La causa de la crisis
La crisis económica de Puerto Rico no se origina en los embrollos costosos de los megaproyectos de Pedro Roselló, ni en las políticas de endeudamiento de los gobernadores. La causa principal es otra. Tiene que ver con la relación estreñida entre Puerto Rico y Estados Unidos.
Tiene que ver con el modelo de desarrollo impuesto a nuestro país.
La colonia se diseñó para privilegiar al capital externo y las importaciones, en lugar de la producción nacional y las exportaciones. (Claro, me dirán, qué otro modelo puede utilizar la colonia de una potencia capitalista).
No obstante, para salir de la crisis, es necesario aplicar renegociaciones financieras y reajustes políticos.
Desde la Ley Jones de 1917 se exige a Puerto Rico el pago prioritario de su deuda. La constitución de 1952 establece que el ELA está obligado al pago, en primer término, de intereses y amortizaciones de la deuda pública y luego, si se puede, los demás desembolsos. No fue pues un acto de soberanía, ni surgió de la mente de los padres de la constitución. Fue una cláusula impuesta por los americanos. Pero no bastó con eso.
En la constitución se reafirma que Puerto Rico no tiene personalidad jurídica internacional.
Puerto Rico no es el único país del mundo con una deuda pública impagable, ni es el único que sufre los embates del neoliberalismo. Pero, distinto a otros países, no tiene herramientas para negociar alternativas de financiamiento; lo que obliga a continuar con políticas de endeudamiento.
Por eso las agencias acreditadoras demandan, sin considerar la deuda social y los derechos humanos, medidas de ajuste estructural -como la reforma del sistema de retiro de los maestros-, diseñadas para garantizar el pago puntual de la deuda a los bonistas.
En 2001 Argentina, aguijoneada por la protesta social, suspendió el pago de la deuda pública externa. En 2004 su economía tuvo un crecimiento del 8%.
Otros países del Sur y del Caribe se unen mediante tratados de mercado común para componer políticas alternativas.
Puerto Rico no puede participar en organizaciones internacionales o regionales, que promuevan el acceso a nuevos mercados y a otras estrategias de inversión.
Pero, qué tal si se pide al gobierno federal más autonomía y menos restricciones.
Hay que reclamar ajustes políticos, financieros y aduaneros.
Es la hora de aflojar el apretado cinturón colonial.
De lo contrario, aumentará la deuda pública, la crisis y la pobreza.