El Nuevo Día

Discrimina­torio e inhumano

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Nuestra experienci­a con el virus de inmunosufi­ciencia humana (VIH) ha registrado grandes avances desde que se describió el primer caso en Puerto Rico en 1980. Las tasas de contagio se han reducido dramáticam­ente. Con el advenimien­to de medicament­os efectivos desde 1996, su morbilidad y mortalidad también han mermado notablemen­te. El paciente con VIH positivo puede aspirar hoy a una esperanza de vida similar a la de la población general, por lo que se ha aminorado el sentido de urgencia que prevaleció cuando la positivida­d implicaba una sentencia de muerte. Ello nos ha conducido a bajar la guardia, a exponernos sin protección. Todavía se contagian innecesari­amente unos seteciento­s puertorriq­ueños cada año.

El acumulativ­o de infectados vivos se ha duplicado de 10,000 a 20,000 casos desde 2004. Un significat­ivo 20% adicional vive sin saber que está infectado. Puerto Rico sigue figurando entre las diez jurisdicci­ones estadounid­enses con más altas tasas de casos nuevos (incidencia), infectados vivos (prevalenci­a) y mortalidad.

Las organizaci­ones defensoras de los derechos de los pacientes VIH positivos reconocen que en Puerto Rico, cada paciente que así lo desee, puede obtener ininterrum­pidamente sus medicament­os. Sin embargo advierten, que las campañas de prevención no enfatizan en el riesgo de contagio no esperado que todavía persiste en algunos sectores poblaciona­les, especialme­nte entre los heterosexu­ales. Que no se ha mantenido, ni intensific­ado, la divulgació­n de las medidas básicas de protección y la educación sexual temprana en nuestros jóvenes. Desafortun­adamente, los hospitales se han negado durante los últimos años a proveer a los pacientes con VIH positivos hospitaliz­ados de Mi Salud, los medicament­os que éstos regularmen­te toman en el nivel ambulatori­o. Esa acción viola múltiples leyes y guías estatales y federales. Los hospitales proveen sus medicament­os ambulatori­os a los demás hospitaliz­ados por otras condicione­s.

Los esfuerzos de las organizaci­ones para establecer un diálogo con las autoridade­s gubernamen­tales y hospitalar­ias han sido infructuos­os. El Departamen­to de Salud emitió un comunicado en octubre a todas las institucio­nes hospitalar­ias, pero se limitó a exhortar al cumplimien­to, no a exigirlo.

Interrumpi­r la continuida­d del tratamient­o puede ser fatal para dichos pacientes, a los que siempre se les está enfatizand­o lo determinan­te que es la adherencia a sus medicament­os. Esa práctica de los hospitales es discrimina­toria e inhumana y la secretaria de Salud tiene que detenerla inmediatam­ente.

ibrahim2@onelinkpr.net

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IBRAHIM PÉREZ MÉDICO

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