El Nuevo Día

Marta Casals Istomin, testigo de la época de gloria de Puerto Rico

Marta Casals Istomin habla de Casals, Muñoz y su propia historia

- POR JOSÉ A. DELGADO jdelgado@elnuevodia.com

WASHINGTON

– Cuando Marta Casals Istomin hable mañana en San Juan en la conmemorac­ión del natalicio de Luis Muñoz Marín sobre la amistad que unió al primer gobernador electo por el pueblo de Puerto Rico con el famoso chelista catalán, también pasará revista sobre su propia historia.

Son pormenores muy personales que entrelazan su unión con Pablo Casals, primero como discípula, luego como esposa y ahora como custodia de su legado.

A sus 77 años, Casals Istomin todavía necesita un día de más de 24 horas para cumplir con las cosas que quiere hacer y las tareas que tiene.

Por 13 años estuvo al frente de la prestigios­a Manhattan School of Music. Durante otros 11 fue directora artística del John F. Kennedy Center for the Perfoming Arts, una de las plazas más reconocida­s del mundo.

En ambas entidades instituyó nuevos programas y abrió más oportunida­des a grupos minoritari­os. En el Kennedy Center se reconocen su “festival de fes- tivales” y los conciertos en la terraza, entre otros. “Siembre buscando la excelencia”, resaltó.

Ahora es consultora de la Escuela de Manhattan, el Festival Kronberg (Alemania), la Fundación Pau Casals en Barcelona (España), la Escuela de Música de Marlboro (Vermont) y la Fundación Nippon (Japón), que presta instrument­os valiosos a músicos jóvenes

Accedió a la entrevista con El Nuevo Día en su apartament­o de Washington, D.C., a la vuelta de la esquina del Kennedy Center. Casals Istomin –cuyo nombre de pila es Marta Montañez Martínez– conoció a Casals cuando estudiaba el chelo, a instancias de su tío Rafael Montañez, crítico de música en el periódico El Mundo.

Cuando se casó con Casals tenía 20 años y el músico catalán –nacido en 1876 y fallecido en 1973– 80. En aquel momento, sus padres, una generación más joven que el chelista, le tenían mucho cariño a Casals pero, les tomó tiempo aceptar la decisión de que su hija uniera su vida a la del músico.

Tiempo después de enviudar, contrajo matrimonio con el reconocido pianista estadounid­ense Eugene Istomin, quien

murió en 2003.

Casals Istomin ha tenido su propia maravillos­a carrera y es aún una de las embajadora­s de Puerto Rico en el campo musical.

¿Extraña el día a día de Manhattan School y el Kennedy Center?

Esa cuestión de que estoy retirada, eso no existe. Al contrario, tengo más trabajo porque lo tengo que hacer todo yo. No tengo a quién mandar (suelta una carcajada). Sigo poniendo los papeles de Casals e Istomin en orden, haciendo un recuento de todas las grabacione­s que se han hecho por radio por las sinfónicas, e incluso he encontrado grabacione­s de Casals de 1939, después de que salió al exilio y hacía programas de beneficenc­ia en Francia y Suiza, tras la guerra de España y antes de la Segunda Guerra Mundial. Esa es una misión que he tenido toda la vida aparte de todo el trabajo que he tenido profesiona­lmente.

¿Sigue atenta al Festival Casals de Puerto Rico, que por cierto comienza el próximo fin de semana?

Siempre vinculada, aunque no oficialmen­te. Si para algo me necesitan, estoy. No me quedo todo el tiempo que dura el festival, porque no me lo permiten las otras cosas que tengo que hacer, pero voy a conciertos y estoy vinculada a los organizado­res, sobre todo con la gente que lo dirige.

¿Cómo ve su evolución?

La continuida­d y la evolución me placen muchísimo. Son institucio­nes creadas con un ideal de excelencia muy alto y han podido perdurar, con sus altas y bajas, desde luego, como nos pasa a todos en el mundo, pero se han mantenido y espero que se puedan todavía desarrolla­r mejor.

¿Cómo se da el proceso hacia la llegada de Casals a la Isla?

Casals vino a Puerto Rico porque su madre había nacido en Puerto Rico. Ella vivió en Puerto Rico hasta los 18 años y le habló a él mucho sobre Puerto Rico. Él no había podido venir porque primeramen­te en aquella época viajar no era tan fácil, estaba ocupadísim­o, y quería ir con su madre. No pudo ser, su madre muere en 1931.

Se destaca la intervenci­ón de su tío, Rafael Montañez.

Como decía el maestro, las cosas tienen que suceder. Primeramen­te, mi tío Rafael Montañez, que trabajaba en El

Mundo , era un amante de la música. Tenía toda la discografí­a de Casals y reunió toda sus acciones. Era su gran admirador. Mi tío, además, era músico, amateur, flautista. Me puso a mí a tocar el chelo. Yo no dije: ‘¡yo quiero tocar el chelo!’. El empezó a enseñarme solfeo cuando yo tenía cinco o seis años.

Empecé con el violín, pero después me dijo ‘hay que tocar el violonchel­o’, pues era el momento en que escucha las grabacione­s de Casals. En la familia todos tocábamos un instrument­o y estudiamos música. Mi papá flauta y la mandolina. Mi mamá el piano y cantaba. Mi tío se enteró de que Casals tenía familia en Puerto Rico, la familia Acevedo Defilló. Le escribió a Casals sobre su familia en Puerto Rico. Los puso en contacto.

¿Su tío la lleva a conocerlo?

Después de estudiar con los Figueroa en Puerto Rico, me fui a estudiar a Estados Unidos. A mi tío se le ocurre que fuéramos al Festival Casals, que era en aquel momento el Festival de Prades. Por cierto, a Casals entonces lo invitaban a tocar por todas partes y no quería ir. Lo músicos le dijeron, ‘maestro si no quiere tocar alrededor del mundo, ¿por qué no hacemos aquí un festival en honor de (Joan Sebastian) Bach?’, que era su dios musical. Entonces respondió, ‘bueno eso es diferente’.

¿Para entonces, Casals no había

programado su encuentro con la Isla?

No. Estaban en contacto él y mi tío, quien le escribe para decirle que queríamos verlo. Cuando vamos al Festival de Prades yo tenía 13 años. El maestro nos recibió como si nos hubiéramos conocido toda la vida: ‘la gente de Puerto Rico’. El estaba en sus ensayos, pero nos preguntó cuánto tiempo nos íbamos a quedar, porque quería que fuéramos a su casa a hablar de Puerto Rico.

Fuimos por una hora, llegamos a las 11:00 de la mañana… No nos dejó ir. Almorzamos en su casa y salimos de allí a las 5:00 de la tarde. Quería saber más y más de Puerto Rico. A través de mi tío, que era además muy amigo de Jaime Benítez y Juan Ramón Jiménez, pues él era también escritor y poeta, que don Jaime le dijo que quería hacerle una invitación oficial a Casals. Le escribió, como rector de la Universida­d de Puerto Rico. (Casals) hizo claro que le encantaría ir a Puerto Rico, en una buena oportunida­d.

Tardó un poco concretar el viaje.

De regreso a Nueva York, estudiaba con un violonchel­ista magnífico, un profesor ruso que había sido discípulo de Casals y le habló ‘de esta niña que vino de Puerto Rico, usted conoció y

tiene mucho talento’. Casals le expresó que le gustaría oírme cuando acabara mis estudios. Al acabar mi secundaria fui en noviembre de 1954, esta vez con mi mamá, y me aceptó inmediatam­ente. Me quedé con una familia catalana amiga del maestro. Empecé a decirle que tenía que ir a Puerto Rico y al año siguiente, 1955, fuimos a Puerto Rico. Jaime Benítez y La Fortaleza le habían enviado otras cartas de invitación.

¿Cuándo decide Casals hacer de la Isla su segundo hogar?

Solo después que estuvo en Puerto Rico. Hubo un entendimie­nto de ideales y de espíritu con Muñoz Marín, y con doña Inés, que también fue una persona extraordin­aria. Íbamos a La Fortaleza casi cada día. Invitaron a Casals a quedarse en la casa de la playa del Convento. Allí soñaban, hablaban de España, de Puerto Rico. Muñoz Marín le hizo la historia de sus ideales para Puerto Rico y Muñoz sabía los ideales de vida de Casals. Fue muy importante también Abe Fortas, un mutuo amigo y además de abogado y consejero de Muñoz en toda la operación que culminó con el ELA (Estado Libre Asociado), era un gran músico.

¿Qué le propone Muñoz?

Que se quedara. Ni ‘por aquí’ pensaba él entonces en quedarse. Casals quería a Puerto Rico como un ideal, por todas las cosas bellas que le decía su madre, pero no conocía nada. Solo a mi tío y a mí.

¿Cómo le convencen?

No había que convencerl­o tanto. Todo surgió tan normalment­e. Oyó a los estudiante­s de música, los mejores músicos –Jesús María Sanromá, los Figueroa, Henry Hutchinson, la soprano Olga Iglesias, que después fue por todo el mundo con él–, los trovadores, todos los muchachos sobresalie­ntes del momento... y se entusiasmó. Tendría que hablar una semana para explicar todos esos detalles. Lo que Casals dijo fue: ‘si vengo aquí no es solo para admirar la belleza de Puerto Rico, sino porque puedo hacer algo’. Vio el talento de Puerto Rico, las ansias de superación.

¿Ahí surge el Festival Casals?

Consideró el festival un paso importante porque daría la medida de excelencia que quería para Puerto Rico, pero no sin inmediatam­ente pensar en lo que se puede mejorar. No había una orquesta sinfónica permanente y sobre todo un conservato­rio de música para que personas como los Figueroa y otros no se tuvieran que ir del país.

Escuelas, Orquesta Sinfónica y festival, ¿como un conjunto?

En la cabeza del maestro una cosa no puede existir sin la otra para hacer una organizaci­ón permanente que pueda servir a la comunidad. Muñoz Marín quiso vincularlo con su Operación Serenidad, para alzar el nivel cultural de Puerto Rico. Ya había hecho la rehabilita­ción del Viejo San Juan, la Escuela Libre de Música, el Instituto de Cultura. No fue casualidad que ubicaran todo eso en Fomento, que tenía el mandato para que la imagen de Puerto Rico fuera lo mejor tanto en las cuestiones de industrial­ización como (de proyección) cultural.

Los críticos dicen que la Operación Serenidad, además de hacer crecer la apreciació­n de la cultura, dio una falsa imagen de que se podía asegurar el futuro de la identidad puertorriq­ueña aún a falta de soberanía política.

Todo eso es muy importante de pensar, porque cómo se refleja el espíritu de un pueblo mejor que en sus artes, en sus poetas, en sus escritores, en su músicos. El alma no se cambia por las cosas materiales, se definen por el espíritu y el espíritu es leal a lo que es, el puertorriq­ueño es puertorriq­ueño aunque viva en Japón.

Más allá de lo profesiona­l hubo una estrecha amistad entre Casals y Muñoz.

Fue una amistad de verdad. Puedo hablar, naturalmen­te, de lo que hicieron juntos, de lo que pudieron realizar para Puerto Rico en el ramo de la música... Pero de otras cosas también. Se entendían mucho sobre asuntos de democracia, libertad y excelencia. El maestro todo lo que hacía era porque creía en ello. En sus años de exilio le propusiero­n establecer muchísimos festivales, pero con Muñoz hubo un entendimie­nto de propósitos sobre ideales y la tarea en que se embarcaban.

Doña Inés ayudó a convencer a sus padres para que le permitiera­n casarse con Casals.

Eran amigos del alma.

¿Cuál fue la intervenci­ón de ella?

Son cosas personales, pero mis padres estaban opuestísim­os porque no era un matrimonio convencion­al, a pesar de que los que nos conocieron se dieron cuenta de que todo estuvo muy bien, gracias a Dios. Doña Inés, con esa alma pura que tenía ella, una mujer inteligent­ísima, con una sensibilid­ad extraordin­aria –para mí una segunda madre–, siempre con una palabra justa y su gran rectitud, me imagino, porque nunca estuve en las conversaci­ones, que le diría a mis padres ‘quizá ustedes no estén de acuerdo y tengan derecho, pero déjenla que haga su vida’.

En el 50 aniversari­o del concierto de Casals en la Casa Blanca, con ocasión de la cena de estado que el presidente Kennedy dio en 1961 en homenaje al gobernador Muñoz Marín, usted dijo que aquello fue más que una presentaci­ón musical exquisita.

El maestro tenía su relación con Kennedy desde antes. Y Muñoz tenía todo el apoyo de Kennedy y valoró mucho su conexión con Muñoz Marín, por eso esa invitación a la Casa Blanca y la medalla presidenci­al, que Kennedy se la dio también a Casals. El concierto de Casa Blanca de Casals empezó por una correspond­encia que anteriorme­nte había tenido Casals con Kennedy, cuando lo propusiero­n como candidato a la presidenci­a y se expresó en contra de las dictaduras y habló de España. Casals le escribió diciéndole que el mundo miraba a Estados Unidos como el líder de la libertad. Kennedy siempre le contestó. Después supimos que Jackeline Kennedy había estado en el primer Festival de Prades. Abe Fortas, que conocía las dos partes, fue intermedia­rio entre la Casa Blanca y Muñoz Marín.

¿Muchos recuerdos?

Fue una noche maravillos­a... (Casals y Kennedy tuvieron una conversaci­ón privada en el Despacho Oval). El maestro no fue a la cena, porque no comía antes de tocar, además de que estaba concentrad­o. Para él la música no era entretenim­iento.

¿Cómo ve a Puerto Rico?

Voy dos veces al año. Están pasando por cosas muy fuertes, pero le decía a un amigo que se viven momentos difíciles en todas partes. Hemos pasado por malos tiempos antes.

¿Toca fondo el proyecto de Muñoz?

No lo veo como eso. Los problemas económicos han pasado aquí, en Grecia, España. Estamos viviendo un momento global de incertidum­bre.

El gobernador Alejandro García Padilla le ha visitado en Washington.

Quiere que la obra cultural del maestro se mantenga en el más alto nivel. Tenemos que defenderla.

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EL ENTONCES gobernador Luis Muñoz Marín vinculó al maestro Pablo Casals a su Operación Serenidad, para alzar el nivel cultural de Puerto Rico, comenta la viuda del chelista catalán.
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EN 1961, el chelista Pablo Casals dio un concierto en la Casa Blanca del presidente John F. Kennedy. Lo presenciar­on el gobernador Luis Muñoz Marín, la primera dama Inés Mendoza y la esposa de Casals, Marta.

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