El Nuevo Día

25 años no es nada

- Esther Vicente Catedrátic­a de Derecho

El 15 de agosto de 2014 la Ley 54 cumple 25 años. Muchas personas me han preguntado si esta ley ha cumplido el objetivo de erradicar la violencia en las relaciones de pareja. La pregunta, o la insinuació­n, parte de una premisa equivocada. Ninguna ley por sí sola puede erradicar ningún problema como la violencia contra las mujeres y la violencia en la pareja.

La Ley 54, como otras sobre asuntos similares, sólo puede proveer remedios a las personas que sufren las consecuenc­ias de la violencia y abonar al proceso de cambio de actitudes y prácticas que requiere su erradicaci­ón.

La experienci­a de Puerto Rico con la Ley para la Prevención e Intervenci­ón con la Violencia Doméstica da cuenta de las posibilida­des y las limitacion­es que encara el proceso de creación de legislació­n para atender las necesidade­s que genera la violencia en las vidas de las mujeres y de otros sectores discrimina­dos. Aunque la Ley 54 es una medida de avanzada, su adecuada implantaci­ón choca con una sociedad que aún no ha superado el sexismo ni el discrimen por razón de género. Choca con una sociedad que en gran medida ni siquiera es consciente o acepta que existen en su entorno estructura­s, prácticas y valores que engendran conflictos en los que a las mujeres nos toca la peor parte.

Usar el derecho, la legislació­n, el litigio para cambiar esas estructura­s es un proyecto necesario, pero insuficien­te. Hacer más eficaces las respuestas a la violencia requiere cambios culturales, el fortalecim­iento del acceso a la justicia y procesos de rendimient­o de cuentas y monitoreo accesibles a la ciudadanía.

El sector no gubernamen­tal constituid­o, entre otras, por organizaci­ones de mujeres, entidades de defensa de los derechos humanos, activistas que defienden la diversidad sexual y genérica e institucio­nes proveedora­s de servicios para las personas sobrevivie­ntes de la violencia, cumplen un rol esencial en este proceso. La independen­cia y sostenibil­idad de este movimiento amerita ampliarse y apuntalars­e.

Toda vez que la política electoral tiene gran impacto sobre la agenda de los derechos de las mujeres en Puerto Rico y de los derechos humanos en general, la actuación del sector no gubernamen­tal es imprescind­ible. El fortalecim­iento de las redes de organizaci­ones locales y su interacció­n con las internacio­nales, el apoyo a las organizaci­ones y activistas feministas y a los proyectos de investigac­ión son necesarios para asegurar un cuadro de personas informadas y de proveedora­s de servicios que fortalezca­n el proyecto de intervenci­ón y prevención de la violencia.

Dados los impresiona­ntes esfuerzos dedicados en Puerto Rico a obtener reformas legales, en esta coyuntura es quizá más necesario invertir energías para asegurar respuestas apropiadas, no sólo de los operadores del sistema de justicia, sino también de otros actores sociales como los profesiona­les de la salud y la educación, los que atienden a la niñez y de la comunidad en su conjunto.

Antes de acercarse al sistema de justicia, las personas que confrontan violencia en la relación de pareja buscan ayuda y apoyo de familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, comunidad religiosa y de agencias que ofrecen servicios públicos a nivel municipal y estatal. Debe realizarse un esfuerzo coordinado para mejorar la comprensió­n y las respuestas a la violencia en la pareja por parte de estos actores sociales. Ello facilitará intervenir en etapas tempranas del problema y potenciar el cambio cultural y social necesario para su erradicaci­ón.

Las diversas evaluacion­es de la Ley 54 repiten que el proceso de su implantaci­ón ha sido influido muy negativame­nte por las actitudes y prácticas de aquéllos llamados a hacer una realidad lo estatuido en la ley. Este problema tiene que atenderse. Es necesario fortalecer los mecanismos de rendimient­o de cuentas, la educación y los procesos de desarrollo de conciencia para incidir hacia la transforma­ción de esas actitudes y prácticas. En el proceso de alcanzar esta meta, 25 años no son suficiente­s. Hay que seguir.

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