PLEBISCITO
La ignorancia generalizada sobre las complejidades de la psiquis humana, sus modulaciones históricas y las dinámicas relativamente caóticas que condicionan la vida social y política se manifiesta con nitidez en las ilusas e ilusorias promesas de “cambio” que circundan el plebiscito.
Mentes privilegiadas con rangos de autoridad y espacios en tribunas públicas conspiran para hacernos creer que las cosas son como dicen ser y no de otra manera. De entre las élites políticas suben al escenario mediático para inculcarnos falsas ilusiones y, aunque en apariencia se presentan como adversarios, todos nos hacen grandes promesas de un mejor porvenir a cambio de apoyarles ciegamente, de no cuestionar radicalmente sus palabras y de aceptar irreflexivamente sus juramentos.
Más acá de la superficialidad de sus diferencias, recicladas o refinadas demagogias, se confabulan para engañarnos. Pero no quiero acusarles de premeditada maldad y alevosía, pues quizá los engañadores crean genuinamente sus engaños.
Así, importa menos desmentirlos en lo personal de sus creencias, que discernir sobre la veracidad de sus ideas y deseabilidad de sus deseos, lo que tienen de falsedad, lo que les imposibilita realizarse.
No son el imperialismo yanqui, ni la condición colonial, ni la mezquindad del capitalismo, ni la corrupción de los gobiernos las fuentes originarias de los malestares que más nos aquejan individualmente y como pueblo. Esas grandes abstracciones tampoco son máscaras modernas o encarnaciones de los pecados capitales que atormentan a Dios.
Los malestares sociales son efectos de conjunto, enraizados en la psiquis humana: la soberbia y la envidia; el egoísmo y la hipocresía; la avaricia y la vanidad; la pereza intelectual, el culto a la ignorancia y la credulidad; la sed de venganza, el rencor y la crueldad; el conformismo y la cobardía.
Sus hábitat primarios y fortalezas siguen siendo valores, hábitos y tradiciones culturales; creencias y moralidades dominantes; sistemas de educación, instituciones y leyes. Nadie se engañe ni se deje engañar: otro plebiscito nada cambiará.