El Nuevo Día

En La LoÍzA

- POR EL INFILTRADO

Encontrars­e gente en la calle tiene un encanto distinto. No es lo mismo, llegar a un lugar, estar sentado, esa cosa fija de los lugares y toparse con alguien. En la calle hay puro tránsito, movimiento, traslados y traspasos. Por eso encontrars­e a un conocido en tránsito siempre tiene un dejo de sorpresa. Porque los encuentros cuando son en movimiento nos llevan a todos a otra parte. No somos iguales cuando nos movemos, no somos los mismos cuando no hemos lle- gado aún.

Eso más o menos fue lo que respiramos y vivimos quienes tuvimos la suerte de ir el pasado domingo a las Fiestas de la Calle Loíza. Recorrer la calle, toparse en un bar de esquina con un homenaje improvisad­o en trova a Lucecita Benítez que andaba por allí o saludar en un mismo espacio a amigos queridos que no se ven hace tiempo y de repente se encuentran todos de momento, en la calle, bajo el sol, en el espacio abierto que es de todos y no es de nadie.

Fueron unas fiestas concurrida­s, pobladas de bicicletas y familias, de bailadores y artistas, de gente con ganas de ocupar los espacios, de salir y encontrars­e. Y ojo, que encontrars­e, no es poca cosa. Porque es desde los encuentros que construimo­s memorias, es desde la memoria que construimo­s nostalgia y nada más fuerte que eso para sentir algo como propio. Ese día, en la Calle Loíza muchos nos encontramo­s, nos hicimos parte, fuimos convocados a un junte en movimiento que nos conduce a un espacio mejor.

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