Con el sazón familiar
Cristian Pérez Murillo estaba destinado a vivir en la cocina. El sabor criollo corre en la sangre de su familia. La herencia culinaria se remonta a la década de 1950 cuando, según ellos, su bisabuelo estableció el primer restaurante de comida criolla en Guaynabo: El Criollo, que duró 30 años.
La madre de Cristian, Eugenia Murillo, creció entre el intenso aroma del “adobo y sofrito de la familia”, creado por sus abuelos.
“Ahí aprendí todo… El secreto de ahí era el sazón, el no usar adobo. Se preparaba acá el sazón con sal, ajo, orégano y pimienta y sofrito”, explicó Murillo, quien es coordinadora de eventos y está a cargo del servicio de catering.
La genética y la experiencia que Pérez vivió lo llevó a emprender su propio proyecto gastronómico a sus 24 años: El Paladar Criollo.
Tras dos años, este restaurante ha expandido su espacio y tenido una acogida inesperada. “No le veíamos el potencial que ha tenido. Ha sido genial. Brutal”, explicó Pérez, en relación a su idea inicial de algo “no tan complicado”.
Ahora el restaurante sirve un menú tradicional donde resaltan los mofongos, duofongos y trifongos de yuca, plátano y amarillo,
En El Paladar Criollo, los comensales dan un viaje culinario a través de los mejores platos de nuestro país
provenientes del centro de la isla. Los lunes deleita el típico sancocho.
Entre las carnes figuran la pechuga de pollo, así como el bistec encebollado, la carne frita, el churrasco, el salmón y el filete de pescado.
“El toque del sabor… Se puede decir que es como el de abuela, toque bien criollo. La que empezó la cocina fue mi abuela y las recetas están estandarizadas a su sazón.
De aperitivos lo más distintivo es su bandeja de antojitos boricuas, todos elaborados en la casa, como minialcapurrias, minibacalaítos, minimofongos y sorullos.
“Tratamos de hacerlo lo más puertorriqueño posible, que tú te sientas como cuando comes en tu casa o de un familiar, con ese sabor, ese toque que te gusta”, añadió.
Debes dejar un espacio para culminar deleitándote con uno de sus postres de la casa como el flan de almendra, de coco, queso, guayaba y amaretto. La frescura la imparten los jugos naturales de china y toronja, pero cuentan con cervezas y vino.
Murrillo cree en la consistencia y dice tener el sabor del arroz y las habichuelas estandarizado.
“A las habichuelas las llamo las habichuelas de las abuelitas… Son exquisitas, te las puedes comer hasta solas”, explicó Murillo. Estas son ablandadas a diario y sazonadas con jamón, calabaza, recado y cilantrillo.
Pérez explica que la atención al cliente es “como si llegara el primo, que te sientas como en casa. Los clientes nos lo dicen que se sienten tan bien, como con su familia”. Algunos visitan el lugar a diario en busca de los almuerzos.
El sabor musical se enciende los jueves y viernes en la noche con música acústica, del ayer, nova trova y flamenco.