El costo de no hacer nada
Es harto conocido que la resistencia a al cambio es naturaleza humana. Sin embargo, cuando hay algo que va en contra del progreso colectivo o que perjudica el bien común, no se le puede temer al cambio. Por el contrario, hay que procurarlo.
Los costos de energía en Puerto Rico son insostenibles, tanto a nivel residencial, como industrial y comercial. En una economía deprimida, el alto costo energético es uno de las principales escollos para el empresario puertorriqueño, al igual que uno de los más grandes disuasivos para los inversionistas a la hora de escoger dónde invertir. Es el principal roedor del bolsillo del ciudadano de a pie, deteriorando cada vez más su ya lacerada capacidad adquisitiva.
Por ende, la creación de una Junta Reguladora independiente con suficientes garras para regular a la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) y asegurar transparencia en el proceso de facturación, así como eficiencias en la generación y distribución de energía, sería un paso de avance para una Isla que, en gran medida, no ha podido salir de su crisis por lo caro que paga su luz.
Ahora bien, la creación de un ente regulador no resolverá el problema de la noche a la mañana. Si el proyecto de ley pasara y se creara una entidad reguladora como Dios manda, Puerto Rico no puede pretender que el costo de la energía baje en un abrir y cerrar de ojos. Décadas de ineficiencias no pueden ser erradicadas en días.
Sobre todo cuando el principal de la deuda de la AEE sobrepasa los $9,200, dinero que según ha explicado el Centro para una Nueva Economía, aún con una Junta Reguladora creada, tendría que tomarse en cuenta como parte de los costos fijos de la Autoridad a la hora de determinar la tarifa. Ese es el precio que tenemos que pagar por años de inmovilidad, ineficiencias y endeudamiento.
Sin embargo, el costo de no hacer nada y de mantener el status quo será mucho mayor. Sería el equivalente a un lamentable "apaga y vámonos".