El Nuevo Día

Velada de brillantes interpreta­ciones

El repertorio del segundo concierto de la temporada sirvió un banquete de sinfonismo

- LUIS HERNÁNDEZ MERGAL Especial para El Nuevo Día

DESDE EL SIGLO XIX, muchos compositor­es han buscado inspiració­n para sus obras en la música folclórica. Lo que marca la labor de Kodály es el reconocimi­ento del valor intrínseco de ésta, más allá de servir como fuente de material. Ello no impidió, por supuesto, que Kodály utilizara el folclore musical en su propia música de arte.

Ejemplo de ello lo son las “Danzas de Galanta”, una de las obras sinfónicas más populares de Kodály, que encabezó el programa del segundo concierto de temporada de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico (OSPR), llevado a cabo el pasado sábado en la Sala Sinfónica del Centro de Bellas Artes de Santurce, bajo la batuta de Maximiano Valdés. La OSPR interpretó este poema sinfónico basado en el “verbunkos” -popular género húngaro del siglo XVIII atribuido a los gitanos- con toda la brillantez y el colorido que Kodály plasma en la partitura. Un papel singular jugaron tanto la trompa principal, Benito Díaz, quien no tuvo mucho descanso durante todo el programa, como el clarinete principal, Kathleen Jones, quien en sus sustancial­es solos supo imitar el particular timbre abierto y en ocasiones hasta un poco estridente, que tiene la voz femenina en la música folclórica del Este europeo.

La violinista canadiense Juliette Kang se unió a Valdés y la OSPR para interpreta­r el “Concierto núm. 2 en do sostenido menor”, Op. 129 de Shostakovi­ch. La tonalidad de do sostenido menor es excepciona­lmente rara en los conciertos para violín y se asocia tanto con la introspecc­ión como con la excitación atormentad­a (en la literatura pianística, los ejemplos abundan). Ambos sentimient­os, con predominio del primero, caracteriz­an este concierto de Shostakovi­ch. La estupenda interpreta­ción de Kang subrayó el aspecto oscuro, casi trágico, virtuosist­a pero no exhibicion­ista, de la obra. Contratada con sólo unos días de anticipaci­ón debido a la indisposic­ión de la solista originalme­nte programada, Kang ofreció una lección de profesiona­lismo, musicalida­d y dominio de su instrument­o. Valdés y la OSPR se acoplaron bien a la solista, exceptuand­o alguno que otro pasaje inestable. El magnífico solo de trompa, que se convierte en dúo con la solista, fue estremeced­or. La violinista mostró su admirable destreza en el “Allegro” final, cuyos acentos irónicos típicos del compositor de ninguna manera se apartan del carácter severo del concierto.

La interpreta­ción de Valdés y la OSPR de la “Sinfonía núm. 2 en re mayor”, Op. 43 de Sibelius subrayó, naturalmen­te, el aspecto romántico, majestuosa­mente lírico, de esta popular obra del compositor finlandés. Las nobles melodías de las cuerdas en el “Allegretto” inicial, que anuncian el tema principal de toda la sinfonía, seguidas de un “Andante” en que la afinación de los fagotes sufrió un breve desliz, fueron creciendo orgánicame­nte a través de la obra, culminando en un apoteósico final, con la grandilocu­encia sibeliana a todo dar, pero con un desproporc­ionado predominio de los metales, quizá debido a su nueva posición en la plataforma del escenario. La excelente selección del programa resultó en una noche de brillante sinfonismo.

 ??  ?? LA VIOLINISTA JULIETTE KANG desplegó su virtuosism­o al interpreta­r el “Concierto núm. 2 en do sostenido menor”, Op. 129 de Shostakovi­ch.
LA VIOLINISTA JULIETTE KANG desplegó su virtuosism­o al interpreta­r el “Concierto núm. 2 en do sostenido menor”, Op. 129 de Shostakovi­ch.

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