Hazaña cumplida con creces
Los cinco conciertos para piano de Beethoven fueron ejecutados en una semana
La histórica hazaña de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico (OSPR), su director titular Maximiano Valdés y la pianista Ingrid Fliter, de interpretar los cinco conciertos para piano de Ludwig van Beethoven en una sola semana llegó a su fin el pasado sábado en la Sala Sinfónica del Centro de Bellas Artes de Santurce.
El programa comenzó en tono festivo con la Sinfonía núm. 8 en fa mayor, Op. 93 de Beethoven, sin duda la más jovial del compositor. Desde los primeros compases en que se anuncia sin rodeos el tema principal del Allegro vivace con brio, el maestro Valdés y la OSPR brillaron con un sonido robusto y enérgico, que luego cedió a la gracia del segundo tema, una de las bromas tan del gusto de Beethoven, que comienza en re mayor y termina en do mayor, enfatizada la modulación con un ritardando muy bien controlado por Valdés. Notable también la reexposición del tema principal en los contrabajos que, a pesar de la densa orquestación del acompañamiento, se impusieron con firmeza. De nuevo el humor de Beethoven relució en el Allegretto scherzando, una especie de marcha mecánica, dirigida por Valdés con la delicadeza que requiere este breve y jocoso movimiento. Beethoven parece regresar al modelo dieciochesco de la sinfonía con un Tempo di menuetto. La melodía del trío correspondiente, a cargo de las trompas y el clarinete, fue ejecutada con nobleza y expresividad. En la tormenta del rondo-sonata final, una explosión de energía nerviosa y agitada, Valdés desató la velocidad de las cuerdas y la sala resonó con el exuberante sonido de la orquesta. Muy bien logrado fue el tono burlesco del dúo de fagot y tímpani y el insistente final de la coda.
La pianista argentina Ingrid Fliter le puso el punto final a la serie de conciertos para piano de Beethoven con el Concierto núm. 5 en mi bemol mayor, Op. 73, el “Emperador”. Después de escucharla en los cuatro conciertos anteriores, el estilo de Fliter no fue una sorpresa: pura energía, un excelente control del sonido desde los fortísimos más sonoros hasta los más delicados pianísimos, una balanceada combinación de virtuosismo y expresividad lírica; cualidades todas que Beethoven explota al máximo en el “Emperador”. Sólo a Beethoven se le ocurre comenzar un concierto con tres cadenzas para el piano: majestuoso, incluso bombástico, en el Allegro inicial, dando paso a un increíble contraste en el segundo tema, de sonoridades cristalinas y delicadas, que Fliter supo subrayar con gran efecto. Las retantes octavas dobles del desarrollo no parecieron agotar las energías de la pianista, y la cadenza final que desemboca en un hermoso dúo con las trompas fue pura magia. En el Adagio un poco mosso Fliter y Valdés parecieron tener en mente el comentario de Czerny (el pianista discípulo de Beethoven) sobre el carácter religioso del tema, logrando una conmovedora interpretación. En el Rondo: Allegro final los intérpretes fueron a por el sonido a todo dar, quizá un tanto exagerado, pues pudo haber tenido más gracia danzante. La cadenza del piano con el tímpani fue espectacular.
Sin duda ha sido un privilegio y un deleite para todos haber presenciado este histórico evento. La efusiva ovación del público a Fliter, Valdés y la OSPR así lo confirmó.