EN LA CUNA DE LA HUMANIDAD
La cronista de esta historia vive la experiencia de conocer el ciclo de la vida en su forma más pura a través de los safaris que se adentran en la vida salvaje de los parques de la sabana africana
Desde el momento que toqué suelo africano fue bien impactante sentir la grandeza y magnitud de este país. El aire y el ambiente se siente diferente, remoto, como si estuviese en otro planeta. La aventura, planificada para nuestro grupo de Energetix (empresa en la que me desempeño como vicepresidente) fue inolvidable porque no fue el típico “tour” donde se ven las atracciones por la ventana de un bus. Entramos literalmente en la selva con los animales salvajes.
El primer día comenzó en el Sheldrick Elephant Orphanage and Giraffe Center. El Orfanato de Elefantes está localizado en el Parque Nacional Nairobi y refugia a crías de elefantes huérfanos a causa de la caza ilegal del comercio de marfil en Kenia. Según explicaron los guías, para un elefante la familia es muy importante y la supervivencia depende de la leche de su madre por los años de niñez y adolescencia. El orfanato los rescata y vela por su bienestar hasta que eventualmente los reintroducen a la selva. ¡Los ele- fantes pequeños me robaron el corazón! Los pude acariciar y estuvo bien entretenido verlos jugando entre ellos con la bola de soccer.
El Centro de Jirafas está localizado en las afueras de Nairobi y es una atracción turística sumamente divertida y recomendada ya que dejan alimentar y tocar las jirafas. Nunca imaginé poder tocar este animal y mucho menos darle un beso en la boca. Para ello te colocas el pedazo de comida en los labios y la jirafa te “besa” para agarrar la comida.
LAGO NAIVASHA
El Lago Naivasha es una atracción muy popular por los cientos de peces, aves y animales terrestres que se pueden observar por la zona. El Naivasha Sopa Lodge es un hotel espectacular localizado literalmente en medio de la naturaleza. El patio de las cabañas es parte del hábitat de las jirafas, gacelas, monos e hipopótamos. Tan pronto llegué hice una caminata por el área. Se sentía maravilloso estar en el mundo de estos animales con tanta paz y tranquilidad en su ambiente. Dado a la localización del hotel en sí, por seguridad, en la noche se requiere caminar por los predios acompañados de un guardia armado.
La excursión a Crescent Island Park no pudo faltar. Este es uno de los más bellos y es donde habitan la mayor cantidad de animales por acre en todo Kenia. El parque está rodeado de agua y para llegar se toma un bote por el Lago Naivasha. Durante el paseo en bote vimos muchas orejitas grises y ojos saliendo del agua. ¡Hipopótamos! Comenzaron a abrir aquellas bocas gigantes y enseñar los dientes. Fue impresionante explorar este santuario animal, la abundancia de ñus, antílopes, gacelas, cebras y jirafas. Lo interesante y de este tipo de viaje es ver a estos animales salvajes en su hábitat natural, en donde viven, se alimentan y se procrean. Como los africanos me explicaron, se logra un entendimiento y “acuerdo” entre humano y animal de respetarse el espacio mutuamente, un “yo respeto tu espacio y tú el mío”.
SAFARI EN NAKURU NATIONAL PARK
Este es el único parque completamente cerrado en Kenia para prevenir la cacería furtiva. Im- presiona la cantidad de gacelas, impalas, rinocerontes, búfalos, monos y ñus. Era ávida la búsqueda de leones y chitas y no fueron fáciles de encontrar pues son felinos y por el día suelen dormir. Sin embargo, tras horas de búsqueda localizamos unos leones descansando. Fue toda una aventura ir en busca de los famosos ‘Cinco grandes de África’ -leones, rinocerontes, búfalos, leopardos y elefantes-, por ser los cinco animales más difíciles de acorralar y cazar. Durante el safari nos sentíamos como en un grupo de filmación con una misión de encontrar la mayor variedad de animales y verlos en acción. En esta visita es imprescindible ir de picnic al mirador del Baboon Cliff que ofrece una vista del lago y los alrededores que te dejará sin aliento.
MASAI MARA
El Masai Mara es una reserva natural nacional. Su nombre hace honor a la tribu Masái que habita en esa zona y es famosa por su fauna excepcional. Para llegar son casi cinco horas de viaje en Jeep, dos de ellas por una carretera sumamente rocosa y llena de rotos. Después de la travesía, degustamos un exquisito y chic picnic bajo los árboles. Durante el reposo, uno de los escoltas armados estaba vigilando un árbol y advirtió al grupo que había allí una mamba negra y nadie podía acercarse porque son sumamente venosas y ágiles al atacar. Por supuesto, gracias a la película ‘Kill Bill’ sabía el peligro que corría al acercármele.
Nos hospedamos en el hotel Ashnil Mara Camp, localizado en un pequeño bosque con vista al río en el área del Masai Mara. En el río pudimos ver cocodrilos e hipopótamos durante el desayuno, almuerzo y cena. El concepto del hotel consiste en lujosas casetas de campañas.
El safari por el Masai Mara fue mi favorito. Durante el safari, los Jeeps tienen la capota abierta para ver de cerca la flora y fauna. La población más grande de animales se encuentra en esta área y la migración desde Serengeti hasta Masai Mara de más de 2 millones de ñus y 200,000 cebras puede presenciarse durante esta época. A pesar de que vimos miles y miles de ñus y cebras, no llegamos a ver la migración. El encuentro más espectacular e inolvidable con cualquier animal fue con los chitas. Llegamos a un lugar donde estaban montados encima del techo de un Jeep. Las personas, niños en su mayoría, estaban parados en los asientos, literalmente, cara a cara con los dos chitas. Ambos acostados en el techo, se quedaron descansando. Nuestro guía nos explicó
que no todos los chitas son así de sociables. Este fue un caso muy particular. Cuando uno de ellos se quedó huérfano, los guardias del parque lo visitaban diariamente y lo alimentaban. El cachorro se acostumbró y se familiarizó con los humanos y los carros.
Cuando el sol estaba bajando y los animales estaban retirándose a sus aposentos, vimos una manada de elefantes. Nos estacionamos y esperamos pacientemente a que pasaran entre nosotros. Al percatarse de los Jeeps frente a su trayectoria, los 30 elefantes se agruparon estratégicamente para pasar entre medio de nosotros. Se posicionaron los líderes primero, le seguían los pequeños y al final otros adultos. Fue un espectáculo ver la fila de tantos elefantes trabajando en equipo protegiéndose uno a los otros mientras pasaban.
LA VIDA DE LOS MASAI
También visitamos la remota aldea de la tribu Masai, la más conocida de África por aún conservar el mismo estilo de vida tradicional desde hace miles de años. Además de su ropa rojo brillante y joyería colorida, llama la atención sus peculiaridades socioculturales. Practican la poligamia y el número de esposas se relaciona con la cantidad de ganado que un hombre posee. La riqueza se mide en términos de ganado y niños. Cada hombre pasa por la etapa de madurez y se convierte en un guerrero, cuyo deber es proteger la aldea y su ganado. Las mujeres construyen las casas, cocinan y mantienen los hogares. Tuve la oportunidad de ayudarlas a rellenar y reforzar una de las paredes, usando guantes por supuesto, porque la construcción de cada casucha está hecha de excremento de vaca. El hogar es oscuro con una diminuta ventana al lado de la estufa de gas que sirve de escape para el humo. La familia duerme en camas de ramas tejidas y pieles de animales. Su dieta consiste en leche y sangre de vaca. Una de sus rituales y ceremonias más impactantes es la ceremonia de circuncisión masculina que se realiza entre los 15-25 años a sangre fría y marca su etapa de convertirse en Guerrero. La circuncisión femenina era también practicada hasta que recién y, afortunadamente, el gobierno la prohibió y se tornó ilegal. Los niños Masai, al igual que todos en Kenia, asisten al colegio y aprenden swahili e inglés.
Sus tradiciones son un atractivo turístico. La mayoría trabajan en la ciudad; inclusive, varios de los meseros del hotel eran Masai y vivían en la tribu que visitamos. Los Masai aumentan sus ingresos posando para fotos y vendiendo joyería y artefactos. A pesar de lo primitivo que aparentan ser, son diestros manejando cámaras de fotos y hasta un Iphone, como el mío.
Dejando atrás la tribu, pausamos a disfrutar de un cóctel de champán admirando el típico atardecer africano, combinación perfecta entre lo primitivo y el lujo. La cena bajo las estrellas en medio de la sabana abierta debe ser requisito para todo aquel que visita esta zona. El área, rodeada de antorchas y una fogata en el centro, fue el escenario perfecto para el intercambio de historias con mis colegas de varias partes del mundo. En mi mesa conversábamos con nuestro guía sobre las hienas porque sus sonidos se sentían bien cerca. De repente, de los arbustos salió un grupo de guerreros Masai con su cántico simulando la risa de las hienas y bailando. Esa era la entrada especial del espectáculo de canto y baile que los guerreros Masai tenían preparado exclusivamente para nuestro grupo. Fue una manera graciosa de despedirnos del Masai Mara.
DIANI, MOMBASA
Nos despedimos de la selva y los animales y partimos en un vuelo de dos horas hacia la costa de Diani, en Mombasa.
Llegamos al exclusivo Swahili Beach Resort, un hotel de cinco estrellas sencillamente espectacular. Este sofisticado y lujoso palacio tiene una mezcla armoniosa africana, india y árabe.
La costa de Diani es un paraíso perfecto para una excursión en velero a la Isla Wasini, donde se puede hacer snorkel o bucear para ver los hermosos corales y peces tropicales. Lamentablemente, el mal tiempo forzó nuestro regreso al puerto.
De camino al aeropuerto en taxi, la tranquilidad y paz que había experimentado durante el viaje se fueron desvaneciendo al ver la cantidad de personas en las calles, el tapón interminable, los vendedores persiguiendo el taxi, metiendo las manos llenas de gangarrias, negociando precios y regateando para conseguir la venta. La pobreza y condiciones de vida fueron un cambio sumamente drástico al lujo que experimenté durante el viaje.