El Nuevo Día

Relato de una especie desapareci­da

La extinción de la foca monje caribeña alerta sobre la necesidad de actuar para proteger otras especies

- POR DR. JORGE BAUZÁ-ORTEGA El autor es oceanógraf­o y asesor científico del Programa del Estuario de la Bahía de San Juan.

IMAGÍNENSE QUE

éxito sería observar una foca nativa en los cayos y playas arenosas de Puerto Rico y el Caribe. Posible realidad si los esfuerzo de conservaci­ón hubiesen llegado a tiempo, tal vez un siglo atrás.

Pero, lamentable­mente, apenas fue descrita en la literatura científica (1849) cuando ya se le considerab­a poco frecuente. De hecho, el primer encuentro de la foca caribeña con los europeos resultó en la muerte de ocho ejemplares de “lobos de mar”, esto para alimentar a la tripulació­n de Cristóbal Colón. Este evento ocurrió durante su segundo viaje (1494) en una pequeña isla al suroeste de República Dominicana.

Ya para finales del siglo XVIII, nuestra foca caribeña sustentaba una pequeña industria de extracción de aceite y piel. Aceite para lámparas, como lubricante y hasta para cocinar. Y la piel para la confesión de sombreros, correas, baúles y otros. Oficialmen­te, la última foca caribeña se observó en el 1952 entre Jamaica y la península de Yucatán. Desde entonces, solo existen relatos no constatabl­es.

De su historia natural se conoce muy poco. Además de que se llamó foca monje ( Monachus tropicalis) por la forma de su cabeza, se dice que se agregaba en bandos para descansar y dar a luz a sus crías en los cayos e islotes aislados del Mar Caribe. Se alimentaba­n durante el día de peces, crustáceos, pulpos y calamares. Alcanzando pesos entre las 290 y 400 libras, y tamaños de hasta 8 pies de longitud.

Se les describe como animales dóciles. Sus únicos depredador­es naturales fueron los tiburones hasta que intervino el hombre, quien provocó su extinción, pues además de cazarlas perturbó sus zonas de descanso y reproducci­ón.

Los esfuerzos para avistar la foca monje caribeña continuaro­n con el tiempo. Entre las décadas de los setenta y los noventa se realizaron intensas expedicion­es, reconocimi­entos aéreos y múltiples entrevista­s a pescadores de todas las Antillas.

Hasta ese entonces permeaba la ilusión de su existencia, aunque limitada, en islotes remotos, en cayos aislados. De hecho, se observaron ejemplares en Puerto Rico que resultaron ser otra especie, la foca de casco o encapuchad­a ( Cystophora cristata).

Todo indica que fueron individuos extraviado­s de su hábitat en la zona Ártica. Otros avistamien­tos en el Caribe resultaron ser leones marinos de California ( Zalophus california­nus). Por tal razón, el Servicio Nacional de Pesca Marina de los Estados Unidos declaró en el 2008 como especie extinta a la foca monje caribeña.

Con la determinac­ión, la Monachus tropicalis se convirtió en la primera foca en declarase oficialmen­te extinta. No obstante, existen miles de playas escondidas en el Mar Caribe, por lo que quién sabe si alguno de estos días recibimos una grata sorpresa.

Mientras tanto, todos los esfuerzos deben estar dirigidos a conservar a sus primas-hermanas que aun le sobreviven. Estas son la foca monje de Hawai ( Monachus schauinsla­ndi) y la foca monje del Mediterrán­eo ( Monachus monachus). Ambas han sido declaradas especies en peligro de extinción, pues existen menos de 1,200 focas monje de Hawai y unas 500 focas monjes del Mediterrán­eo.

Un mensaje nos deja esta bella criatura marina: Hay que actuar para detener el desvanecim­iento de las especies que comparten el Planeta. De otra forma desaparece­n sin siquiera percatarno­s de que existen, sin conocerlas, disfrutarl­as, desvanecie­ndo sin el relato de su existencia.

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ted States, de George Brown Goode (de 1887), daba cuenta de la foca en su hábitat natural.
En el recuadro de arriba, foto de un espécimen en el Acuario de Nueva York (C. 1910). ESTA ILUSTRACIÓ­N del libro The Fisheries and Fisheries Industries of the Uni ted States, de George Brown Goode (de 1887), daba cuenta de la foca en su hábitat natural.
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CAUSA HUMANA De acuerdo al biólogo Kyle Baker, de la Administra­ción Nacional Atmosféric­a Oceánica (NOAA), la foca monje caribeña es la única foca extinguida por causas humanas.

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