El Nuevo Día

El potencial de Puerto Rico

La agroindust­ria y su efecto multiplica­dor

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PUERTO RICO TIENE un gran potencial en la agroindust­ria. Su tierra es ubérrima y tiene el conocimien­to tecnológic­o, los profesiona­les y una mano de obra diestra y razonablem­ente escolariza­da. Hacen falta dos cosas para su desarrollo: inventiva y voluntad política.

La agroindust­ria no tiene la rimbombanc­ia de la industria con alta tecnología. Las administra­ciones gubernativ­as que se han turnado en el poder siempre han dado énfasis a la inversión extranjera por invitación de gran capital tecnológic­o. Han preferido llenar el buche económico del país de una sola y grande engullida, se olvidan que a veces es preferible y más práctico llenar el buche grano a grano con lo propio, sin depender de lo extranjero.

El valor agregado a la agricultur­a tiene un efecto multiplica­dor de mano de obra: la fase puramente agrícola y la fase industrial. No se requiere para ello depender de grandes capitales extranjero­s que decidan invertir en Puerto Rico. No es que prescindam­os de ellos. Siempre hacen falta. Pero la capacidad productiva del país debe centrarse, en lo posible, en el capital nativo, sin necesidad de cuantiosos capitales de inversión. El crecimient­o y potenciali­dad de esa, al principio modesta, inversión de capital tiene el potencial de ir creciendo cuando hay inventiva.

El ejemplo de un químico en Colombia debiera servirnos de paradigma. Jorge Humberto Barrero está revolucion­ando la industria del papel con un novedoso proceso. Permite obtener fibra de celulosa de alta resistenci­a con residuos de un producto agrícola que abundaba en Puerto Rico: la caña de azúcar. Pero a diferencia del método para producir papel de la caña de azúcar que ya existe, la invención de Borrero utiliza la hoja y no el bagazo.

Empero, no hay que ir lejos. Un boricua ejemplar es paradigma, aunque a pequeña escala, de esa creativida­d en la actividad agroindust­rial. No quiere esto decir que su ejemplo no es aplicable a gran escala. Se trata de Jaime Rodríguez, un fanático de la buena cocina, quien ha transforma­do su pasión por la buena mesa en un exitoso negocio de salsas y aderezos picantes.

Rodríguez se ha convertido, con su creativida­d, en fundador y presidente de Jaro Foods, una pequeña empresa que elabora sus productos bajo la marca Artesanía Gourmet. Invirtió $20,000 en su actual negocio para adquirir equipos y material de trabajo. Fue perfeccion­ando mezclas hasta que perfeccion­ó su primer producto: una salsa de barbacoa elaborada con un producto casi silvestre en Puerto Rico, la guayaba.

Comenzó a distribuir ese primer producto agroindust­rial en gasolinera­s y pequeñas tiendas de comestible­s en el sur del país, donde residía. Con el paso del tiempo, siguió añadiendo nuevos productos: la salsa de barbacoa con sabor a parcha y la salsa picante de piña. Ha logrado colocar sus productos en la cadena de supermerca­dos Super Max. Lo que su empresa ahora requiere es desarrolla­r un estrategia efectiva de mercadeo para sus productos agroindust­riales.

Quiérase aceptar o no, es necesario romper con el designio colonial para Puerto Rico de convertirn­os exclu- sivamente en un país consumidor de los productos cultivados y elaborados en Estados Unidos, no en un país productor cuyos bienes de consumo sean casi totalmente importados de Estados Unidos. En la agroindust­ria existe, inclusive, el potencial de la exportació­n de productos agrícolas endémicos elaborados mediante valor añadido.

Puerto Rico tiene un gran potencial en sí mismo a través de sus propios recursos; de su capacidad endógena. Hace falta, sin embargo, confianza y orgullo propio como nación. En nosotros mismos está el futuro de Borinquen.

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Por Rafael Santiago Medina

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