Una historia en cada esquina
Entre escritores, músicos, historiadores y residentes de la comunidad de la vieja ciudad, muchos coinciden en que las Fiestas de la Calle San Sebastián, comenzadas como una celebración religiosa al mártir católico, se han convertido en la fiesta carnavalesca por excelencia en Puerto Rico. Mucho se habla de la oleada de jóvenes de toda la isla y otras partes del mundo que festejan con baile, comida y bebida el tramo ancla de la navidad boricua. Pero, muy poco se habla del importante peregrinaje y junte cultural que se da allí todos los años.
Aquellos que saben y aquellos que miran, se darán cuenta que las Fiestas de la Calle San Sebastián es uno de los encuentros más importantes entre pleneros, artistas plásticos y gestores culturales en el País, quienes procuran mantener la tradición viva. Aunque muchos lugares emblemáticos para esta celebración han cerrado o cambiado con el tiempo, un simple recorrido revela un mundo de historias que forman la esencia de la calle San Sebastián y son espejo de la historia de un país.
Música, artesanías, baile y tradición convergen en el auténtico carnaval boricua durante las Fiestas de la Calle San Sebastián
LA VIDA ALREDEDOR DE LA PARROQUIA
“Las fiestas comenzaron en la década de 1950 con el Padre Juan Manuel Madrazo, párroco de la Iglesia San José”, contó el historiador Pedro Reina, quien participó como monaguillo en la procesión que se realizaba para las festividades. “Era una actividad muy discreta, muy local. Luego la celebración se descontinuó y más adelante don Ricardo Alegría y Doña Rafaela Balladares, se propusieron revivirlas en la década de 1970”. Oficialmente, la calle San Sebastián comenzó en la Casa Blanca, pero Reina indicó que la procesión siempre comenzó desde la Escuela Lincoln, donde jóvenes se reunían en vestimenta de época para realizar el desfile religioso hasta la Igle- sia San José. En un recorrido por la calle, Sol Nancy Marrero, otrora miembro del comité de jóvenes de las Fiestas de la Calle San Sebastián, explicó que ahora este es el lugar donde personajes de la vida política de San Juan se reúnen para oficiar la ceremonia de apertura.
“Se cerraba la calle, se bendecía. Se vendían limbers, empanadillas, los vecinos sacaban las sillas a la calle y las galerías de arte vendían sus artesanías. Y el sá- bado había un baile de época que se hacía en el Convento de los Dominicos”, explicó Reina.
Ese baile, según Marrero, quien participó como joven bailarina por muchos años, fue reinstituido por Balladares y se realizaba entre los jóvenes de la comunidad con la vestimenta de época. “Al principio éramos poquitos, había una orquesta y bailábamos como podíamos. Para el año que siguió, ya estábamos más entusias- madas. Mi prima y yo fuimos por todas las casas de la comunidad reclutando a los jóvenes que conocíamos para el baile. Ya ahí cogimos las clases y comenzó lo que era el baile en el Convento de los Dominicos”.
Este rito todavía se realiza, aunque Marrero indicó que el enfoque ha cambiado y la vestimenta tradicional se utiliza muy poco. Este año, el Baile de Época se celebrará con el acompañamiento musical de la Orquesta
Nacional, dirigida por Ángel “Cucco” Peña. De igual manera evolucionó la Comparsa de los Cabezudos, quienes en sus orígenes incluían a personajes como Juan Bobo y el General y Doña Felisa Rincón de Gautier, primera alcaldesa de la capital, entre otros. Ahora, incluyen personajes lúdicos de la cultura popular puertorriqueña.
Muchos lugares importantes para las fiestas fueron traicionados por el tiempo. Pero Marrero, al igual que Reina, siempre destaca la importancia de saber dónde ubican el Colegio de Párvulos, entre la calle San José y la Calle Tanca, donde se hacían almuerzos y actividades durante las fiestas, y el número 250 de la Calle San Sebastián, la antigua residencia de Rafaela Balladares. Igualmente, importantes son los antiguos Hijos de Borinquen y El Patio de Sam, como parte de la cultura popular de la calle. No obstante, el foco más grande es el junte anual de más de 300 artesanos en el Cuartel de Ballajá.
LOS ARTESANOS AL FRENTE
“Aparte de haberse convertido en el carnaval puertorriqueño, esto sigue siendo el mercado más importante de arte y de artesanías en Puerto Rico”, aseguró Reina. “Los organizadores de las fiestas concentran a los artesanos en el patio del Cuartel de Ballajá. Otros se colocan a lo largo de la calle San Sebastián donde encuentren un pedazo. Pero hay que hacer un recorrido por las plazas y la calle misma”.
“Los fines de semana, esas paredes se llenan de pintores y artesanos”, abundó Marrero, sobre los muros cerca de la Casa Campeche y el callejón que lleva hacia el Museo de San Juan. “De ahí, nos enriquecíamos culturalmente, toda la comunidad de San Juan”. Este año, la Feria de Artesanías, Pinturas y Grabados Puertorriqueños se realizará en Cuartel de Ballajá, junto con exposiciones en la Casa Campeche, y la Feria de Libros en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, además de la competencia de talla en madera.
JUNTE A SON DE PLENA
Uno de los despliegues más impresionantes de música y cultura popular lo dan todos los años los pleneros, quienes peregrinan de todas partes de la Isla a exponer sus diferentes estilos, de norte a sur y de este a oeste, y a enseñarle a la nueva generación que quiere entrar al círculo. Uno de ellos es Tito Matos, del grupo Viento de Agua, quien entró como principiante hace poco más de 25 años y ahora, como él dice, completó el círculo y se destaca como maestro plenero.
“Originalmente, nos juntábamos siempre frente donde estaba 'Aquí se puede', esquina San Justo con la San Sebastián” relató. “Nosotros tratábamos de evitar ese revolú de Hijos de Borinquen, y nos íbamos a un área un poco más despejada donde tuviéramos espacio. Luego, nos movimos hacia el este a la Plaza San José, y ahora a la Calle Cruz con San Sebastián. Dependiendo como esté la cosa, nos vamos cambiando, pero es en esa cuadra. Siempre nos hemos mantenido allí, aunque los pleneros siempre recorren toda la calle”.
Según cuenta Matos, la energía y el intercambio que se da allí entre jóvenes y maes- tros veteranos es tan significativa como el carnaval. No sólo porque los diversos grupos amenizan las festividades con música autóctona, sino porque este pase oral de historia es la única manera de preservar esta tradición musical.
“Se da el pase de información, de historia, de coros, de gente que viene de Mayagüez, Ponce y diferentes áreas con sus cantos”, explicó. “El mejor ejemplo de esto es cuando llega gente del área sur, como el compositor mayagüezano Álex López. De momento estamos tocando plenas de Santurce y llegan un montón de pleneros que tocan al estilo de Mayagüez; se da ese intercambio donde nos detenemos a acompañarlos, y ahí se aprenden coros nuevos que nadie de acá se conocía. La tradición de la plena coge vida. Esto le añade a mi repertorio de plenas, y ellos nos explican cómo en Mayagüez se da el golpe de la pandereta”.
Muchas veces, sin saber lo que se está mirando, cientos de miles de personas que se aglutinan en la calle son testigo de estos intercambios generacionales, donde las facetas de la cultura de un pueblo -la religiosa, la artística, la musical y la comercial- convergen para contar la diversidad de historias de una comunidad, como la de la más que centenaria calle San Sebastián. Como concluyó Matos: “Lo que nos toca es seguir yendo con pandereta en mano a la calle y seguir la clave de nuestros ancestros”.