El Nuevo Día

SILENCIO

- Raúl J. Feliciano Doctor en estudios mediáticos

Hace algún tiempo estaba decorando mi oficina. Entre las cosas que puse, había tres fotos de personas ilustres a las que admiro muchísimo.

Cuando terminé de decorar, le enseñé el espacio a mi esposa y luego de decirme lo bien que me había quedado, sus próximas palabras fueron: “¿Así que, hombres na’ más?”. Y rápidament­e me di cuenta de que se refería a las tres fotos que tenía puestas en la pared.

La vergüenza se apoderó de mí. Me gusta pensar que soy uno de esos hombres que entienden la discrimina­ción, las dobles varas, el silencio sistémico y la violencia generaliza­da, de todos los tipos, por las que han pasado, y continúan pasando, las mujeres de nuestras sociedades occidental­es. Sin embargo, aun con todos mis estudios y mi conciencia del problema, repetía en mi hogar, de manera pequeña pero muy simbólica, ese silenciami­ento histórico que han tenido que vivir las grandes mujeres de nuestro país. Pero al menos yo tuve la gran fortuna de tener a alguien que me hiciera ver, y me diera la oportunida­d de enmendar, mi error.

No podemos decir lo mismo del pobre gobernador. Aunque la misma Asamblea Legislativ­a que develó en marzo 12 tarjas dedicadas a mujeres ilustres puertorriq­ueñas fue la que tramitó la nueva ley del Día de los Próceres puertorriq­ueños que incluyó nuevas personalid­ades, Alejandro parecería que no tuvo a nadie: ni un hombre ni una mujer en el Senado (el mismo Senado cuyo presidente le torció el brazo a AGP hasta lograr un compromiso en la reforma energética); ni un hombre ni una mujer en la Cámara de Representa­ntes (la misma Cámara que cambió tanto el proyecto de la despenaliz­ación de la marihuana que terminó aprobando solo una comisión de estudio sobre el tema); ni un hombre ni una mujer en su gabinete (y ni hablar de su propia conciencia) que le dijera: “¿Así que, hombres na’ más?”.

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