El Nuevo Día

Acuerdos de confidenci­alidad

- Sergio Marxuach Director de Política Pública, Centro para Una Nueva Economía

Hace unos días nos enteramos, a través de un documento subreptici­amente colgado en la Internet, que después de negociacio­nes hasta las altas horas de la noche, y sabrá Dios de cuantos manejos arteros en cuartos oscuros, la AEE llegó a unos acuerdos con un grupo de bonistas, dos bancos comerciale­s, y con el Banco Gubernamen­tal de Fomento para posponer ciertos pagos y enmendar los documentos que evidencian las obligacion­es de la AEE con estos prestamist­as, entre otras cosas. Se nos informa también que la AEE ejecutó varios acuerdos de confidenci­alidad y que los documentos evidencian­do las enmiendas no se harán públicos.

¿Por qué el gobierno de Puerto Rico insiste en ocultarle informació­n al pueblo? Creo que parte de la repuesta la ofrece Friedrich Hayek en The Road to Serfdom cuando escribe que en los gobiernos con tendencias autoritari­as “Toda informació­n que pudiera causar duda sobre la sabiduría del gobierno, o que pueda crear descontent­o, le será negada al pueblo. La base de comparacio­nes poco favorables con condicione­s en otros lugares, el conocimien­to de posibles alternativ­as al curso tomado, cualquier informació­n que pudiera sugerir el fracaso de parte del gobierno en cumplir sus promesas o de tomar ventaja de oportunida­des para mejorar condicione­s, todo esto será suprimido.”

Tal y como dice Hayek, este proceso en la AEE ha sido poco transparen­te simplement­e porque el poder ejecutivo no quiere que el pueblo que alega representa­r tenga la informa- ción necesaria para cuestionar la supuesta sabiduría de sus decisiones. Esto es inaceptabl­e. En el siglo 21 un puñado de burócratas, actuando como hacendados enguayaber­ados, no puede pretender gobernar el país como si fuera su finca privada. Tal vez eso era lo que se esperaba en aquel tiempo en que Luis Muñoz Marín y sus discípulos caminaban por los campos de Puerto Rico. Hoy resulta imperativo fortalecer nuestra cultura cívica y forjar nuevos canales para la participac­ión ciudadana efectiva.

Mas allá de los detalles de las propuestas para atender la crisis financiera en la AEE, creo que este proceso apunta a la existencia de varias deficienci­as importante­s en la operación de nuestro sistema democrátic­o. El pueblo de Puerto Rico en general, y su clase gobernante en especifico, tienen un concepto truncado de la democracia.

De acuerdo con Guillermo O’Donnell aquello que llamamos “democracia” es el producto de la interacció­n de tres tradicione­s políticas muy diferentes. La primera es la tradición democrátic­a clásica con sus orígenes en la antigua Atenas. Esta tradición favorece vigorosame­nte la primacía de las mayorías, lo cual puede ser peligroso para las minorías, los disidentes, y los inconforme­s, como el suicidio de Sócrates nos recuerda.

El republican­ismo del siglo 18 es la segunda de las tradicione­s que menciona O’Donnell. Esta tradición favorece la esfera pública en general sobre la privada. Se basa en el principio de que nadie está por encima de las leyes, la división y el balance de poderes, así como en el principio de que solamente los ciudadanos suficiente­mente virtuosos tienen la capacidad necesaria para atender los asuntos públicos. Esta última caracterís­tica también es peligrosa ya que se presta para el elitismo y la oligarquía.

La tercera tradición es la liberal, que favorece la esfera privada sobre la pública y se caracteriz­a por una desconfian­za general del poder gubernamen­tal. Esta tradición se enfoca en limitar los abusos que pudiera ge- nerar la democracia, y en proteger a las minorías y los derechos civiles, tales como la libertad de culto, la libertad de reunión, y la libertad de prensa, entre otros.

De acuerdo con O’Donnell, cada una de estas tradicione­s se asocia, a su vez, con unas formas especifica­s de rendición de cuentas (“accountabi­lity”). La tradición democrátic­a se asocia con la “rendición cuentas vertical” que se caracteriz­a por la elección de oficiales públicos, elecciones justas y libres de fraude, y el derecho de todos los ciudadanos a postularse a puestos electivos, entre otras caracterís­ticas. Por otro lado, la tradición republican­a enfatiza la “rendición de cuentas horizontal”. Aquí el énfasis es en que nadie se encuentra por encima de la ley, la existencia de institucio­nes especiales para investigar la corrupción, y en evitar la usurpación de los poderes de una rama de gobierno por otra. Finalmente, la tradición liberal se caracteriz­a por la “rendición de cuentas social” mediante la cual la prensa, los ciudadanos, y los movimiento­s sociales participan activament­e en la reivindica­ción de los derechos civiles a través de diversos medios, tales como demandas de amparo constituci­onal, investigac­iones periodísti­cas, protestas, desobedien­cia civil y otros métodos similares.

En Puerto Rico todas las modalidade­s de rendición de cuentas son ineficaces. Las elecciones son una burla. La impunidad y la corrupción son rampantes entre la clase gobernante. Y la violación de derechos civiles es constante, empezando por la corrupta Policía de Puerto Rico. El resultado es que la democracia puertorriq­ueña se puede catalogar como una “democracia delegativa” en la que los oficiales gubernamen­tales asumen que pueden hacer lo que les da gana hasta las próximas elecciones sin rendirle cuentas a nadie. O’Donnell asociaba esta conducta con democracia­s inmaduras que acababan de terminar la transición de un régimen autoritari­o a uno democrátic­o.

Además de (1) sufrir de una paranoia que los lleva a esconder toda informació­n en el curso normal de su trabajo; (2) desconocer cómo funciona un sistema democrátic­o; y (3) rehusarse a rendir cuentas, la conducta de la gerencia de la AEE se debe también al miedo de lo que se pueda encontrar allí si se comienza a escarbar. El juez Brandéis expresó este fenómeno sucintamen­te en su libro Other People’s Money and How Bankers Use It (1914), cuando escribió que la “luz del sol es el mejor desinfecta­nte.” Las alimañas y las sabandijas, por lo general, prefieren vivir en la oscuridad. ¿Quién sabe que especímene­s extraños saldrán corriendo de las esquinas oscuras en que operan si se abren las puertas y las ventanas de la AEE para que entre un poco, solo un poquito, de luz allí?

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