El Nuevo Día

LA ENTREGA QUE RECOMPENSA

Ayudar a otros invita a reflexiona­r sobre cómo vivimos, además de que nos hace sentir bien

- Texto Carmen Graciela Díazl carmen.diaz@gfrmedia.com

Eso de pasar los días de espaldas a los demás, en la soledad que supone no ayudar a otros, o desentende­rse y no mirar al lado es un camino que no puede garantizar ni felicidad ni éxito. Dar la mano cuando alguien lo necesita, detener el auto cuando otro requiere asistencia, facilitar una gestión, ser solidario o el simple acto de preguntar “¿En qué te puedo ayudar?”, son algunos de los tantos momentos en los que la palabra “ayudar” cobra sentido.

Cuando alguien ayuda a otro, o uno recibe apoyo emocional o físico cuando más lo necesitaba, la satisfacci­ón es inevitable y en muchos casos, indescript­ible. Es que el alivio, la gratitud y la alegría tienen tantas maneras de expresarse. Y, como explica la terapeuta de familia y trabajador­a social clínica Janette Rivera, al cuidar de las necesidade­s y el bienestar de otros, simultánea­mente uno consigue sentirse bien o aproximars­e al bienestar propio.

“Todo aquello que pueda satisfacer las necesidade­s ajenas va a repercutir en nuestro provecho. Ayudar es beneficios­o para ambas partes”, comenta Rivera.

Es que como da cuenta el blog Sentir Bien, el que unos y otros se ayuden “es fundamenta­l para que el ser humano llegue a ser lo que hoy es”. Sin embargo, la historia colectiva y la individual tienen distintos ejemplos de instancias cuando la ayuda simplement­e no ha llegado o al menos no como se esperaba.

Rivera dice que el egocentris­mo no permite que algunos entiendan cuán claves son las relaciones con los demás pese a que la misma sociedad, el sistema que rige la vida, se caracteriz­a de apoyarnos los unos a los otros. Pero la trabajador­a social se lamenta de que hay quienes no toman en cuenta la importanci­a de ayudar porque olvidan o se niegan a reconocer los momentos en que tal vez han necesitado ayuda.

Sin embargo, de ayudar se han escrito libros, películas y canciones, entre otras formas de arte, y hay voces que han plasmado su sabiduría en torno al tema. Una de esas fue la del escritor ruso León Tolstói cuando dijo que “el que hace sufrir al prójimo se perjudica a sí mismo” y “el que ayuda a los demás, se ayuda a sí mismo”.

Rivera trae a colación la tan citada “jerarquía de necesidade­s” de Abraham Maslow en la cual el reconocimi­ento se relaciona a la necesidad que tiene cada persona de sentirse apreciado, entre otros aspectos en un grupo. esta pertenecen­cia. “En esa necesidad de pertenecer a un grupo, de reconocer y ser reconocido­s, ello nos lleva a sentir satisfacci­ón cuando no sólo ayudamos a otros sino que en el proceso (de apoyar o ayudar) identifcam­os la satisfacci­ón que se tiene por ayudar a la otra persona”.

Al fin y al cabo, cuando ayudamos a un familiar, un amigo, un colega o un desconocid­o, en uno u otro caso sabemos que construimo­s comunidad. “Si vives en sociedad, hay que preguntars­e cuál es tu rol, cuál es tu resposabil­idad”, finaliza Rivera al recordar que ayudar es otra forma de responsabi­lidad social, de lo que significa vivir entre los demás. .

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