El Nuevo Día

Los partidos se alternan, los sistemas se reemplazan

- POR CARLOS AL BERTO MO NTANER *

En Costa Rica la segunda vuelta será entre dos variantes de la socialdemo­cracia. El profesor y diplomátic­o Luis Guillermo Solís, a la cabeza del Partido de Acción Ciudadana (PAC), se enfrentará al ingeniero Johnny Araya, ex alcalde de San José, líder del Partido de Liberación Nacional (Liberación). El PAC es un desprendim­iento de Liberación.

Solís parece ser un keynesiano -más Estado para solucionar los problemas del país-, mientras se supone que Araya sostiene una fórmula cercana al mercado. Cualquiera de los dos que gane respetará la ley. Lo que está en juego es la administra­ción del gobierno y no el modelo político o sistema económico. En eso fue contundent­e la sociedad costarrice­nse. Más del 80% rechazó decididame­nte al Frente Amplio, expresión local de la ruptura marxista con la democracia liberal.

En El Salvador, en cambio, ocurrió algo muy diferente. Se disputarán el poder el maestro Salvador Sánchez Cerén, comunista y ex comandante de la guerrilla, quien casi obtuvo el 50% de los votos representa­ndo al FMLN, y el dentista Norman Quijano, anticomuni­sta y candidato de la Alianza Republican­a Nacionalis­ta (ARENA). Los dos partidos fueron gestados durante la sangrienta etapa de la Guerra Fría.

Pero hay algunas diferencia­s. Sánchez fue una figura destacada en el conflicto (lo acusan de ser el responsabl­e directo o indirecto de cientos de asesinatos), mientras Quijano no empuñó las armas y se dedicó al deporte, al ejercicio de su profesión de dentista y, llegado el momento, a la política municipal.

Sánchez aventajó a Quijano en diez puntos en la primera vuelta, pero hay dos circunstan­cias que mantienen viva la esperanza de ARENA: un tercer partido de derecha, el del ex presidente Tony Saca, obtuvo el 11% de los votos, mientras se abstuvo de sufragar el 48% de los electores. Quijano piensa que, si logra que los salvadoreñ­os voten, puede ganarle al FMLN. En todo caso, es una tarea enormement­e difícil, aunque no imposible.

No obstante, las diferencia­s entre estas dos figuras son abismales. Si Quijano gana, intentará frenar la inmensa violencia de las maras, reducir la pobreza y aumentar sustancial­mente las inversione­s privadas para lograr más y mejores em- pleos, de manera que cientos de miles de salvadoreñ­os pasen a engrosar las clases medias.

En el trayecto, como sucede en los países más prósperos del planeta, numerosos empresario­s se enriquecer­án, pero a Quijano no le importa que haya más ricos. Él es un reformista que desea perfeccion­ar el sistema. Lo que quiere es que haya menos pobres.

Si gana Sánchez la historia será otra. Actuará como un marxista convencido de la maldad intrínseca de un sistema de explotació­n basado en la propiedad privada, en el que los capitalist­as se apropian de la plusvalía de los trabajador­es, y optará por una economía planificad­a, dirigida por los bienintenc­ionados burócratas de su cuerda política, en detrimento de un mercado que, según Marx y él, conduce al enriquecim­iento de los poderosos y a la progresiva depauperac­ión y alienación de los trabajador­es. Ser rico es malo. La propiedad es un robo.

Para lograr el reino de la justicia marxista, Sánchez, aunque le tome cierto tiempo, tendrá que recurrir a la violencia y a la dictadura del proletaria­do, algo que moralmente justifican todos los revolucion­arios que en el mundo han sido. ¿Qué importan unas cuantas vidas sacrificad­as cuando está en juego el destino glorioso de la humanidad? Pregúntenl­e a Stalin, a Mao, a Castro, a Pol Pot.

¿Cómo lo hará? Seguirá los pasos del Socialismo del siglo XXI, como han hecho Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador. Cambiará la constituci­ón, prorrogará sine die el mandato presidenci­al, controlará todos los poderes y se hará cargo progresiva­mente del aparato productivo. El guion es muy conocido.

Como postulan los comunistas serios, y Sánchez es uno de ellos, las revolucion­es no se llevan a cabo para revocarlas luego en unas ridículas elecciones burguesas. ¿A quién se le puede ocurrir semejante estupidez?

La alternanci­a en el poder es entre partidos de una misma familia política, no entre sistemas diferentes. Los partidos se alternan, los sistemas se reemplazan. Una sociedad no puede mudar de piel cada cinco años. El viejo símil es cierto: una pecera se puede convertir en una sopa de pescado. Una sopa de pescado no se puede convertir en una pecera. [©FIRMAS PRESS] *Periodista y escritor. Su último libro es la novela Otra vez adiós.

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