¿Por qué celebra esa gente?
En Wall Street conservan una extraña costumbre que siempre me ha dejado perplejo, como si se tratara del emblema más significativo de esa sociedad. No importa que la bolsa caiga, crezca o se desplome, todas las tardes se celebra el cierre de ventas y compras de valores con un campanazo y la gente aplaudiendo desde la galería. Cuando veo eso pienso en algo muy americano, como Frank Sinatra cantando “I’ve got the world on a string”. El capitalismo yanqui parecería optimista, eufórico, siempre apuesta a la abundancia; el socialismo siempre fue utópico, aunque temiera la carestía y muchas veces la provocara. Esa gente aplaude y el capitalismo salvaje del Partido Comunista chino saqueará el planeta. No importa; aplaudamos, celebremos, el capitalismo ha triunfado hasta en la sociedad fundada por Mao Tse Tung.
Durante la segunda quincena de marzo, el “equipo económico” de Alejandro García Padilla fue a vender nuestros bonos chatarra a Nueva York. Aparentemente tuvieron éxito, por lo que aparecen, ahí, en esa foto, celebrando, eufóricos, frente a una enorme pizarra que proclama para el mundo: “Congratulations, Puerto Rico!” Estrafalaria variante ésta, sin duda, de la costumbre observada todas las tardes en Wall Street; somos siempre protagónicos los puertorriqueños, hasta en el bochorno de estar a un paso de la corte de quiebra. Puerto Rico U.S.A., empresa política, económica y social quebrada, mejor conocida como ELA, vende sus bonos basura y celebra, con esa necedad que nos otorgó la ilusión de la abundancia, la alegría de cada vez pagar más intereses por menos dinero. Estamos listos para la financiera y nos creemos gente Armani, como los que suenan la campana todas las tardes en la sacrosanta calle, “masters of the universe” y doctores del pon y el “fíao”, diestros en el cachete y la embrolla.
Todos celebramos. Porque el descalabro también lo celebran estadistas e independentistas; se trata de la muerte del Estado Libre Asociado. Y lo ha- cen antes de tiempo, por supuesto, porque, en realidad, lo que ha muerto es ese Puerto Rico iluso, de improvisación y ventajería, que hemos conocido durante décadas. Lejos de morir, el Estado Libre Asociado seguirá vivo, aunque ya no como promesa de progreso ilimitado, o dignidad a medias. Su ambición será más modesta. Según esto, el Estado Libre Asociado no requiere proyecto político sino mero mantenimiento fiscal y achicamiento económico. Se mantendrá vivito y coleando ¾más vivo en el estómago y la cola que en la cabeza¾ como la con- veniencia del mantengo histórico con la imposibilidad de la independencia y las dificultades de la estadidad. La independencia no la quieren los puertorriqueños, la estadidad es una venta difícil para los estadistas. Una no la quiere el pueblo de Puerto Rico, la otra difícilmente la puedan pagar los puertorriqueños y difícilmente la quieran pagar los americanos. Al independentismo, por supuesto, con un dos por ciento de la votación, le queda la esperanza de una independencia punitiva.
Está claro que para Puerto Rico lograr la dignidad de un estatus reconocido por el derecho internacional, tiene que viabilizar una economía plantada en mayor independencia y competitividad. Que los norteamericanos con su Unión federada estén dispuestos a aceptar un estado quebrado, resulta insensato, no importa el discurso de la pretendida “igualdad”.
Precisamente, esa igualdad les costaría a ellos más que a nosotros, por lo que ahí está el ELA para resolver las contradicciones. Nunca un territorio norteamericano se ha ido a la quiebra; que el Gobierno federal quiera solventarnos (“bail out”) bajo el ELA sería más difícil que conseguir la estadidad. Que Puerto Rico esté al borde de una catástrofe fiscal, no es la mejor recomendación para convertirnos en “Estado 51”. La única salida viable para este país es superar el tribalismo partidista y lograr un amplio frente patriótico, capaz de sacar al país del hoyo en que se ha metido. Para eso se necesita un patriotismo que pocas veces se ha visto en esta sociedad; quizás la única vez fue, justo, en 1952.
A los cuarenta años de fundado el Estado Libre Asociado se celebró el Quinto Centenario del Descubrimiento de América. Se inauguró en Sevilla un pabellón puertorriqueño que costó veinte millones y pocos puertorriqueños lograron ver. Nos olvidamos de la modestia que pretendió enseñarnos el Vate, la pobreza que pareció abolirse por aquellos años se olvidó a fuerza de autocomplacencia. En nosotros existe esa irresolución entre el autodesprecio y la complacencia con nosotros mismos. ¿Por qué celebra esa gente? Mejor preguntarnos por quién doblan las campanas.