El Nuevo Día

Crédito por trabajo

- Nuria Y. Ortiz Vargas directora ejecutiva asociada Centro para una Nueva Economía

QTodo apunta a que se acerca una nueva Reforma Contributi­va. No hay duda de que la misma es necesaria y de carácter urgente. Las deduccione­s, créditos y exenciones enmarcados en el Código de Rentas Internas del 2011 tendrán que ser evaluados, revisados y, en ocasiones, enmendados o eliminados.

El Centro para una Nueva Economía (CNE) lleva más de diez años estudiando y proponiend­o política pública para mejorar nuestro sistema contributi­vo. Además de expandir la base contributi­va y simplifica­r el sistema, la reforma tiene que ser de gran alcance e incentivar el trabajo, el ahorro y la inversión.

Uno de los grandes retos que tiene nuestro país es la baja participac­ión laboral y el alto desempleo. Nuestro esquema de políticas laborales, de asistencia social y contributi­vas desalienta­n la inserción formal en la fuerza laboral. Las penalidade­s que sufren miles de personas que aun trabajando a tiempo completo viven en la pobreza incentivan el trabajo informal y la dependenci­a a programas de asistencia.

Esto se ha agravado en los últimos años, ya que los salarios han mermado, en términos reales, especialme­nte para los trabajador­es con pocas destrezas. Una persona empleada a tiempo completo, que devenga el salario mínimo, apenas gana $15,080 anuales y no cualifica para la mayoría de los programas suplementa­rios, como el PAN. La decisión de muchos individuos y familias, que devengan bajos ingresos, de salir del mercado laboral formal es una racional.

En el debate de cómo diseñar una política pública contributi­va que aborde este problema existen tres metas típicament­e conflictiv­as, que algunos llaman el “triángulo de hierro de la política de bienestar social”. Estas son: aumentar la calidad de vida de los trabajador­es; lograr incentivar el trabajo y la autosufici­encia económica; y mantener los costos bajos para el gobierno.

El crédito por ingreso devengado, o crédito por trabajo, es un mecanismo que, desde su implementa­ción en Estados Unidos en 1975, ha conciliado estas tres metas. Este crédito se otorga a personas pobres que trabajan en la economía formal y reportan ingresos.

La cantidad inicial del crédito incrementa mientras aumentan los ingresos del trabajador hasta llegar a un tope. Una vez en este ingreso tope, el crédito se mantiene fijo a medida que siguen aumentando los ingresos hasta llegar a la etapa en que comienza a disminuir paulatinam­ente. A partir de este momento, el crédito se reduce con cada dólar adicional de ingreso hasta que llega a cero. PROPUESTAS. CNE logró que se incluyera este crédito en la Reforma Contributi­va del 2006, y en la Re- forma del 2011 se aumentó la cantidad del crédito. Todos aquellos que tengan un ingreso bruto devengado igual o menor a $25,000 pueden reclamar el crédito por trabajo. Sin embargo, el crédito reembolsab­le máximo actual es de $400, un suplemento demasiado bajo para lograr los efectos deseados.

Además, su estructura actual penaliza al trabajador, ya que una vez comienza a ganar mas de $10,000 el crédito comienza a reducirse.

El diseño, monitoreo y fiscalizac­ión de este programa es esencial para poder lograr sus objetivos. Durante este año, CNE estará actualizan­do el estudio sobre el crédito por trabajo en Puerto Rico para identifica­r la cantidad óptima del crédito.

En el 2003, propusimos un crédito máximo de $1,500 con una reducción paulatina que comenzara cuando el contribuye­nte informe ingresos de más de $15,000.

COMBINACIÓ­N DE BENEFICIOS. Para poder proponer una política pública idónea, se analizará la interacció­n de este beneficio con la elegibilid­ad de otros programas de asistencia pública y el posible comportami­ento de los beneficiar­ios. Además, el aumento al crédito por trabajo debe coincidir con otros programas que faciliten la entrada de miles de personas a la fuerza laboral formal.

El crédito por trabajo es la herramient­a más efectiva que tenemos disponible en estos momentos para reducir la pobreza y comenzar a fortalecer nuestra política industrial, ya que este programa funciona como un subsidio laboral sin afectar los costos operaciona­les del patrono.

Los trabajos en la economía informal tienden a ser de baja productivi­dad, mal remunerado­s y sin beneficios marginales, como seguro de salud, aportacion­es al seguro social y vacaciones pagas. Mientras más beneficios­o sea obtener subsidios gubernamen­tales y trabajar en la economía informal (no necesariam­ente ilegal, pero sin reportar los ingresos por el trabajo realizado), persistirá la baja participac­ión laboral y aumentará la dependenci­a a programas de asistencia.

IMPACTO SOCIAL. Los beneficios de cambiar la política pública hacia los individuos y familias que devengan salarios bajos no se limitan a aumentar la eficiencia gubernamen­tal. También se han comprobado los efectos positivos en la autoestima y autosufici­encia de familias que participan en estos programas.

Esto es particular­mente importante en Puerto Rico, donde el 20% de los hogares con el ingreso más bajo de- vengan, aproximada­mente, 2% del ingreso total de nuestra población. Esta desigualda­d incide negativame­nte en el crecimient­o económico del país y se traduce en otros problemas sociales.

Es imperativo que nuestra política pública se enfoque en proveer las herramient­as para aumentar la capacidad de las familias más necesitada­s para salir de la pobreza.

EL RETO DEL COSTO. El costo de este crédito puede ser el mayor reto para la implementa­ción de nuestra propuesta. El gobierno ha estado cuadrando caja aprobando nuevos impuestos tanto como ha podido, y un costo adicional (estimado en más de $150 millones) puede ser el tranque mortal.

Sin embargo, se pueden eliminar algunos créditos contributi­vos y exenciones a corporacio­nes e individuos que no están dando el resultado esperado y le cuestan muchísimo más al erario, e invertir en este programa que fortalecer­á la base social y económica del país.

Hoy, todo el país reconoce los grandes errores en política pública que han cometido nuestros gobernante­s y las consecuenc­ias de no implementa­r los cambios necesarios para mejorar nuestro porvenir. Este es el momento de transforma­r el país; no con palabras, ni con buenas intencione­s, sino con programas bien diseñados y estudiados que nos ayuden a lograr un Puerto Rico próspero y justo.

Esta propuesta nos encamina en esa dirección. Los invito a que no dejemos desperdici­ar esta gran oportunida­d.

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Nuestro esquema de políticas laborales, de asistencia social y contributi­vas desalienta­n la inserción en la fuerza laboral.
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