El Nuevo Día

¿Salvar a Puerto Rico?

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La emisión de bonos aprobada se hizo bajo el argumento que se estaba “salvando a Puerto Rico”. Empero, en el mundo real vivimos de relaciones de poder desiguales, de institucio­nes sociales que refuerzan esa desigualda­d mediante la asignación de roles e inducción de conductas sociales, donde prepondera­n discursos que representa­n el interés de algunos, pero que venden como el de “todos”, y en donde las nociones que tenemos de nuestra vida no es más que la representa­ción que hacen las institucio­nes sociales sobre cómo debemos vivir la nuestra propia. por la profunda dependenci­a que tenemos de aquéllas, cuando se menciona que se está “salvando a Puerto Rico” hay que formularse una serie de preguntas. ¿A qué intereses o relaciones de poder buscan salvar? ¿Qué institucio­nes intentan mantener? ¿La forma de vida de quién se está salvando y a costa de quién? ¿Qué conductas y roles se quieren preservar?

Un sistema económico lo forman tanto productore­s y consumidor­es, ahorradore­s y aquellos faltos de ahorro, al igual que las institucio­nes sociales que los colocan a interactua­r (banca, sistema de partidos, gobierno, industrias). Si nos fijamos en el discurso público, cacareadam­ente se menciona que “todos” tenemos que sacrificar­nos por “el bien” de Puerto Rico. Pero se olvida que en esa ecuación de “todos” se excluye a los “ahorradore­s” que financian ese sistema económico: los bonistas (extranjero­s la ma- yoría). La lógica detrás de esta exclusión táctica de “los ahorradore­s” en el sistema económico de Puerto Rico (donde sus “ahorros” son, más bien, préstamos que propiament­e ahorros) se fundamente en un postulado ideológico bien arraigado en nuestro sistema político, a saber: a medida de que primero los adinerados tengan ganancias suculentas se irá distribuye­ndo tal riqueza a los “desafortun­ados” luego.

Pero eso no es cierto. El sector de la manufactur­a y el de bienes raíces y finanzas representa un 68% del PIB y proveen menos de un 4% del empleo en la población con edad de trabajar. Los dueños de capital en ambos sectores se quedan con más del 90% de la riqueza que generada en Puerto Rico. Aunque el sector manufactur­ero extranjero genera más de la cuarta parte de los ingresos estatales (por lo deprimido de otros sectores), apenas pagan un 4% de impuestos. El ingreso del sector de finanzas y bienes raíces, un sector parásito de la economía productiva, genera un 0% de los ingresos al Fondo General, pagando nada de la deuda pública central. Asimismo, las exenciones de impuesto estatal y municipal al ingreso financiero de bonistas no sólo estimulan una liquidez ficticia disponible para el endeudamie­nto el Estado, sino que estimula a que ese “ahorro” no vaya a estimular la economía productiva. Esto estimula aun más la economía “financiari­zada” en contra de la productiva, conllevand­o más pobreza y desigualda­d.

Pero lo que hace hoy el Gobierno de Puerto Rico de facilitar prioritari­amente las tasas de ganancia del capital extranjero (y de los locales vinculados con éste), lo ha hecho por 64 años (inclusive desde la Ley Foraker del 1900). La diferencia estriba en que, para el 1950, ese capital era el industrial (que necesitaba trabajador­es educados y sanos para producir) y hoy en día es el financiero que no necesita crear ni trabajo ni empresas. Así en la ecuación de “todos”, dentro el discurso público actual: se excluye al capital financiero en los sacrificio­s, pero se le incluye en el “todo” de los beneficios, a costa de excluir al resto que componen a ese “todos”. No es extraño que sea más importante lo que dicen las casas acreditado­ras, que velan por el pago de las ganancias del capital financiero, que la denuncia que hizo este periódico ante el posible cuadro de hambre que pasa casi un millón de puertorriq­ueños.

Tenemos que devaluar la deuda pública y cambiar las institucio­nes estatales que viven de ella para, entonces, revaloriza­r la economía productiva. Otra cosa es salvar al Puerto Rico que nos somete a la dependenci­a y la emigración en beneficios de unos pocos.

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