Estatua de bronce para un maestro
El afamado centro arecibeño dejó un legado en el BSN: su gran juego defensivo
La juventud actual nunca lo vio jugar. Muchos de los mayores no se acuerdan de él. De los que lo conocimos y recordamos, fuimos testigos del gran maestro que fue.
En 1959, un joven espigado recién graduado de la Universidad de Fordham -y uno de los mejores jugadores defensivos de Estados Unidos-, escogió a Puerto Rico como su nueva patria, y a Arecibo como su nuevo hogar. Su nombre era Bill McCadney.
Antes del arribo de Bill, los centros en Puerto Rico eran jugadores altos, fuertes, pero lentos. Se dedicaban a coger rebotes defensivos y a anotar cerca del canasto. El efecto de McCadney en nuestro baloncesto fue instantáneo: su extraordinaria habilidad de bloquear los tiros del oponente fue el origen de la famosa defensa de los Capitanes: “Cógelo, Bill”. Cuando un jugador pequeño se le escapaba a su defensa e iba solo hacia el canasto, el jugador burlado gritaba “Cógelo, Bill”. Sorpresivamente, aparecía la mano de McCadney para propinarle un tapón.
Esta defensa produjo un cambio saludable en el baloncesto puertorriqueño: los jugadores pequeños tuvieron que desarrollar rápidamente el tiro brincado o tiro en suspensión. Este se hace de forma abrupta y más cerca al canasto, pero lejos de centros como McCadney. En el proceso, Bill se con- virtió en el mejor jugador defensivo de todos los tiempos. Todavía no ha sido superado. Además, era un excelente rebotero y un gran tirador desde la línea de faltas personales. Con su presencia, no solo Arecibo ganó ese año su primer campeonato, sino que en 1964, Puerto Rico logró clasificar cuarto en las Olimpiadas: la clasificación olímpica más alta obtenida en todos los tiempos.
MAESTRO EJEMPLAR. McCadney logró aquí lo que Bill Russell en Estados Unidos: hacer de la defensa una técnica ganadora. Según el famoso dirigente de la NBA, Don Nelson, existen dos tipos de superjugadores: los que lucen bien a costa de sus compañeros y los que hacen lucir a sus compañeros mejores de lo que son. McCadney era del segundo grupo.
Una vez concluida su carrera como jugador, Bill se dedicó a lo que más le apasionaba: enseñar. Dirigió a los Capitanes, así como a los Gallitos de Isabela y a los Titanes de Morovis, entre otros. Se entregaba en cuerpo y alma a la dirección de los equipos de niños y jóvenes en el programa del Arecibo Country Club y de la Liga Interclub.
En 1980 creamos el Club Baloncesto Arecibo para el desarrollo de las categorías menores y Bill aceptó dirigir las selecciones que nos representaron en EE.UU. Luego creó la Asociación de Baloncesto Infantil Jardines de Arecibo, la cual desarrolló masivamente el baloncesto de menores.
Bill fue un extraordinario maestro porque les enseñó a niños y a adultos lo que él había aprendido tan bien: que a través del baloncesto se desarrollarían no solo físicamente, sino como personas preparadas y gente de bien. Un grupo de arecibeños nos hemos dado a la tarea de erigirle una estatua en bronce con la estatura original de Bill (6'7”) en la fuente donde se celebró el primer campeonato arecibeño de 1959 y que adorna la entrada del Coliseo Petaca Iguina en Arecibo. El baloncesto y la juventud puertorriqueña está en deuda con Bill. Saldemos esta deuda aportando con un donativo al “Monumento a Bill McCadney”. Hemos abierto una cuenta de cheque en el Banco Popular de Puerto Rico a nombre de “Monumento a Bill McCadney” con número de cuenta 227-359177. Ayúdanos a perpetuar la gesta de un boricua que no decidió nacer aquí, pero sí quiso morir aquí no sin antes dar todo por el país y su juventud.