Buscapié
Q Este lunes, cuando accedí a la edición digital del The New York Times, vi de inmediato la foto de un sonriente Mickey Rooney en el lugar más prominente de la portada. Leí entonces rápidamente la noticia de su muerte, a los 93 años. Y me di cuenta de un detalle curioso: el nombre del actor no aparecía en el título de la nota y la foto no tenía calce. Periodismo 101: los nombres en los títulos llaman la atención del lector y las fotos deben estar debidamente identificadas.
¿Error de mis colegas o un sutil y extraordinario homenaje al actor? Me gustó mi segunda interpretación y estuve de acuerdo con los editores del
Times . No hay duda: si había un hombre entre todas las estrellas de Hollywood que no necesitaba ser identificado en el título de su obituario y cuyo rostro no precisaba un calce, ése era Mickey Rooney.
Hijo de artistas, hizo su debut en el escenario cuando apenas tenía un año y medio. Energía pura, talento desbordante, cantante, bailarín, actor de drama y comedia, pianista y experto en arrancarle notas a los tambores. A los 21 años era el rey de la taquilla en Hollywood. Fue nominado cuatro veces para el Oscar y trabajó en unas 200 películas.
A los 59 años, su actuación en un musical en Broadway le dio nuevo impulso a su carrera. Nada lo detuvo: ni sus reveses profesionales ni sus siete divorcios ni su peligrosa afición al juego. Se reinventó a sí mismo con pasión y creatividad inagotables. Y trabajó siempre, hasta el final.
No puedo dejar de contarles que unos 15 minutos después de haber visto que el título del obituario de Mickey no tenía su nombre y que su foto no tenía calce, accedí nuevamente a la portada del Times y advertí que habían corregido lo que evidentemente había sido un error.
Y un merecido homenaje también, por supuesto.