El Nuevo Día

PUERTO RICO TIENE SU CACAO

Desde su finca en Aguada, Juan Echevarría cultiva miles de semillas del exquisito fruto

- Texto Camile Roldán Soto camile.roldan@gfrmedia.com ● Fotos Wanda Liz Vega ●

Si el agricultor llama Rambo a una de sus plantas, asegura y prueba que distingue entre el aspecto y el sabor de los frutos o el tamaño de las cosechas; lo único que falta es que diga que esos árboles son como sus hijos. Así es el caso de Juan Echevarría.

“Yo los conozco bien. Son como mis hijos”, asevera al referirse a los 2,200 árboles de cacao que tiene sembrados en un predio de dos cuerdas aledaño a su hogar en el barrio Lagunas, en Aguada. Suelta una sonrisa de satisfacci­ón, de orgullo cuando habla de esos ' individuos' que, tras levantar a una familia de tres mujeres, cuida junto a su esposa María. La finca también tiene un nombre- parece que nombrar las cosas les dota de importanci­a- que es la unión de José y María en francés: Jeanmari.

En este lugar se conjugan un reencuentr­o con la tierra, el rescate de una tarea pendiente y un proyecto de pareja generoso con ganas de contagiar de algo bueno al País.

Comenzó, sin embargo, con más sudor que poesía. Hace cinco años, José y María eran dos profesiona­les que se levantaban a diario para llegar a sus trabajos. Él laboró en una empresa de contabilid­ad y ella en una escuela donde enseñó física. Hasta que en el 2009 las cosas del destino, y especialme­nte de la economía, les hicieron replantear­se el futuro.

“Siempre decía que iba a sembrar, pero por los ajoros y las exigencias de lo que hacíamos no teníamos tiempo. Hasta que en un momento nos vimos obligados a virar el vaso, y ahí dije: ahora llegó la oportunida­d de comenzar el proyecto”, recuerda Juan.

ALGO MUY ORIGINAL. El plan de la pareja no parecía tan fuera de lo común. Pero, ¿de dónde sale la idea de cultivar un fruto que no abunda en la Isla? Precisamen­te, los esposos querían sorprender. Cuando decidieron sembrar, comenzaron una investigac­ión para encontrar un alimento que fuera original, pero al mismo tiempo, con potencial para hacer negocios.

Inicialmen­te, la vainilla fue la candidata. Sin embargo, las investigac­iones sobre la especie -que es cultivable en Puerto Rico- les llevaban siempre al cacao. Por eso, decidieron comenzar a buscar informació­n sobre la materia prima base para confeccion­ar chocolate.

En aquel momento, lo poco que Juan y María conocían sobre el cacao se remonta a su infancia. Cuando eran pequeños, en el patio de las casas de sus padres había plantas de cacao y otros frutos con los que se alimentaba la familia. Ambos recuerdan que las mujeres tomaban las semillas, las secaban, les quitaban la cáscara y las pasaban por un molinillo (similar a como se hace con los granos de café). Con ese polvo preparaban una bebida que llamaban chorote.

Por supuesto, el recuerdo no era suficiente para emprender una empresa. Había que encontrar más informació­n. ¿Cómo se siembra el cacao? ¿qué se necesita para mantener una plantación? ¿dónde se consiguen las semillas?, fueron algunas de tantas preguntas.

Las respuestas empezaron a aparecer. El matrimonio se enteró de que para el 1,700 el cacao fue uno de los primeros cultivos comerciale­s de exportació­n en Puerto Rico. Las fincas duraron poco, pues según los datos que encontraro­n fueron atacadas por plagas propagadas por el tráfico de otras plantas y semillas provenient­es de América Central. La falta de medidas para salvar los árboles hizo que rápidament­e fueran sustituido­s por el tabaco, la caña y el café.

Pero quedó cacao. Pocos saben que aquí se estableció hace unos 80 años el huerto de conservaci­ón del grano más grande de las Américas, ubicado en la Estación de Investigac­iones en Agricultur­a Tropical de los Estados Unidos en Mayagüez. Durante la década de los años 80, se intentó aprovechar este recurso para revivir la siembra, pero la iniciativa no tuvo éxito. En aquel entonces, se sembró cacao en Corozal, Gurabo, Yabucoa, Utuado y Mayagüez.

“Querían tratar variedades para ampliar las posibilida­des de cultivo y se probó que era viable. Pero no tenían visión de cómo como cultivar. Se unieron la ciencia y la universida­d, pero no lo agricultor­es”, explica Juan.

Cuando se enteró de todo esto, contactó a Brian Irish, horticulto­r experto en cacao de la Estación de Investigac­ión en Mayagüez. De las conversaci­ones, surgió un acuerdo para tratar de revivir dos fincas de cacao en Gurabo y Corozal. Pero 30 años de abandono fueron imposibles de revertir.

Por suerte, Juan no solamente sembró en las fincas abandonada­s sino también en la suya. Allí sí las diez variedades recomendad­as por Irish como las más apropiadas para cultivar comenzaron a florecer.

NO ES CUALQUIER PRODUCTO Las variedades de cacao sembradas están bajo la calificaci­ón de cacao fino y de aroma, el utilizado para confeccion­ar chocolates gourmet. Tiene que ser así, porque similar a lo que ocurre con la industria del café, Puerto Rico no puede competir en cantidad de producción, pero sí en calidad.

“La meta es que cuando nos visite un chocolater­o de Suiza, que vende sus chocolates en boutiques de Bruselas, Copenhague o Tokio, podamos decirle: este es nuestro chocolate y este es su perfil. Eso ahora mismo no existe a nivel mundial”, explica el agricultor.

El mercado para vender el producto, existe. Del total de la producción de cacao mundial, apenas 5% es de alta calidad. Sin embargo, la demanda de chocolate (incluído el gourmet) se mantiene y sigue en ascenso. Países como China e India, de los más poblados en el mundo, están aumentando su consumo. Ante esta realidad, los precios están subiendo y la Organizaci­ón Internacio­nal del Cacao (ICCO, por sus siglas en inglés) estima que para el 2020 habrá habrá un déficit de 150 mil toneladas, el más grande en medio siglo.

La Isla, según explican los entrevista­dos, tiene ventajas para insertarse en la economía del cacao, pues en el área montañosa, el clima y el terreno son idóneos para cultivarlo. Se añaden otras realidades, tales como que aquí no existen las plagas que afectan a la planta y se requiere una mano de obra pequeña para recoger el fruto, alrededor de 15 a 20% de lo requerido para el café.

Motivados por la oportunida­d de cosechar cacao de calidad, una decena de agricultor­es están sembrando bajo los mismos estándares que establecie­ron Juan y María en su finca. Este esfuerzo ha sido apoyado, destaca Juan, por iniciativa­s de la empresa puertorriq­ueña Chocolate Cortés, a quien la finca Jeanmarie ya le vende su producto.

La compañía, interesada en ampliar su mercado para producir chocolate de alta calidad, lleva alrededor de tres años auspiciand­o talleres de agricultur­a y apoyando los esfuerzos del sector agrícola interesado en el cultivo. Algo interesant­e es que, de acuerdo a José, varias de las personas que están incursiona­ndo en la siembra no tienen experienci­a, pero les atrae el modo en que se está desarrolla­ndo la industria.

“Veo en el cultivo de cacao una oportunida­d para el País. Que podamos ver la agricultur­a como el motor económico que es. Nosotros nos perdimos de eso, y ahora tratamos de volver pero sin planificac­ión no se puede. Puerto Rico tiene que competir en calidad”, opina Juan, quien también, junto a María, fermenta y seca el fruto para asegurar la excelencia.

El trabajo de los agricultor­es, “si todo se hace como es” debería redundar a la exportació­n de cacao puertorriq­ueño apróximada­mente en el 2018.

Quien decida sembrar cacao, debe saber que la semilla tarda unos dos años en florecer. A partir de ese momento, da fruto cada 25 días durante 60 a 100 años, en condicione­s óptimas. Uno de los primeros árboles de cacao que floreció en la finca Jeamarie dió bellotas tan grandes y en tanta abundancia que le llamaron Rambo. A su alrededor, se observa la variedad de plantas cuyo fruto, de acuerdo al tipo de semilla, se diferencia­n en color - de amarillo a color ladrillo- los surcos en su superficie y el sabor de su pulpa. José y María pueden distinguir entre unas y otras con la vista y el olfato.

Ya lo dijo José. Estos árboles de cacao, son como sus hijos.

“Veo el cultivo de cacao como una oportunida­d para el País. De ver la agricultur­a como el motor económico que es”.

Juan Echevarría agricultor

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Así lucen las semillas de cacao tras pasar por el proceso de fermentaci­ón y secado. Finalizada­s ambas etapas están listas para convertirs­e en chocolate. A la derecha, el agricultor opina que para ser exitoso en la siembra, hay que cuidar cada detalle...
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El aspecto de los frutos varía, dependiend­o del tipo de semilla, incluyendo su color, que fluctúa entre amarillo, naranja y ladrillo.

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