El Nuevo Día

Por la ruta de la sidra de Asturias

La manzana es el billete para emprender el recorrido por una tierra mágica y encantador­a.

- Por Rosa M.González Lamas Especial para De Viaje

Parecería que de cada tonel de castaño emergiese el espíritu de un gaitero para acompañar con notas de manzana la chispeante orquesta de la sidra. Este fruto bíblico con que la serpiente tentó a Eva en el paraíso, es la base agraria y cultural de gran parte de la cornisa cantábrica española, que también potencia un atractivo turístico basado en él, alcanzando en Asturias su cénit como destino de sidra.

Obsesionad­os como están muchos en el tema del vino, hemos pasado por alto a esta bebida ancestral con dejes folclórico­s, que en los últimos años ha vivido una de las transforma­ciones más interesant­es en el segmento de bebidas, al abrigo del lanzamient­o de una denominaci­ón de origen propia y una innovación amparada en la tradición, el desarrollo de la gastronomí­a y de una cultura del vino que generó en los consumidor­es y productore­s una inquietud y un conocimien­to por explorar un más amplio universo de bebidas.

Se sabe que la manzana se cultivaba y apreciaba como fuente de riqueza en Asturias desde el siglo VIII y que a partir de la Baja Edad Media la explotació­n del manzano se convirtió en la mayor riqueza arborícola asturiana. A partir del XVI su cultivo comenzó a expandirse, hasta estallar en el XVIII con el resurgimie­nto económico asturiano, y desde el XIX se popularizó y empezó a diversific­ar el producto, con el surgimient­o de las sidras achampanad­as y la emigración, consolidán­dose su consumo en el siglo XX.

A partir de la creación en 2002 del Consejo Regulador de la Denominaci­ón de Origen Protegida Sidra de Asturias, la sidra de esa comunidad española ha vivido un renacimien­to aún ignoto en Puerto Rico, a raíz del cual su calidad ha evoluciona­do mucho y se han desarrolla­do nuevos formatos de consumo que apelan a tendencias internacio­nales, al potencial gastronómi­co de la sidra y la innovación en el sector.

Esto ofrece una oportunida­d para descubrir una bebida con renovado frescor, uniendo con eslabones de efervescen­cia una historia que da pie a recorrer su origen, trazando por Asturias un mapa de paisajes, sabores, celebracio­nes, productore­s y experienci­as que se enlazan con culines de esta bebida mágica y saludable, que a los amantes de los placeres de la mesa ofrece uno de los recorridos más desconocid­os y placentero­s, arropados por la tradición y calidez de las gentes que sirven al visitante lo mejor de la sidra y de Asturias.

TRAS UN CULÍN

La manzana es el billete para emprender el recorrido por una tierra mágica y encantador­a teñida de verde campo, verde botella, y semáforos en verde rumbo al descubrimi­ento de los lugares donde este fruto con estigma de prohibido ofrece a los devotos del eno- turismo un nuevo jardín del Edén.

Probableme­nte en ningún lugar como en Asturias la sidra se vuelve un destino en sí misma, objeto de curiosidad y placer, con aires de celebració­n en ciudades y pueblos, en lo urbano y rural, en tierra y mar.

La palabra sidra procede del griego sikera. En latín se llama sicera y posteriorm­ente degenera en sicer, sizra, en asturiano, y sidra, que puede verse desde una perspectiv­a tecnológic­a y otra cultural. Se trata de una bebida de baja graduación alcohólica producto de la fermentaci­ón de la manzana o su mosto, pero también de un hecho cultural y social, una forma de relacionar­se, un estilo de vida alrededor de un producto que históricam­ente ha sido una bebida de masas.

Al igual que sucede con el vino en otros lares, la sidra en Asturias es un eje vertebrado­r que resume el espíritu de esa tierra y sus gentes, de ahí que sea un atractivo diverso para conocerla y al nuevo espíritu de la sidra, tanto por vía urbana, como por vía rural.

La tentación por la manzana y la sidra se enrosca como el cuélebre y serpentea por la comarca de la sidra, abierta desde el mar en una sucesión de agrestes acantilado­s que dan paso a playas, montañas o concejos dignos de recorrer: Bimenes, Cabranes, Colunga, Nava, Sariego y Villavicio­sa.

GIJÓN

Punto neurálgico de la sidra asturiana es Gijón, donde aproximada­mente se origina el 30 % de la producción, no en balde en su casco histórico se ha “plantado” el “árbol de la sidra”, una escultura de botellas que recuerda a residentes y visitantes cuál es el epicentro de la ciudad. Gijón, que forma un eje triangular con Oviedo y Avilés, está a orillas del Cantábrico, pero en su propio entorno urbano contrasta verde y mar. A un paso de las extensas arenas de playa y olas que bordean el casco comercial y antiguo de la ciudad se halla el verdor tranquilo de los parques y verdes alturas que rodean la ciudad.

Esta otra gran manzana es óptimo punto de partida para sumergirse en el mundo de la sidra y su bullicio festivo, visitando cualquiera de sus más de 300 sidrerías y merenderos donde se podrá hallar escanciado­res de carne y hueso ejecutando el ritual de derramar en vaso un culín de refrescant­e sidra natural tradiciona­l sin filtrar, o escanciado­res automático­s con forma humana que al apretar un botón vierten la cantidad justa de sidra para disfrutar en la mesa.

El culín es la cantidad de bebida que cae en el vaso en cada escanciado y debe de beberse de un trago. Como parte de esa revolución sidrera han surgido también sidras naturales de nueva expresión, filtradas, embotellad­as y listas para disfrutar en mesa sin necesidad de escanciar.

Pero desde Gijón, el concejo con más llagares de sidra de Asturias, también puede accederse a estos y a pomaradas, donde se elaboran y cultivan las man-

zanas y es posible conocer en visitas guiadas el proceso de elaboració­n de la sidra y las historias de cada llagar. Las pomaradas son las plantacion­es de manzano y los llagares son las bodegas de sidra. Algunos, como Trabanco, ofrecen diversas experienci­as que van desde la cata hasta la creación de tu propia sidra.

Pero si un llagar merece visitarse es el de Sidra El Gaitero, famosa en el mundo entero y con raíces en Villavicio­sa, a una media hora de Gijón y otro de los ejes de '' la gran manzana'' asturiana. El Gaitero se fundó en 1890 y su legado de manzanas puede descubrirs­e a través de su impresiona­nte bóveda de sidra con unos 200 inmensos toneles de roble y castaño que condensan un siglo de historia en cien metros, área de recibo y prensado de manzanas, inmensos depósitos exudando aromas de sidra, y hasta un coqueto museo a la vera de la Ría de Villavicio­sa, por donde antes salía en barca la sidra al mundo.

CELEBRANDO LA SIDRA

En muchos llagares se celebran espichas, comidas informales junto a los toneles de sidra que toman su nombre del espiche, instrument­o empleado para pinchar las pipas de sidra y catarla para saber si está lista para embotellar­se.

Además de las sidras naturales, la nueva era de la sidra ha traído sidras espumosas elaboradas a la usanza del champán, sidras rosadas, sidras dulces de hielo o cosecha tardía, sidras dulces espumosas, además de sidras de pago y sidras de árbol. En adición a estas hay en Asturias otros productos artesanale­s como los aguardient­es de sidra, el duernu, mosto a medio fermentar que sabe a jugo de manzana con algunos rasgos de sidra, o el volador, una sidra gasificada naturalmen­te por embotellar­se a media fermentaci­ón.

Todo esto y el ambiente festivo se exalta en Gijón durante la Fiesta de la Sidra Natural, que al final del verano brinda desde la Plaza Mayor degustacio­nes de sidras y organiza un concurso de escanciado. Nava es también destino obligado durante el Festival de la Sidra, un festejo de interés turístico que anualmente se realiza en julio.

Nava tiene su Museo de la Sidra y Gijón el del Pueblo Asturiano, donde se recrea un antiguo llagar con útiles para el mayado y la elaboració­n, así como una breve historia de la sidra a través de artefactos como vasos, botellas, carteles, prensas, equipo de elaboració­n y otros.

Museos, hórreos, fútbol, recuerdos mineros, arquitectu­ra indiana, cascos antiguos, faros, paisajes, sonidos de gaitas, santuarios, como el de Covadonga, o playas son parte de ese paisaje asturiano que discurre paralelo al de la sidra, que se acompaña con manjares como el pixin, el pulpo con patatines, los oricios, los embutidos ahumados, los cachopos, o recetas con sidra, sabores que van de la gastronomí­a tradiciona­l a la contemporá­nea, de los humildes merenderos a las estrellas Michelin. Los quesos son otra de las joyas culinarias de Asturias, que cuenta también con una ruta del queso de Cabrales.

Anualmente en invierno se celebra el Campeonato de Asturias de Pinchos y Tapas, un evento que enlaza a bares y restaurant­es de toda la comunidad en un ejercicio de creativida­d gastronómi­ca en miniatura, que se oferta a precios módicos para estimular la actividad del sector en temporada baja y también el tapeo, una tradición aún no arraigada en la región.

Gijón ofrece al visitante incentivos para recorrer la ruta de la sidra, como son el Bono Gusto, el Bono Origen y el Bono Capricho, que, además de degustacio­nes a precios especiales, pueden incluir visitas a llagares y hasta al Jardín Botánico para conocer sobre las manzanas empleadas en la elaboració­n. A través del programa Gijón Gourmet se ofrecen menús de degustació­n a precios especiales.

Otro de los encantos únicos de Asturias es su tradición dulce, que en Gijón se despliega de lo tradiciona­l, como la confitería Collada, en el puerto, a lo contemporá­neo, como Pomme Sucré, y se resume en el proyecto Gijón Goloso, para endulzar los paladares con dulces, bombones y helados. La riqueza confitera deleita con dulces a base de manzana como el Pelayo, exquisito muñequito de manzana y mazapán que se deshace en la boca, u otros como el casadielle, un hojaldre de pasta y nuez o avellana.

Para recibir el bienestar de la sidra y la manzana se creó la sidroterap­ia, un concepto que saca partido de las propiedade­s desintoxic­antes, regenerati­vas, hidratante­s, antiarruga­s y relajantes de la manzana. Hostería Torazo, en Cabranes, tiene un sidrospa, donde se ofrecen masajes relajantes a base de manzanas para reequilibr­ar y armonizar los sentidos, baños aromáticos con jabón de manzana, baños antiestrés y antioxidan­tes con sidra, envolturas corporales a base de sidra, mascarilla­s antienveje­cimiento con sidra y colágeno.

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