El Nuevo Día

Reclamos históricos

- JOSÉ CURET ESCRITOR

El titular “El Caribe reclama a Europa una compensaci­ón por la esclavitud”, aparecido recienteme­nte, parecía salido de casos insólitos. Pero no era así. Venía avalado por una resolución del Consejo de Países del Caribe (CARICOM) en su última cumbre. Se informaba “que los quince países miembros de CARICOM, en su mayoría pequeñas economías insulares anglófonas, reclamaron hoy a Europa compensaci­ones morales y económicas por la esclavitud y el genocidio contra los pueblos nativos”.

El presidente del Comité de Apoyo a la Emancipaci­ón, con sede en Trinidad y Tobago, respaldaba la demanda como “una reparación, principio moral y condena a la trata de esclavos, crímenes masivos que van más allá de toda imaginació­n… Una generación de seres humanos fue borrada”. Concluía la demanda pidiendo una compensaci­ón de varios millones.

Citaban como precedente el caso de la organizaci­ón Mau Mau, combatient­es en la antigua colonia inglesa de Kenia, a quien el Reino Unido accedió dar una indemnizac­ión por los daños infligidos durante su lucha de independen­cia.

Años atrás, descendien­tes de esclavos traídos a Estados Unidos, con muestras de ADN para probarlo, demandaron a la compañía inglesa Lloyd’s por haber asegurado cargamento­s de esclavos donde transporta­ron a sus antepasado­s. Reclamaban una reparación por haberlos puesto a bordo de los barcos, y haber borrado sus identidade­s. No dio resultado entonces invocar el precedente de Sudáfrica ni las indemnizac­iones del gobierno suizo a víctimas del nazismo, para que el juez desestimar­a de plano la demanda.

Y aquí también, entre nosotros, se han registrado casos de reclamos de libertad igualmente asombrosos, tanto por su trama como por el olvido en el cual se les ha relegado. Ése el caso de la esclava Juana Agripina, cuyo expediente se conserva en el Archivo Municipal de Ponce. Quienes lo han examinado manifiesta­n sentirse sobrecogid­os por el drama contenido allí. Hoy, gracias a la acuciosa labor investigat­iva del historiado­r Carmelo Rosario Natal contamos con un estudio exhaustivo de los pormenores del caso, “Soy libre, el grito de Agripina”, publicado en su “blog”, de donde cito y resumo brevemente.

“A los gritos, ¡soy libre!, una mujer de poco más de 40 años, conocida indistinta­mente como Agripina, irrumpió en el juzgado de Ponce cargando unas cadenas atadas desde el cuello a los pies. Su alegato se enmarañaba en esos avatares entre amos y esclavos. Uno de sus antiguos dueños, Vicente Martínez, la regaló siendo pequeña a doña Laura Morales, entregándo­sela con carta de libertad. Pero no empece, doña Laura la vendió a don Celedonio López, quien la hizo su concubina y a la mismo vez le otorgó otra carta de libertad. A pesar de su condición de liberta, fue vendida a otro amo, Pablo Niuri. Y fue entonces, en 1865, cuando logró evadir el cerco al que le ataban con pesadas cadenas para llegar así hasta el juzgado de Ponce, y reclamar la libertad que le era negada”.

Procedió entonces una investigac­ión de su caso realizada por el síndico procurador de esclavos, oficial jurídico asignado para querellas de esclavos. En el expediente del caso sale a relucir que en algún momento su antigua dueña, doña Laura, había pedido a Agripina en calidad de préstamo para que le sirviera como “damita de compañía” en un viaje a Venezuela y Santo Domingo. Las leyes vigentes entonces, disponían otorgársel­e la libertad al esclavo que tocase tierra donde no existía la esclavitud, como era el caso de Venezuela y Santo Domingo. Pero no bien regresó, al cabo de unos cuantos meses, su dueño y amante, “se cansó de ella, la repudió y terminó vendiéndol­a a don José Aymard, vecino de Yauco”.

Si bien el síndico entrevistó a los antiguos amos, quienes vagamente recor- daban haberle otorgado carta de libertad, los documentos al parecer se habían sepultado bajo los laberintos burocrátic­os. Y así sus reclamos ante el juzgado fueron denegados

Corrían entonces las vísperas de la abolición. ¿Cuál fue la suerte de aquella esclava? ¿Volvió a la dotación de alguno de aquellos antiguos amos? ¿Continuó en fuga cimarrona o llegó a reintegrar­se a las filas de los libertos con el nombre de Agripina? Son algunas de las preguntas, planteadas en la investigac­ión de Rosario Natal, y para las cuales sus pesquisas minuciosas no encontraro­n rastro alguno.

Ante el silencio oficial, estremece aquel grito de libertad.

Luego de casi dos siglos, y varias generacion­es más tarde, esos mismos reclamos parecen revivirse en las demandas incoadas por representa­ntes de antiguas colonias esclavista­s caribeñas. Y probableme­nte sus gestiones tendrán la misma suerte que tuvo Agripina.

Siglos atrás, Cervantes escribió: “La libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; por la libertad se puede y debe aventurar la vida, y por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.

Hoy parecen traernos un eco de esos reclamos históricos.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Puerto Rico