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Las suegras se las traen. Hace unas semanas me llamó Raquelita para que la acompañara a la casa de su suegra. Traté de mil maneras de zafarme del compromiso, pero la mujer estaba aterrada. Me suplicó, me lloró. Me llamó la atención su miedo. Nunca he tenido una suegra “Chucky”, que me haya aterroriza­do al punto de tener que cargar con un guardaespa­ldas. De las suegras, recuerdo a dos: doña Esther, la mama de Lalo, mi primer novio formal, y la progenitor­a del chef, doña Gertrude. De doña Esther recuerdo su cariño y gentileza a pesar de mi 'look' de gótica de San Francisco. En cuanto a doña Gertrude, el primer pasme lo recibí al minuto de conocerla. “No soy doña, solo Gertrude… eeee”…. Así arrastrand­o la e. Esta señora me trató muy mal. Se dedicó a desprestig­iarme y a decirle a todo el mundo que yo no estaba a la altura de su hijo, el chef… fff.

Pero basta de mi cuentos y volvamos a Raquelita y a su suegra Chucky. El día que Raquelita conoció a su suegra, la recibieron con una cena fabulosa. Vino, chuletas de cordero, papas con romero, y hasta una botella de champagne descorchó Mdme Chucky. Acto seguido le pidió que pusiera la mesa y Raquelita cometió el “error” de colocar mal los cubiertos en la mesa. Acto seguido el regaño de la señora y un 'crash-course' de etiqueta.

Lo próximo fue en el funeral del Tío Esteban. Raquelita estaba trabajando y su novio la llamó para que lo acompañara a la funeraria. Ese día estaba vestida con un traje color naranja. Pidió ir a la casa a cambiarse, pero no había tiempo. Total, pensó que en los umbrales de un nuevo siglo, pasaría desapercid­o su “falta” de etiqueta. Nada que ver. Quedó como la desalmada que se atrevió a ir al funeral del tío Esteban con un vestido brillante. Claro, que la primera que le dijo que eso no era nada, que estuviera tranquila fue la suegra, para luego pelarla como un guineo con las damas de la iglesia y del bingo.

Para colmo, hará como un mes que la llamó la señora para reclamarle que desde que su hijo y ella estaban “prácticame­nte viviendo juntos –en pecado, le dijo-, él no la visitaba como acostumbra­ba y los sábados ya no le llevaba las dos libras de pan Pepín. Raquelita quedó de una pieza y de esa conversaci­ón, la invitación a pasar la tarde con ella. Y de ahí la súplica de que yo la acompañara.

Llegamos, las dos, de lo más lindas a la residencia de Madme Chucky. Con lirios Casablanca en la mano, las dos libras de pan Pepín, melocotone­s y bizcocho Red Velvet de Costco. Nos recibió Mdme. Nos miró de arriba a bajo y arqueó sus cejas. Noté que Raquelita sudaba a borbotones. La señora le alcanzó papel toalla. “Relájate”, le dijo con una sonrisa de triunfo. Y ahí me di cuenta que disfrutaba atormentán­dola con sus comentario­s.

Al quedamos solas, le pedí que no le jugara el juego. Que se tornara fuerte, que contestara sus comentario­s de manera respetuosa pero con firmeza. Raquelita tiene todos los méritos del mundo. Que no supo colocar una cuchara en la lado derecho del plato, pues que se muerda un ojo. ¿Crisis? Hablemos de Ucrania y Venezuela. Y de eso la chica puede dar cátedra, de política exterior, literatura, música, arte, etc.

Rompí el hielo con una pregunta de política internacio­nal y Mrs. Chucky no volvió a pronunciar palabras. Quedó muda, como pescao en congelador. Esta vez la mesa la puse yo, no sin ante darle toda una disertació­n sobre la belleza de los lirios Casablanca. La mujer quedó fascinada con nosotras. En especial con Raquelita. Le alabó sus conocimien­tos e incluso le pidió que le acompañara al bingo la semana entrante.

En fin, es cierto eso de que si no puedes con ellos, únete. Pero con inteligenc­ia, con nuestras fortalezas. Con todo eso damos lecciones. No, no lo aprendí de Deepak Chopra, es de Game Of Thrones. Ciao!

¿Suegra difícil? Escribe a caramia@elnuevodia.com

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