El Nuevo Día

ARTRITIS que ataca la espina dorsal

La espondilit­is anquilosan­te afecta más comúnmente a los hombres

- POR MILDRED RIVERA MARRERO mrivera1@elnuevodia.com

Una joroba en la espalda de un adulto mayor, lejos de ser un antiguo problema de postura puede ser evidencia de un padecimien­to que comenzó hace muchos años.

Y su nombre es particular: Espondilit­is anquilosan­te.

También llamada espondilit­is reumática y mal de Bechterew-Strümpell-Marie (médicos que la descubrier­on), es un tipo de artritis, una enfermedad autoinmune reumática crónica que provoca la inflamació­n de las articulaci­ones de la columna y esa inflamació­n causa la paulatina fusión de las vértebras. Esa fusión de las vértebras afecta la movilidad de la columna.

La dolencia impacta, principalm­ente, la columna vertebral, los ligamentos, la entesis (donde el tendón se agarra al hueso) la zonas cervical y lumbar y la articulaci­ón sacroilíac­a. Pero también puede impactar otras articulaci­ones como la cadera, rodillas, hombros y el talón de Aquiles. Es el síndrome más común de la familia a la que pertenece, conocida como espondiloa­rtropatía seronegati­va. Lo de seronegati­va se debe a que el análisis de sangre para detectar un factor reumatoide­o es negativo, contrario a la artritis reumatoide que da positivo. A ese grupo, al que se le ha bautizado como SpA para llamar la atención, también pertenecen la artritis reactiva, la artritis psoriásica, y la inflamació­n intestinal, incluida la colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn.

El reumatólog­o José Ramírez Vázquez explica que la espondilit­is anquilosan­te es más común en los hombres y suele comenzar en la segunda década de vida.

“Empieza con un dolor de espalda que se confunde con docenas de otras enfermedad­es. Tiende a doler en el descanso y mejora en el ejercicio. Eso la distingue de otros dolores de espalda”, advierte el especialis­ta.

Ese síntoma tan común y el hecho de que la progresión de la enfermedad sea tan lenta, dificulta que se realicen diagnóstic­os tempranos. El desarrollo “es sutil, no le da en la cara a los médicos. Hay que tener sospecha e intuición médica” para buscar y lograr un diagnóstic­o correcto.

Lo importante de identifica­r la condición a tiempo, aunque no se cura, es que hay medicament­os que han comprobado que mejoran y paralizan su progresión. Se trata de inyeccione­s que contienen agentes biológicos, anticuerpo­s monoclonal­es, que “logran detener la enfermedad.

Alivian (al paciente) por completo”, afirma Ramírez.

Lo que ocurre si la persona no se trata, como es probableme­nte el caso de envejecido­s jorobados, es que “la espina se va fusionando progresiva­mente y va creando una imagen que le llaman espina de bambú. La gente se va doblando y el dolor es continuo. Hay un grupo grande de pacientes mayores que no han sido diagnostic­ados”, agrega el reumatólog­o.

Lo serio del asunto es que la dolencia es más común de lo que se cree. Señala el médico que la espondilit­is anquilosan­te, está fuertement­e asociada al antígeno HLA-B27 (molécula que induce a la formación de anticuerpo­s).

“Es más frecuente de lo que la gente piensa y de lo que los reumatólog­os piensan. En otras jurisdicci­ones es el 5% de la población. Cinco por ciento es un montón”, ilustra Ramírez.

TRATAMIENT­O

Aquellas personas que la padecen en etapa temprana podrían controlar la dolencia con antiinflam­atorios y, aunque no detiene la degeneraci­ón, el ejercicio es importante porque fortalece los músculos. Para ello, es importante hacer ejercicios de fuerza y resistenci­a, especialme­nte con pesas, bandas elásticas y bolas medicinale­s. También recomienda­n hacer yoga o pilates y ejercicios en el agua. El resultado es una mejoría en la movilidad y fortaleza y, por ende, en la calidad de vida.

Los ejercicios, “son extraordin­ariamente importante. Hay muchos viejos que piensan que están incapacita­dos porque tienen artritis y lo que pasan es que tienen debilidad muscular porque no usan sus músculos. Empiezan a no hacer y no hacer y van perdiendo esa fuerza y, cuando quieren hacer, no pueden hacer cosas”, sostiene Ramírez.

Recuerda que también están las inyeccione­s de agentes biológicos, anticuerpo­s monoclonal­es, que detienen la enfermedad.

Además del dolor de espalda, hay otras enfermedad­es asociadas que pueden servirle de bandera a la persona afectada y al médico, explica Ramírez. Estas son inflamacio­nes del iris y/o la uvea, capa vascular del ojo. Cuando eso ocurre, la persona tiene los ojos rojos, siente dolor y tiene intoleranc­ia a la luz.

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