Un buen legislador
Mucha gente pensó alguna vez que Antonio “Toñito” Silva Delgado podía alcanzar la presidencia de la Cámara de Representantes, pero las zancadillas políticas, algunas de correligionarios, no le permitieron siquiera intentarlo.
Ahora, después de 22 años como representante del Partido Nuevo Progresista (PNP) y cumplidos un año y ocho meses de su sexto término, Silva le puso punto final a su carrera legislativa.
Por mi experiencia de 40 años cubriendo la Legislatura puedo afirmar que Silva siempre hizo sus asignaciones, tanto a nivel de comisión como en el hemiciclo. De trato cortés, su oficina estaba siempre abierta a la prensa, respondía las llamadas que se le hacían y nunca reclamaba si alguna información publicada no era de su agrado.
Pero, su trayectoria prácticamente sin tacha estuvo a punto de truncarse en 2004 a causa de una denuncia presentada en su contra que no fue otra cosa que una cacería de brujas.
En marzo de 2004, el entonces director de Ética Gubernamental, Hiram Morales, un exsecretario de la Cámara, radicó en su contra una querella en forma de referido ante la Comisión cameral de Ética, cuestionando las finanzas personales de Silva a base de una auditoría de sus informes financieros de 1997 a 2002.
Fue un verdadero vía crucis para Silva, que en esos momentos sonaba como aspirante a presidir la Cámara el cuatrienio siguiente, cargo que también buscaba quien eventualmente lo consiguió: su correligionario José Aponte Hernández.
Tras múltiples comparecencias de bancos, cooperativas y hasta de familiares, la querella fue desestimada en agosto de 2004, a tiempo para que Silva pudiera buscar la reelección. Pero, ya el daño estaba hecho a su aspiración por la presidencia cameral.
El entonces director ejecutivo de la Comisión de Ética cameral, el ahora juez superior Alvin David Rivera, le entregó a fines del cuatrienio a Silva varias cajas con toda la documentación que se ventiló en el proceso y le dijo que no había evidencia legal alguna para retenerla en la Legislatura. “Allí no había nada, nada, nada”, recuerdo que fueron las palabras de Rivera.
Quizás muchos no saben que Silva nació en cuna de oro pues proviene de una familia adinerada. Él mismo me contó una vez que cuando se graduó de cuarto año, sus padres le obsequiaron un Mercedes Benz.
Pero eso no lo cambió. Siguió siendo siempre sencillo y abierto.
Tal vez esa fama de buena gente lo salvó de otra crisis en el 2010, cuando se supo que 15 años antes había colaborado con otros dirigentes penepés de Bayamón para tratar de conseguir un indulto para el confinado José Figueroa Agosto. Cuando hizo esas gestiones a petición de los padres del confinado, que eran conocidos de su familia, Figueroa Agosto no era notorio, pero en el 2010 todos lo conocían como Junior Cápsula.
A lo largo de su carrera legislativa, tanto en mayoría como en minoría, Silva estuvo acompañado prácticamente de los mismos colaboradores. Raúl Candelario, quien fue director ejecutivo de la Comisión cameral de Hacienda, estuvo hasta el cuatrienio pasado con Silva, que siempre tuvo como secretaria a Amarilis Díaz, y a Migdalia Rivera como asesora de comunicaciones.
Sobre su escritorio, a través de los años, destacaba una fotografía de su mamá, Bella Delgado, una sevillana que hacía honor a su nombre de pila y que falleció cuando él era muy joven.
Habría que preguntarse si la historia hubiera sido otra con Silva como presidente de la Cámara en el cuatrienio del “gobierno compartido” (2005-2008), con Aníbal Acevedo Vilá como gobernador y los llamados “auténticos” de Kenneth McClintock al mando en el Senado.
Hay que recordar que en dicho cuatrienio ocurrió uno de los incidentes más bochornosos en la historia de la Asamblea Legislativa, cuando el presidente cameral Aponte Hernández, un rossellista implacable, irrumpió con un grupo de correligionarios penepés en el hemiciclo senatorial para intentar darle un golpe de estado a McClintock.
¿Podrá alguien olvidar a la entonces senadora y ahora alcaldesa de Canóvanas, Lornna Soto, gritándole improperios a McClintock en pleno hemiciclo?
Al comienzo de ese cuatrienio, Aponte Hernández le quitó a Silva la jurisdicción sobre el presupuesto gubernamental para dársela al novato Ángel Pérez Otero en una comisión de nueva creación. Silva también fue despojado posteriormente de su jurisdicción sobre los donativos legislativos.
Con la salida de Silva de su escaño, pierde el PNP, pero también la Asamblea Legislativa.