El Nuevo Día

Por las dunas del cabo

Cabo Polonio -en Rocha, a 264 km de Montevideo-es un balneario muy especial. Su difícil acceso, sus extensas playas y su aire tranquilo lo transforma­n en Meca de aventurero­s, artistas y bohemios

- POR MARIANA LAFONT ESPECIAL PARA DE VIAJE

El Cabo” (como todos lo llaman cariñosame­nte) es una punta rocosa situada a 15 metros del nivel del mar y separada de la franja costera por dunas de arena móviles. Frente a él brotan las pequeñas Islas de Torres: La Rasa, La Encantada y el Islote, con una gran colonia de lobos marinos fácilmente visibles desde la costa.

Sin duda, el principal atractivo de Cabo Polonio son sus playas. A un lado está La Mansa, con pequeños restaurant­es que ofrecen deliciosos platillos con frutos de mar. Y al otro lado está la extensa Playa Sur con una hermosa vista de los “ranchos” (así les dicen a las casas) y el mar. El clima suele ser muy frío en invierno y muy cálido en verano. La estación ideal es la primavera, ya que las temperatur­as son agradables y hay menos gente.

Debido a su peculiar ubicación, Cabo Polonio permaneció mucho tiempo aislado. Para llegar a él sólo se podía ir en carros tirados por caballos o caminando por las dunas durante tres horas. Después, llegaron los camiones y, en la década de 1980 (cuando empezó el turismo) hubo un personaje, conocido como “El Francés”, que llevaba a la gente cruzando los médanos. Este trayecto no se hace más para cuidar la reserva de dunas; ahora se entra por los bosques.

A pie, una divertida experienci­a es llegar al Cabo por las dunas que lo separan de Barra de Valizas. Para ello, hay que ir hasta el siguiente balneario, Valizas, llegar a la playa y desde allí caminar por las dunas. Al comienzo, la caminata transcurre entre el mar y el arroyo Valizas, pero hay un punto en el que sólo se ven el cielo y la arena como si se estuvieras en un desierto. Luego se llega a un mirador desde donde se ve el mar y, a lo lejos, el inconfundi­ble faro de Cabo Polonio. El resto de la marcha es por la playa y con el agua salada refrescand­o los pies. La caminata dura unas dos horas con viento a favor y un poquito más si sopla en contra.

DE PIRATAS Y NAUFRAGIOS

El origen del nombre del balneario data de 1735, cuando un día de fuerte tormenta se hundió aquí un galeón español llamado “Polonio”. Sin embargo, otras versiones afirman que fue por otro naufragio, ocurrido el 31 de enero de 1753. El barco se llamaba Nuestra Señora del Rosario, Señor de San José y las Animas y su capitán, Joseph Polloni, era famoso por su afición a los vinos. Según dicen, el hundimient­o fue durante una fuerte borrachera y, finalmente, fue este capitán quien dio su nombre al cabo.

Con el paso del tiempo, Cabo Polonio se convirtió en asentamien­to estable de pescadores y navegantes y en escenario de tragedias marítimas. Barcos, galeones y fragatas dijeron adiós en estas costas. Los tripulante­s desconocía­n los peligros de este litoral y quedaban atrapados en los roquedales. Por eso, el cabo se convirtió en un lugar temido por marinos y piratas de todo el mundo que lo considerab­an un lugar maldito, donde las brújulas enloquecía­n y giraban sin rumbo. Para evitar los accidentes se erigió el mítico faro en 1881 y a partir de este fue surgiendo este singular pueblo de pescadores.

El faro tiene 26 metros, posee un alcance lumínico de más de 20 kilómetros y fue el único lugar del pueblo electrific­ado en 1961. Hoy sigue siendo el punto más alto y vale la pena subir sus 132 escalones para tener una panorámica del entorno. Años más tarde se instaló una planta de explotació­n lobera (hasta 1907) que atrajo pescadores en busca de trabajo. Luego llegaron jóvenes amantes de la naturaleza que descubrier­on este remoto pueblito escondido en las dunas. En la década de 1980 proliferar­on las pequeñas y rústicas construcci­ones de veraneo y los turistas fueron cada vez más. Este hecho puso en peligro el frágil ecosistema que lo rodea y para evitar el deterioro se paró la construcci­ón ilegal y se prohibió el tránsito de vehículos de motor por la arena y, desde julio, Cabo Polonio fue declarado Parque Nacional.

¿Y LAS CALLES?

Algo que llama la atención en Cabo Polonio es la ausencia de calles y los ranchos están aleatoriam­ente desparrama­dos. Al no tener cercos brindan una grata sensación de libertad mientras se camina entre ellos como si se estuviera en un gran jardín común. Las viviendas son de madera o cemento y, a pesar de ser rústicos, poseen un ambiente y una calidez únicos. Allí viven lugareños y se hospedan viajeros de paso. Por otro lado, la decoración exterior suele ser muy original con dibujos y collages hechos con pedazos

de azulejos y espejos. La población estable del Cabo es muy pequeña ya que muchos viven del turismo en verano y, además, porque los inviernos suelen ser duros. Sin embargo, aquellos que han elegido este lugar para vivir no lo cambian por nada del mundo y simplement­e dicen: “Nunca pensé irme de acá, ¿para qué?, si tengo todo y es un lugar perfecto". Y la sensación al conocer Polonio es que allí su gente lo hace todo más fácil, más simple y más espontáneo.

Uno de los mejores momentos es el crepúsculo. Al no haber alumbrado público ni electricid­ad en las casas (salvo aquellas con grupo electrógen­o) el atardecer se impone con un ímpetu desconocid­o en la ciudad. Tonos pastel tiñen el cielo mientras unos reflejos dorados se dibujan en el mar y los barcitos encienden sus velas para tomar una cerveza bien fría. Al llegar la noche, el espectácul­o varía según si hay luna llena o no. Con luna hay una excelente visión nocturna y, sin ella, el cielo se vuelve bien oscuro y con un manto de incontable­s estrellas. Entre tanto, y cada 12 segundos, la fugaz luz del faro se devora las sombras. Todo esto hace de este pedacito de Rocha un lugar único. Se dice que venir aquí produce un estado de ánimo especial y que hay un antes y un después de Polonio. El Cabo, invariable­mente, lo cambia a uno.

CÓMO LLEGAR

En auto: Toma la Ruta Interbalne­aria al Este hasta el cruce con la Ruta 9 hacia el Chuy (Brasil). En el km 209 de la Ruta 9 está la entrada a La Paloma, gire a la derecha por la Ruta 15 y continúe hasta la bifurcació­n con la Ruta 10 y tome a la izquierda hasta el km 264.5. En ese punto verás banderas de colores indicando la entrada al balneario. Allí hay estacionam­iento para dejar el auto. Desde ahí hay tres opciones: caminar por la arena 6 km; ir en jeep o camión o ir a caballo.

En bus: Desde la Terminal de Ómnibus de Tres Cruces en Montevideo hay tres o cuatro servicios diarios (en verano hay más) con Rutas del Sol. El viaje dura entre tres horas y media y cuatro horas.

A pie por las dunas: ir en auto o bus hasta el km 271 de la Ruta 10 hasta Valizas. Desde allí caminar por las dunas (unas 2 horas) o ir en alguna de las empresas de transporte 4x4 hacia Cabo Polonio. Para más informació­n sobre este destino, comuníques­e con su Agente de Viajes.

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El Cabo Polonio está rodeado por dunas de arena móviles.
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pueden transporta­rse en camionetas.
Los visitantes pueden transporta­rse en camionetas.
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Uno de los pequeños restaurant­es que ofrecen deliciosos platos de pescados y mariscos.
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Arriba, el inconfundi­ble faro de Cabo Polonio rodeado de espectacul­ares piedras y rocas. Abajo, los atardecere­s lucen majestuoso­s desde la playa del Cabo Polonio.
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