Da a jóvenes lo que a él le faltó y lo que le sobró
Hace dos décadas, el exjugador del Equipo Nacional salió de la prisión para consolidarse como uno de los principales jugadores del país. Ahora comparte su experiencia como dirigente de niños y jóvenes
HATILLO - Llega vistiendo un mahón y una camiseta polo que lo identifica como ‘Capitán Vega’. Entra a la cancha y, de inmediato, pasa lista de los jugadores.
“¿Oye, dónde está tu amigo?”, le pregunta en inglés a uno de los jóvenes canasteros. “Está en un retiro”, responde el chico en referencia a una actividad espiritual.
Orlando Vega escucha la contestación y no pierde más tiempo para comenzar la sesión de entrenamiento. Ellos mismos se ubican en una línea y el exjugador del Equipo Nacional ofrece una primera directriz: “Cinco veces”, precisa sobre la cantidad de repeticiones que deben realizar en el calentamiento. Todos salen a correr y Vega los observa con detenimiento.
Esta ha sido la dinámica de Vega en los últimos cuatro años como dirigente de baloncesto masculino en el Colegio Evangélico Capitán Correa, en Hatillo. Ya no lleva las zapatillas de jugador, sino los zapatos de piloto. Y el excanastero de los Piratas de Quebradillas parece disfrutar a plenitud esta faceta en su vida, luego de jugar por última vez hace cinco años en el BSN.
A sus 45 años de edad, Vega se ve tranquilo y en paz. Su niñez y adolescencia fue muy difícil. Pero fue bendecido con un talento muy especial para jugar baloncesto. Un talento que por poco lo desperdicia al cometer errores de juventud que, incluso, lo llevaron a la cárcel. Ahora esas vivencias las usa para educar a los jóvenes.
“Me encanta”, asegura Vega en entrevista con en medio de la práctica al hablar de
El Nuevo Día su faceta como dirigente. “Disfruto mucho el proceso de hacer mejor a los muchachos. No pienso en las victorias ni en las derrotas, sino en la manera que puedo ayudarlos a mejorar dentro y fuera de la cancha. Muchos dirigentes lo hicieron conmigo y quiero hacerlo con ellos”.
Dentro del tabloncillo, Vega posee bastante conocimiento para instruir a los jóvenes sobre los fundamentos del juego. Acumuló 18 temporadas en el BSN y fue uno de los jugadores más sobresalientes en su época. Terminó su carrera con uno de los promedios más altos de anotaciones en la historia con 19.8 puntos en 438 partidos. También vistió la camiseta del Equipo Nacional. Así que durante su carrera tuvo el privilegio de pasar por las manos de los mejores pilotos en la Isla, como Raymond Dalmau, Flor Meléndez, Julio Toro, Carlos Morales y el fenecido Miguel Mercado. “Todos ellos me ayudaron mucho. Y de cada uno aprendí algo. La parte sicológica, que es tan importante, la aprendí de Julio. Y ahora aquí trato enseñarles de las cosas que aprendí de ellos. Esto es algo que siempre he querido hacer”, señala.
Sobre la vida fuera de la cancha, Vega también tiene mucho para enseñar. Cometió sus errores, pero aprendió de ellos.
DIFÍCIL INFANCIA
Nacido en Brooklyn, Nueva York, Vega se crió sin sus pro- genitores y ya a los 13 años vivía en un hogar sustituto. Su abuela lo crió en su primera etapa de vida, y luego a los 12 años se mudó con su progenitora, pero la relación duró poco tiempo. Su padre puertorriqueño, mientras tanto, estuvo ausente todo ese tiempo. No fue la crianza anhelada por él.
“Tenía que ir a la escuela y estudiar por mi cuenta. Era duro. Tenía que tomar decisiones como un adulto”.
Y sus malas decisiones lo llevaron por el camino incorrecto, cuando se proyectaba como uno de los principales jugadores de la nación. Fue becado en la reconocida academia Oak Hill, mudándose a Virginia. Allí fue escogido como ‘All American’ y en el partido de los mejores prospectos marcó 24 puntos, superando a eventuales estrellas de la NBA como Alonzo Mourning y Shawn Kemp.
Su talento llamó la atención de los principales programas de baloncesto en la NCAA y fue becado por la Universidad de Arizona. Pero Vega no estaba enfocado; los estudios no eran una prioridad para él. No estuvo mucho tiempo en Arizona y, posteriormente, se trasladó a Providence. La historia se volvió a repetir. Vega abandonó los estudios y así se esfumaba la posibilidad de continuar desarrollando su talento y dar el salto a la NBA. “Lamento mucho lo que me pasó. La educación es muy importante”, reconoce.
Vega fue reclutado en el 1988 por el apoderado Tito Cordero para venir a la Isla. Con 20 años debutó con los Piratas e impac-
tó la liga con un juego explosivo y versátil. Promedió 18.6 puntos en su temporada de novato. Retornó en las siguientes dos temporadas, quemando la liga con promedios de 24 y 29 puntos por juego, respectivamente. Era una de las estrellas del torneo.
Y en medio de su éxito en la liga, Vega vio detenida su carrera baloncelística en el 1991. Fue arrestado en Estados Unidos por un caso de drogas y cumplió tres años y medio en prisión. “A veces tomas malas decisiones y necesitas a tus padres. Si quizás hubiera tenido a mis padres no hubiera tomado malas decisiones en mi vida, pero estaba solo en las calles. Creo que eso me costó para no haber llegado a la NBA”, manifiesta con cierta resignación.
“LA PRISIÓN ME CAMBIÓ”
Ya han pasado 20 años de aquel momento que salió de la cárcel. Y al repasar su tiempo en prisión, Vega reconoce que le ayudó a madurar. “La prisión puede ayudarte aprender; y yo aprendí. La prisión me cambió. Me había quitado la libertad y el baloncesto. Tuve suerte que cometí el error joven en mi vida y tuve la oportunidad de recuperarme y llegar a jugar con el Equipo Nacional. Allí, en la prisión vi al equipo jugar contra el primer Dream Team (en el 1992) y fue algo que me dolió, porque sabía que podía estar allí. Fue algo que me motivó. Me puse en condición y organicé mis pensamientos”.
Vega salió del presidio en Minnesota y trabajó para recuperar el tiempo perdido. Regresó al torneo y encabezó la liga en anotaciones con 25.3 puntos. Su actuación le mereció un espacio en el seleccionado que jugaría en el Mundial 1994.
“Salí de allí (prisión) y lideré la liga en puntos, y al poco tiempo estaba jugando ante el Dream Team II (en Toronto). Fue un sueño hecho realidad”, rememora el padre de cuatro hijos.
Ahora, Vega comparte su his- toria con los adolescentes y jóvenes que dirige en el Capitán Correa y también en las categorías menores en Quebradillas, donde reside. “Mi sueño es ayudar a estos muchachos. Ellos me miran y les hablo de mi experiencia. Les hablo de la vida real. El baloncesto no es la vida real. Les hablo de la importancia de estudiar, porque el baloncesto no lo es todo. Quiero que sean buenos estudiantes y si trabajan fuerte que sean buenos jugadores”, concluye.