ARTRITIS que ataca la espina dorsal
La espondilitis anquilosante afecta más comúnmente a los hombres
Una joroba en la espalda de un adulto mayor, lejos de ser un antiguo problema de postura puede ser evidencia de un padecimiento que comenzó hace muchos años.
Y su nombre es particular: Espondilitis anquilosante.
También llamada espondilitis reumática y mal de Bechterew-Strümpell-Marie (médicos que la descubrieron), es un tipo de artritis, una enfermedad autoinmune reumática crónica que provoca la inflamación de las articulaciones de la columna y esa inflamación causa la paulatina fusión de las vértebras. Esa fusión de las vértebras afecta la movilidad de la columna.
La dolencia impacta, principalmente, la columna vertebral, los ligamentos, la entesis (donde el tendón se agarra al hueso) la zonas cervical y lumbar y la articulación sacroilíaca. Pero también puede impactar otras articulaciones como la cadera, rodillas, hombros y el talón de Aquiles. Es el síndrome más común de la familia a la que pertenece, conocida como espondiloartropatía seronegativa. Lo de seronegativa se debe a que el análisis de sangre para detectar un factor reumatoideo es negativo, contrario a la artritis reumatoide que da positivo. A ese grupo, al que se le ha bautizado como SpA para llamar la atención, también pertenecen la artritis reactiva, la artritis psoriásica, y la inflamación intestinal, incluida la colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn.
El reumatólogo José Ramírez Vázquez explica que la espondilitis anquilosante es más común en los hombres y suele comenzar en la segunda década de vida.
“Empieza con un dolor de espalda que se confunde con docenas de otras enfermedades. Tiende a doler en el descanso y mejora en el ejercicio. Eso la distingue de otros dolores de espalda”, advierte el especialista.
Ese síntoma tan común y el hecho de que la progresión de la enfermedad sea tan lenta, dificulta que se realicen diagnósticos tempranos. El desarrollo “es sutil, no le da en la cara a los médicos. Hay que tener sospecha e intuición médica” para buscar y lograr un diagnóstico correcto.
Lo importante de identificar la condición a tiempo, aunque no se cura, es que hay medicamentos que han comprobado que mejoran y paralizan su progresión. Se trata de inyecciones que contienen agentes biológicos, anticuerpos monoclonales, que “logran detener la enfermedad.
Alivian (al paciente) por completo”, afirma Ramírez.
Lo que ocurre si la persona no se trata, como es probablemente el caso de envejecidos jorobados, es que “la espina se va fusionando progresivamente y va creando una imagen que le llaman espina de bambú. La gente se va doblando y el dolor es continuo. Hay un grupo grande de pacientes mayores que no han sido diagnosticados”, agrega el reumatólogo.
Lo serio del asunto es que la dolencia es más común de lo que se cree. Señala el médico que la espondilitis anquilosante, está fuertemente asociada al antígeno HLA-B27 (molécula que induce a la formación de anticuerpos).
“Es más frecuente de lo que la gente piensa y de lo que los reumatólogos piensan. En otras jurisdicciones es el 5% de la población. Cinco por ciento es un montón”, ilustra Ramírez.
TRATAMIENTO
Aquellas personas que la padecen en etapa temprana podrían controlar la dolencia con antiinflamatorios y, aunque no detiene la degeneración, el ejercicio es importante porque fortalece los músculos. Para ello, es importante hacer ejercicios de fuerza y resistencia, especialmente con pesas, bandas elásticas y bolas medicinales. También recomiendan hacer yoga o pilates y ejercicios en el agua. El resultado es una mejoría en la movilidad y fortaleza y, por ende, en la calidad de vida.
Los ejercicios, “son extraordinariamente importante. Hay muchos viejos que piensan que están incapacitados porque tienen artritis y lo que pasan es que tienen debilidad muscular porque no usan sus músculos. Empiezan a no hacer y no hacer y van perdiendo esa fuerza y, cuando quieren hacer, no pueden hacer cosas”, sostiene Ramírez.
Recuerda que también están las inyecciones de agentes biológicos, anticuerpos monoclonales, que detienen la enfermedad.
Además del dolor de espalda, hay otras enfermedades asociadas que pueden servirle de bandera a la persona afectada y al médico, explica Ramírez. Estas son inflamaciones del iris y/o la uvea, capa vascular del ojo. Cuando eso ocurre, la persona tiene los ojos rojos, siente dolor y tiene intolerancia a la luz.