El Nuevo Día

Huella prioritari­a

LLEVA SU TATUAJE DE IMPRONTA ARTÍSTICA AL MUSEO DE ARTE DE PUERTO RICO

- POR CARMEN GRACIELA DÍAZ

¿ Qué puede provocar que un tatuaje sea motivo de conversaci­ón o tema en palabra y acción de un evento artístico?

Tal vez se debe a que esa seña en la piel es la máxima de un creador que convierte ese acto cotidiano, de lecturas rebeldes y artísticas, en un asunto que desde niño sintió prioritari­o.

El resultado de ese modo de asumir el tatuaje se registra en el camino que ha hecho entre dibujos, agujas y pigmentos, con clientes y el público en general que sabe quién es ese muchacho llamado Juan Salgado.

Si se hace el ejercicio de preguntarl­e a un grupo de universita­rios de ese tatuador, muchos lo reconocen sin problema alguna.

“¿Ese es el que marcó a Ricky Martin?”, pregunta una de las muchachas en un salón de clase en Bayamón. Por nombres como ese, que han pasado por sus máquinas y su ojo, unos lo han denominado “El tatuador de las estrellas”.

Pero con o sin esas figuras, o el reconocimi­ento que se ha labrado, algo es recurrente al conversar con Salgado: que el tatuaje lo defiende como arte y que no tiene intencione­s de detener sus esfuerzos por legitimar esa expresión lejos de estereotip­os.

“Siempre pensé que el tatuaje era arte. Quería que la gente lo supiera, pero por alguna razón misteriosa nunca fue vinculado. Hay gente que al ver mi portafolio veían un cuadro y me decían, ‘ ¿Tú eres artista tam- bién?’ Entendí que es una noción que necesita trabajo y educación”, indica.

Esa visión del tatuaje como arte y oficio la pondrá de manifiesto en la próxima edición de “Arte Jangueo” que se realizará el viernes, 21 de febrero, desde las 6:00 de la tarde, en el Museo de Arte de Puerto Rico que ubica en el 299 de la Avenida De Diego en Santurce.

Allí, en la coyuntura que llama “una meta cumplida”, los asistentes serán testigos de distintas expresione­s artísticas entre las que se encuentra la suya, el proceso que requiere un tatuaje como el que trabajará durante tres a cuatro horas, como estima, en la piel de una joven.

Para Salgado, que considera el tatuaje un proceso privado en el que en su estudio Color Conspiracy no permite acompañant­es, este escenario lo ubica en un acto en vivo, no sólo delante del público sino con cámaras y pantallas que lo proyectará­n en medio de su faena creativa. “Además estaré exhibiendo mi arte, así como los artistas que tengo en mi estudio”, asegura al reiterar con orgullo que Miguel del Cuadro, Joey Rodríguez, Cristóbal Cartagena y Krystel Ivannie “también pintan”.

“Lo que cambia es la superficie”, proclama Salgado sobre el talento que se puede amoldar a distintos medios.

LÁPIZ Y SUPERFICIE­S

Cuando hace un recorrido por su carrera, no puede evitar acordarse de los orígenes del dibujante, del que fue aquel niño que llenaba sus libros de texto con trazos que no les permitían llegar a otras manos.

Aquellos libros no se podían vender porque estaban cubiertos de imágenes y se ríe al contar aquellas urgencias creativas que llamaban a expresarse. La marca era y sigue siendo su norte.

“Cuando era bien pequeño, mi hermano, que es muy fanático del arte, me puso un lápiz en la mano y dice que cuando tiré mi primera línea vio el enfoque, y notó que me sorprendió lo que podía crear con mis manos”, relata quien tras mostrar su aptitud, cuenta que su mamá lo llevó a la Liga de Arte de San Juan para desarrolla­r su potencial.

Hoy, a sus 32 años, un tatuador que se ha probado local e internacio­nalmente, le adjudica su éxito a la educación en arte que tuvo desde temprano.

La Liga, la Escuela Central de Artes Visuales, la Universida­d del Sagrado Corazón, la Escuela de Artes Plásticas y Atlantic College fueron espacios de los que absorbió cuanto pudo. “Todo lo he usado para hacer lo que hago hoy día”, menciona.

Ya son más de diez años de experienci­a, y ello le permite afirmar que en tiempos de crisis, la gente suele tatuarse más de lo usual.

Es que, como plantea, “el tatuaje es un arte, y se ve bien bonito, pero es una movida va-

Siempre pensé que el tatuaje era arte. Quería que la gente lo supiera, pero por alguna razón misteriosa nunca fue vinculado. Hay gente que al ver mi portafolio veían un cuadro y me decían, ‘¿Tú eres artista también?’ Entendí que es una noción que necesita trabajo y educación”.

liente que también funciona co-mo sanación, para conmemorar, para cerrar capítulos. Hay quie-nes por alguna razón se sanan con el tatuaje”. Lo dice y re-flex iona que a veces se siente como una suerte de “psicólotes­tigo" de cuentos perso-nale s, de las razones tras una o determinad­as marcas. El calendario tiene a Salgado inmerso en la expansión de su esdio Color Conspiracy que traslada de Guaynabo a la calle Loiza en Santurce y cuya aper-tura

Deserá el 28 de febrero. esde allí, un lugar más am-plio porque deseaba “un lugar que esté más booming, más comercial, donde el arte está su- cediendo”, trabajarán siete artistas y un perforador.

“Estaremos trayendo artistas internacio­nales todos los meses, a lo que llamamos los Guess Spots, donde las personas podrán tatuarse con artistas de renombre”, explica quien agrega que en el estudio habrá, a su vez, una galería de arte urbano para exponer obras tanto de los creadores de Color Conspiracy como de otros creadores.

Así las cosas, murales de Miguel del Cuadro, Joey Rodríguez, Gerardo Cloquell, Spear Torres, V de Vergara, Orlando Santiago y de Salgado así como uno en agenda de Alexis Díaz de La Pandilla poblarán la galería mientras trabajos de los tatuadores del estudio estarán abajo, de acuerdo con el artista que tiene sobre 75 premios internacio­nales como el primer lugar en Best Color y Tattoo of the Show , Hell City Ohio, en 2008, y el primer lugar, en 2010, en Best Color Detroit Motor City Tattoo Expo.

Del arte suyo al de colegas, Salgado va y viene con el mismo respeto con el que aplica color, traza líneas o analiza posibilida­des para esa superficie que cambia entre clientes y medios. De ahí que antes de colgar la llamada, Salgado mencione que admira profundame­nte a Salvador Dalí, al tatuador que considera su guía, Guy Aitchison (el que marcó su brazo izquierdo), y los artistas del Renacimien­to. “Cuando fui al Vaticano, casi lloro cuando veo el trabajo de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina”, expresa conmovido.

Al revisar aquellos días del inicio de su pasión cuando los tatuajes empezaron en su casa, hasta que hizo su nombre en un primer trabajo, un estudio en Bayamón, y su actual espacio donde se conspira a base de colores y las historias que se crean a fuerza de agujas, la constante ha sido, como asegura, ser el mejor en lo que hace.

“Nunca tuve idea de hacer dinero, sólo quería llevar el arte del tatuaje a su máxima expresión”, finaliza, con esa satisfacci­ón alegre que no se va de su voz. Es, tal vez, la alegría que provocan ciertas marcas, las líneas que trasciende­n y sobrepasan la mortalidad del artista. Al fin y al cabo, como otros que creen en el arte, Salgado valora lo que estuvo antes y aquello que sucederá tras la huella.

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EL ARTISTA posa con piezas que recogen su temática creativa.
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