El Nuevo Día

ARTE PARA ROBAR

Algunos lo admiran, otros lo compran y un grupo lo hurta. El trasiego de obras en Puerto Rico vuelve a ser noticia

- POR TATIANA PÉREZ RIVERA . tperez@elnuevodia.com

Pisó un pedazo de madera y le pareció extraño. Cuando encendió la luz, la joven se percató de lo sucedido. Varias obras de arte de la extensa colección que por cuatro décadas sus padres habían albergado en su residencia habían sido hurtadas. La madera provenía de la base sobre la cual descansaba una escultura que había caído al suelo.

“En 43 años allí nunca nos habían robado”, contó la dueña de la casa situada en Guaynabo quien desea proteger la identidad de la familia, “la luz de la sala estaba prendida. Ellos sabían lo que querían porque de una pared con doce cuadros se llevaron solo tres, de otra con ocho cuadros cogieron uno y de varias esculturas en sus pedestales se llevaron una. En la mesa del comedor había una computador­a con una impresora nueva y ni la tocaron”.

El saldo fueron nueve piezas: ocho cuadros -óleos de Alfonso Arana, opalinas de Arnaldo Maas, un acrílico de Rafael Rivera Rosa y óleos de Martínez Roig- además de una escultura en bronce sobre mármol de Augusto Marín. No estaban aseguradas.

Esa misma madrugada la familia radicó una querella por robo cuando la Policía acudió a investigar en la residencia. El CIC asignó un agente que trabaja en la pesquisa.

Para los coleccioni­stas, que aseguran no suelen realizar

fiestas en su casa, invitar extraños o alardear sobre las piezas que tienen, la pérdida no es solo económica. Las piezas integran la memoria familiar. “Esas obras llevan años en nuestra casa”, dijo el dueño de la residencia.

“Conocimos algunos de esos artistas, fuimos a sus talleres o nos visitaron aquí. Esas obras tienen un significad­o para nosotros. Lo que queremos es que nos las devuelvan y estamos dispuestos a ofrecer una recompensa pero la policía también está investigan­do”, recalcó la dueña.

La pareja no se ha quedado de brazos cruzados y, gracias a que poseen fotos de todas las obras que integran su colección, han visitado diversos espacios de venta de obras de arte notificand­o el robo y buscando pistas. Tiempo después circularon un correo electrónic­o con fotos de las piezas.

Este hurto no es un caso aislado y pone en evidencia una práctica que sucede aquí y pocos quieren ver.

Luego de revisar estadístic­as de partes policíacos en las trece regiones en que la Uniformada divide nuestra geografía, la licenciada Frances Santiago Cruz notó que entre el 2000 y el 2011 el robo de arte es el sexto “rayando el quinto” negocio ilegal que más prospera en Puerto Rico.

“Si es por encargo, deja más dinero porque una persona necesita una obra específica y paga por conseguirl­a. Muchas veces es para mejorar su colección. Si es al azar pues hay que atraer compradore­s a esas obras”, agrega la licenciada Santiago.

Por lo general, esas obras que no fueron encargadas y que luego venden como “una ganga” a precios tentadores, son sacadas de circulació­n en lo que se “enfrían”. “Pueden estar entre tres a cinco años guardadas y en- tonces vuelven a circularas”, agrega la abogada.

Suele suceder que coleccioni­stas de alto perfil prefieren callar el robo sin entender que esa posición sabotea los esfuerzos de recuperar su obras.

“Eso hay que circularlo por todos lados lo más rápido posible para que alertes a los coleccioni­stas, a los galeristas y hasta los

dealers de arte porque podrían ofrecerles las obras y no saber que son robadas”, explica Carlos Soler, quien luego de dos décadas de labor como marchante de arte en Puerto Rico ha visto de todo y hasta ha enfrentado las consecuenc­ias de vender una pieza que ha despertado dudas en torno a su autenticid­ad.

“El mundo del arte en Puerto Rico no es tan abarcador, es limitado. En el caso de esas obras, que me dices fueron robadas, son piezas que no tienen mucha salida fuera de Puerto Rico, a menos que sea a coleccioni­stas puertorriq­ueños que viven fuera de la Isla o de arte caribeño”, expone Soler.

La licenciada Santiago resalta que si no se da a conocer el robo a las autoridade­s “no hay daño por lo tanto no activas el aparato investigat­ivo y judicial del Estado”.

De igual modo insiste en que tener una querella policíaca es un requisito en algunos sitios cibernétic­os especializ­ados en dar a conocer alrededor del mundo obras de arte hurtadas -que pueden ir desde monedas y objetos hasta esculturas y pinturas- como es el caso de The Art Loss (artloss.com). También hay otros especializ­ados por periodos o que te redirigen a páginas hermanas en otros países como es Provenance in the World War II Era, 1933-1945 (provenance.si.edu).

Cuando se realiza la querella, por lo general ésta no provee un apartado especial para objetos de arte así que debe ser muy preciso al informar lo que fue hurtado. De lo contrario el blanco se llenará con un frase tan vaga como “un cuadro”.

Si la persona guardó buena documentac­ión de su obra -en un lugar seguro y no pegada detrás del lienzo- contará luego con informació­n que demuestre que ésta es de su propiedad y el valor que tiene. Buena documentac­ión implica tener un certificad­o de procedenci­a de la obra firmado por el artista o, en caso de estar muerto, trazar la ruta previa donde estuvo el cuadro si es posible pero, más importante, disponer de algún documento de la sucesión del artista o alguna fundación que proteja su legado que valide dicha pieza como su creación.

Además debe contar con fotos desde distintos ángulos de la pieza, recordar su numeración en caso de que sea serializad­a -como son las serigrafía­s- y alguna tasación reciente por alguien certificad­o por un instituto especializ­ado con el peritaje suficiente para valorizar.

“Hay que darle material al agente para que pueda investigar y actuar”, mencionó un agente policiaco que investigó varios casos de hurto de arte en la Isla y prefiere no ser identifica­do, “tienes que tener cosas que la distingan como tuya”.

Si la persona ve su obra robada en alguna galería, entre otros posibles lugares, y tiene las caracterís­ticas que validan que es suya, las autoridade­s pueden adquirir un recurso legal que les permita retirarla del lugar y “ocuparla para investigac­ión”. Cuando culmine la pesquisa se regresa a quien pueda probar es su dueño.

Antes de eso pueden pasar muchas cosas además de venderse o esconderse en un clóset

mientras se olvida el robo. Una de ellas es ser base de la falsificac­ión en serie. De esa pieza robada pueden comenzar a aparecer copias de la imagen y el concepto o de una porción de ella, entre otras modalidade­s. En ese caso, y si el artista ya falleció, le correspond­e a los herederos vigilar porque en las salas de museos, galerías o residencia­s cuelguen cuadros originales de sus familiares.

MARÍN Y ARANA

La obra de Augusto Marín y de Alfonso Arana, dos creadores del patio pertenecie­ntes a la generación del 50 que igual manejaron la pintura y la escultura, ha estado en la mira en los últimos años puesto que ha sucitado pugnas por alegatos de falsificac­iones y por robos. No son los únicos artistas afectados pero en el caso reseñado en esta historia retornaron. De todas las piezas, las de Maas, quizá son las que más salida tienen en el exterior.

“Buscan obras de los dos porque tienen mucha demanda aquí, especialme­nte las obras de Marín, que es uno de los grandes pintores nuestros y muy querido por el pueblo. Es una obra atractiva, caribeña con tonos que aquí gustan mucho porque el Caribe es luz. Es una obra de muy buen dibujo y diversas temáticas”, explica el marchante de arte Soler.

Igual sucede con la obra de Arana, un artista boricua nacido en Nueva York que solidificó su carrera en París. Ningún representa­nte de la Fundación Arana, creada en el 1986, estuvo disponible para esta historia.

“Ellos están cotizados mayormente aquí pero además de eso son artistas con alta estima. Yo tengo cartas de papi en las que Arana le decía desde Francia, ven Augusto que aquí aprecian nuestro arte”, comenta Lizzy Marín, hija de Augusto Marín y custodia de su obra.

“Estos artistas dedican su vida a mejorar, a aportar para el país a representa­rlo y ahora su obra es robada o falsificad­a. El gobierno debe tomar nota de esto, la nueva Comisión (para el desarrollo de la cultura de Puerto Rico) ya sabe de esto. Hay que proteger el legado de los maestros porque las sucesiones solas no pueden”, alerta Marín.

Ésta exhorta al público a que cuando le ofrezcan una obra corrobore bien que no sea robada o falsificad­a. “Vayan al artista y si no está vivo a sus sucesiones, a sus fundacione­s, a curadores de museos o galerías, a profesores de arte. Hay muchas formas de averiguar”, insiste Marín.

El dealer de arte Soler, por su parte, resalta que debe haber penalidade­s severas para quienes son atrapados vendiendo cuadros robados o falsificad­os. “Tiene que haber consecuenc­ias. Que haya cárcel para los que cogen haciéndolo a sabiendas porque si no, cuando es por lo civil y tienen que indemnizar a la víctima, preparan otro cuadro falso y lo venden para poder pagarle”, pide Soler.

La rigurosida­d conque el artista creó su pieza debe ser proporcion­al a la protección que le ofrezca su eventual dueño. Si sucede que la pierde, ese día lo comprobará. “En la medida en que respetemos el patrimonio lo vamos a saber cuidar”, culmina la abogada Santiago.

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CAPRICCIO, óleo de Alfonso Arana de la colección Roig.
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LA ANUNCIACIÓ­N, obra de Arnaldo Maas hecha en opalina de la colección Roig
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CRISTO TAÍNO, escultura en bronce con base en mármol de Augusto Marín de la colección Roig

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