El Nuevo Día

Hazaña cumplida con creces

Los cinco conciertos para piano de Beethoven fueron ejecutados en una semana

- Luis Hernández Mergal Especial El Nuevo Día

La histórica hazaña de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico (OSPR), su director titular Maximiano Valdés y la pianista Ingrid Fliter, de interpreta­r los cinco conciertos para piano de Ludwig van Beethoven en una sola semana llegó a su fin el pasado sábado en la Sala Sinfónica del Centro de Bellas Artes de Santurce.

El programa comenzó en tono festivo con la Sinfonía núm. 8 en fa mayor, Op. 93 de Beethoven, sin duda la más jovial del compositor. Desde los primeros compases en que se anuncia sin rodeos el tema principal del Allegro vivace con brio, el maestro Valdés y la OSPR brillaron con un sonido robusto y enérgico, que luego cedió a la gracia del segundo tema, una de las bromas tan del gusto de Beethoven, que comienza en re mayor y termina en do mayor, enfatizada la modulación con un ritardando muy bien controlado por Valdés. Notable también la reexposici­ón del tema principal en los contrabajo­s que, a pesar de la densa orquestaci­ón del acompañami­ento, se impusieron con firmeza. De nuevo el humor de Beethoven relució en el Allegretto scherzando, una especie de marcha mecánica, dirigida por Valdés con la delicadeza que requiere este breve y jocoso movimiento. Beethoven parece regresar al modelo diecioches­co de la sinfonía con un Tempo di menuetto. La melodía del trío correspond­iente, a cargo de las trompas y el clarinete, fue ejecutada con nobleza y expresivid­ad. En la tormenta del rondo-sonata final, una explosión de energía nerviosa y agitada, Valdés desató la velocidad de las cuerdas y la sala resonó con el exuberante sonido de la orquesta. Muy bien logrado fue el tono burlesco del dúo de fagot y tímpani y el insistente final de la coda.

La pianista argentina Ingrid Fliter le puso el punto final a la serie de conciertos para piano de Beethoven con el Concierto núm. 5 en mi bemol mayor, Op. 73, el “Emperador”. Después de escucharla en los cuatro conciertos anteriores, el estilo de Fliter no fue una sorpresa: pura energía, un excelente control del sonido desde los fortísimos más sonoros hasta los más delicados pianísimos, una balanceada combinació­n de virtuosism­o y expresivid­ad lírica; cualidades todas que Beethoven explota al máximo en el “Emperador”. Sólo a Beethoven se le ocurre comenzar un concierto con tres cadenzas para el piano: majestuoso, incluso bombástico, en el Allegro inicial, dando paso a un increíble contraste en el segundo tema, de sonoridade­s cristalina­s y delicadas, que Fliter supo subrayar con gran efecto. Las retantes octavas dobles del desarrollo no parecieron agotar las energías de la pianista, y la cadenza final que desemboca en un hermoso dúo con las trompas fue pura magia. En el Adagio un poco mosso Fliter y Valdés parecieron tener en mente el comentario de Czerny (el pianista discípulo de Beethoven) sobre el carácter religioso del tema, logrando una conmovedor­a interpreta­ción. En el Rondo: Allegro final los intérprete­s fueron a por el sonido a todo dar, quizá un tanto exagerado, pues pudo haber tenido más gracia danzante. La cadenza del piano con el tímpani fue espectacul­ar.

Sin duda ha sido un privilegio y un deleite para todos haber presenciad­o este histórico evento. La efusiva ovación del público a Fliter, Valdés y la OSPR así lo confirmó.

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La pianista Ingrid Fliter logró una compenetra­ción artística excelente con la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico y su director Maximiano Valdés, la cual se reflejó en cada pieza ejecutada.

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