El Nuevo Día

Minada la confianza del pueblo

- CAROLINA FELIPE DEL VALLE PÉREZ

LA LIBERACIÓN del exsecretar­io de Educación, Víctor Fajardo, de cumplir la sentencia estatal fijada por el robo de $4.3 millones en fondos públicos tiene el efecto de minar dramáticam­ente la confianza del pueblo en las institucio­nes responsabl­es de impartir justicia. No bien Fajardo puso pies en suelo puertorriq­ueño, después de haber cumplido en Estados Unidos la penalidad federal impuesta, la Junta de Libertad Bajo Palabra lo relevó de cumplir el tiempo carcelario impuesto en el tribunal estatal, otorgándol­e la libertad bajo palabra. Esta acción provee un argumento para aquellos que consideran que la justicia federal es más severa y logra mejor cometido que la justicia local.

La forma en que se ha completado este proceso, en tiempo récord, sin la presencia del confinado en la Isla, una investigac­ión de su comportami­ento penal con antelación a su llegada y un empleo aguardándo­le en Puerto Rico (mientras profesiona­les intachable­s tienen que migrar para encontrar trabajo), es una clara demostraci­ón que la Junta había estado maquinando hacía tiempo el asunto a espaldas del pueblo.

Este caso pone de manifiesto el refrán pueblerino, “el que tiene padrino se bautiza”. Ante los ojos de la ciudadanía este asunto saca a flote la desigualda­d en el trato ofrecido al exsecretar­io de Educación frente al que recibiría Juan del Pueblo. La Junta de Libertad Bajo Palabra le hace un flaco servicio a Puerto Rico si su deber ministeria­l responde al estrato social a que pertenecen los confinados y sus relaciones con las esferas de poder gubernamen­tal.

Se administra justicia cuando se castigan los delitos. Tan mala es la impunidad como los privilegio­s injustific­ados concedidos a los infractore­s de la ley. El tratamient­o con guantes de seda no es un disuasivo, por el contrario, inclina a ésta y futuras generacion­es de jóvenes para seguir el ejemplo. En este caso, a la dama de la justicia se le descorrió la venda de los ojos y la balanza en sus manos se inclinó hacia un lado.

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