Crónica del día Rodney al quirófano
Dos médicos veterinarios y un grupo de técnicos realizan procedimientos quirúrgicos y dentales en un perro y una gata cumpliendo estrictos protocolos médicos, que incluyen la utilización de medicamentos, equipo y tecnología comparable a la que se utiliza
Rodney, Maia y Milán coinciden en un cuarto de hospital, al que llegan por diferentes razones. A Maia, de cinco meses de edad, la llevan a esterilizar. Rodney tiene que hacerse una limpieza dental y, de paso, extirparse una masa del lado izquierdo del cuello. Y Milán va para una evaluación y un recorte de cabello.
A eso de las 9:00 a.m., ya sus dueños los han
dejado y han llenado los documentos de admisión, en el que indican si comieron bien el día anterior, si es una intervención electiva, etc. Esos datos que se necesitan saber de un paciente antes de hacerle una cirugía, para lo cual se utilizará anestesia general y se le entubará.
En un salón impecable, habilitado con una camilla de metal cubierta por un fino colchón, lámpara de hospital, guantes, jeringuillas, medicamentos, y máquinas, el trío está cada uno en su respectiva jaula, al frente de la cual está una ficha con su nombre, raza y edad. Solo Milán ladra tratando de llamar la atención, comportamiento que cesa tan pronto alguien se le acerca a hacerle cariños.
Maia, una gatita blanca de ojos azules, es la primera. El personal del Centro Médico Veterinario de Guaynabo la saca de la jaula a base de caricias y la técnica de veterinaria, Frances Rodríguez, la sostiene fuertemente sobre la camilla, mientras la veterinaria Belén Acevedo le busca una de las patas traseras para sacarle sangre. Maúlla, hace amagos para aruñar pero, poco a poco, se tranquiliza y la devuelven a su jaula. Ese procedimiento, previo a su ovariohisterectomía, es importante porque el análisis que hará una máquina en pocos minutos dirá cómo coagula la sangre y dará información para determinar el tipo de anestesia adecuada.
A Rodney, de la raza Beagle, le toca el segundo turno. Esta vez es el médico veterinario J. Marcos Vega quien lo atiende. Le busca una vena en el cuello para sacarle sangre y, contrario a Maia, se queda tranquilo. El equipo de veterinarios explica que los gatos siempre son más inquietos. Esta vez, en lo que analizan la sangre, el veterinario le afeita un área de una pata donde le pondrá un delgado catéter intravenoso a través del cual le administrará el suero y la anestesia. El ruido de la máquina pone inquieto a Rodney, pero la asistente Maribella García lo sostiene y tranquiliza con caricias. Mientras, Milán, un shitsu que tiene el pelo sobre los ojos, ladra y mira la escena desde su jaula.
Finalizada la fijación del catéter de Rodney con un tape rojo utilizado para esos fines, le administran un medicamento preanestésico para tranquilizarlo e inmediatamente su cuerpo se relaja y se va acostando. Vuelve la máquina de afeitar, esta vez en el área del cuello donde, poco a poco, se va descubriendo un abultamiento. El ruido también puso intranquila a Maia, quien trepaba por la puerta de su jaula.
Luego de que el médico se pone una bata larga, finalmente, van a dormir a Rodney. Maribella lo para sobre una toalla, y, mientras lo sostiene, el veterinario, Marcos, le administra la sustancia propofol, cuyo efecto anestésico será breve. Ponerle la sustancia a través del suero y que Rodney se dejara caer es una misma cosa. Segundos más tarde, Maribella verifica la falta de resistencia en el cuello y Marcos comienza a insertar el tubo nasogástrico, que sale de una máquina, que administra isoflurano. Eso lo mantendrá dormido durante el procedimiento. El médico le unta una crema en los ojos para evitar los riesgos que representa la resequedad mientras duerme. Asimismo, le sujetan la lengua con un sensor que medirá nivel de oxígeno en sangre y ritmo cardíaco, entre otros, durante la intervención. Comienza el “bip, bip” de la máquina que reporta los niveles.
Finalmente, el técnico Melville Estrada, carga a Rodney hasta la sala de operaciones, cuya mesa de cirugía se mantiene caliente y donde todo el personal se pone bata, guantes y gorro. El veterinario se lava las manos, se pone los guantes y cubre el cuerpo de Rodney con una manta que dejará descubierta el área a operar.
Escarpelo, pinzas y tijeras esterilizados y envueltos en papel comienzan a descubrirse, mientras el “bip-bip” de la máquina es vigilado celosamente por Melville y Maribella asiste al veterinario. No pasa mucho tiempo después del primer corte en la piel cuando ubican y extirpan la masa, que sumergen en un vaso con formalina, que enviarán a un laboratorio en Estados Unidos.
Con destreza y rapidez, el veterinario comienza a coser la pequeña herida, de la que ha salido poca sangre, y que al final quedará con siete nuditos de hilo negro.
Melville vuelve a cargar a Rodney para llevarlo rápidamente al segundo piso, donde ubica la sala de tratamientos dentales. Lo acomoda en la camilla, esta vez boca abajo, con la cabeza sobre una almohada, lo arropan y le vuelven a colocar el tubo que le suple la anestesia. Maribella le coloca un termómetro rectal y lo vuelven a conectar para ver los niveles. Reinicia el bip-bip.
“Muchas enfermedades de la boca no se ven a simple vista y están debajo de la encía”, dice Marcos para explicar la necesidad de las radiografías dentales, que se tomarán con la misma máquina y el mismo tipo de sellito cuadrado que se introduce en la boca de los humanos. Con más dificultad para colocar el sellito en algunas partes de la boca que en otras, comienza a tomar las radiografías, que salen al instante en una monitor cercano.
Los perros tienen 42 dientes, pero a Rodney ya le había sacado dos en 2012. En general, los perros deben ir a hacerse una limpieza dental dos veces al año, como rutina preventiva, dice Marcos, quien utiliza unos espejuelos con visión aumentada para hacer la labor, que también implica verificar las encías.
Al finalizar, Melville toma su asiento, se coloca los espejuelos, acerca una mesita sobre la cual están los mismos instrumentos que usa un dentista y comienza a hacerle la limpieza con agua a presión a Rodney. Identifica sarro y busca un instrumento para sacarlo.
Termina la limpieza, le pulen los dientes con la máquina utilizada por dentistas y le ponen una sustancia que evita que el sarro se acumule. Finalizado ese lado de la boca, voltean a Rodney boca arriba, lo arropan y comienza la limpieza en los dientes de abajo.
Rodney lleva hora y media sedado, pero está a punto de finalizar. A esa hora, a Maia le colocaban el preanestésico, la entubaban y la dormían por completo para comenzar su esterilización. El procedimiento sería parecido, solo que esta vez la veterinaria, Belén, pasó un poco de trabajo en encontrar uno de los ovarios, que era minúsculo.
Minutos más tarde, Rodney está en su jaula tratando de despertar. Melville lo saca, lo abraza, lo acaricia, lo llama por su nombre y el can comienza a abrir los ojos con dificultad. Pronto estará completamente despierto.