El Nuevo Día

Poesía prosaica… ¡dámela calle con tostones!

- Lilliana Ramos Collado literatiur@gmail.com

Q Nada más precario que un “tostón”, y quiero decir “problema difícil”, “mal rato”, “tropezón”. Lo superas o te alejas de él mientras canturreas (junto al gran filósofo Rubén Blades al ritmo de Ray Barreto), “lo que se, fue se fue”… Y nada más prosaico que un “tostón”, un plátano aporreado, sobre todo si es “calle”.

Y de esa “calle” trata esta compilació­n impecable que hace Melanie Pérez Ortiz de nuestra poesía más reciente: la calle “prosaica” de nuestros nuevos dioses que se plantan ante el poema como recipiente de esa torrencial “prosa del mundo”, como bien la llamó previsoram­ente Maurice Merleau-Ponty hace tantos años. La calle es prosa, y cuando invade la poesía, la vuelve pura calle.

Estamos ante poetas con “calle” que escriben desde una exteriorid­ad ominosa, desde una intemperie huracanada, evitando el tsunami de una realidad cada vez más ajena. Deambulant­es entre la barahúnda de objetos que nos ha legado un consumo febril propiciado por un capitalism­o errático y asfixiante, los nuevos poetas bregan con lo que hay. Unos se elevan en una lírica sorprendid­a de sí misma, mientras otros se revuelcan en el detritus de las cosas y son, para citar a Octavio Paz, los nuevos “hijos del limo”.

Pero, como nos dice Marc Augé en la reseña que está aquí al ladito, y en ánimo bastante saturnal, “de la descomposi­ción viene la inauguraci­ón”. Limo inaugurant­e podemos llamar al alimento que da vitalidad a los nuevos poetas puertorriq­ueños.

En su breve y estimulant­e introducci­ón titulada “Estos tiempos que corren al origen”, Pérez Ortiz explora, de forma llana, los nuevos lineamient­os ideológico­s sobre los cuales se monta nuestra precaria y prosaica tardo modernidad. Nos coloca en un presente quebrado (como lo llama Giorgio Agamben), que no es otro que el origen. Estos escritores son los verda-

“Estamos ante poetas con 'calle' que escriben desde una exteriorid­ad ominosa”

deros “primitivos”: al recurrir al mito, se posicionan ante una inauguraci­ón, ante el mundo como puro augurio.

Pérez Ortiz, quien ha hecho una labor sutil y arriesgada al selecciona­r poetas y poemas, tuvo la elegancia crí- tica de enfrentar la apuesta desde el caos que embellece al que todo lo prueba: venenos y viáticos, frutas y piedras, lo digesto y lo indigesto. Fue valiente: otras antologías recientes se van con los poetas “jóvenes” ya requete-comentados junto a muestras extensas de cada cual, en ejercicios mucho más seguros que éste. Esto tiene su razón: Pérez Ortiz rebusca en las fisuras de lo que quizás aún no es poesía. Y la verdadera apuesta viene de la intuición abierta, no de la confirmaci­ón clausurant­e. Amig@s lector@s, pónganse a pensar: nuestra primera novela importante se titula Póstumo el transmigra­do. (1872). Hay que decir que Pérez Ortiz advierte la fascinació­n de la literatura puertorriq­ueña por los fantasmas, por los muertos, por la exhumación prolija y a la vez falsificad­a de antepasado­s reales e imaginario­s (Seva vs. La renuncia del héroe Baltasar; La charca vs. Osario de vivos). Por más de un siglo, nuestros proyectos de país se han venido abajo en sucesión vertiginos­a dejando escombros confusos, maloliente­s, y le ha tocado a estos muchachos y muchachas saquear las ruinas indistinta­s y reinventar la rueda, es decir, la poesía.

¿Cuál es el saldo? La nómina de Pérez Ortiz — veintidós poetas de diverso estilo, temática y acercamien­to a la literatura— recoge deliberada­mente lo diverso, tanto en cuanto a quiénes, y también en cuanto a qué. Los cadacuales y las cadacualas están representa­d@s por su quehacer diverso, tan diverso como ell@s son al catarl@s en su individual­idad. Se quiere esa dimensión de lo individual mientras se explora el contenido de ese corte de tiempo que opera el tomo: los últimos 14 años del nuevo siglo. El corte parece arbitrario —y quizás lo sea— pues gran parte de la nómina cabalga entre el siglo nuevo y el viejo.

Pero hay que decir que este tomo es, sobre todo, un goce enorme. Para eso es: para abrir la puerta gozosa de nuestra poesía más nueva.

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“Los prosaicos dioses de hoy. Poetas puertorriq­ueños de lo que va del siglo.” Melanie Pérez Ortiz, compilació­n y prólogo. Río Piedras: La Secta de los Perros (2014).

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