 76 de la autopista Luis A. Ferré, el plátano es rey en El Platanar. Se aprovecha desde el aperitivo hasta el postre.
Por eso, hay cuatro personas que se dedican exclusivamente a mondar plátanos, dice José Rivera, quien junto a su esposa María Torres, operan el lugar. Recientemente, un fuego provocó que se quemara el salón de entretenimiento y el almacén, mas no así al restaurante.
Con el versátil fruto que cosechan en la finca de cinco cuerdas del papá de Torres, confeccionan sopa de plátano, tostones rellenos, mofongos, flanes de plátano y el almíbar que se usa para el bizcocho de plátano y cócteles.
En la entrada hay una ilustración de la historia del lugar. María cuenta que su papá, don Teodoro Torres Zayas, quien es agricultor, bajó de Orocovis y compró la finca en la década de 1970 donde, ante la sorpresa de algunos, se propuso sembrar plátanos. “Esto era un pedregal”, dice María.
Su padre tuvo éxito con su cosecha y siem-
El versátil fruto es protagonista en el menú del restaurante
pre quiso que hubiera un restaurante. Así que María y José se fueron a estudiar cocina y abrieron el lugar en el 2009. Desde entonces se han dado a conocer en la zona por servir abundantes platos para compartir en familia con el plátano como protagonista.
Algunos de los platos que los propietarios destacan del menú son La Cordillera Central, cuatro libras de cerdo con mofongo, arañitas, tostones y ensalada verde. Sugieren que es para cuatro personas. Mientras que otro de los platos para compartir es el Arrecife. Este es un gran mofongo relleno de churrasco y pollo decorado con cuatro camarones salteados al ajillo.
Además del menú para compartir, José indica que preparan platos con porciones individuales como el filete de rodaballo con mangú. También confeccionan mofongos vegetarianos.
María se encarga de hacer los postres. “Es mi pasión”, dice y añade que anterior al restaurante hizo bizcochos por 30 años. Es fácil saber dónde es su espacio, aparte de la cocina. Se llega por el olor dulzón. Allí prepara los flanes y los bizcochos que ofrecen de postre.
Desde el amplio salón comedor, con capacidad para 500 personas, hay vista al Mar Caribe y la isla de Caja de Muertos.