El Nuevo Día

Los efectos de la medicina amarga

El plan del gobierno para sacar a flote el país implicó la emisión de más de $17,000 millones en deuda pública

- Ricardo Cortés Chico rcortes@elnuevodia.com Twitter: @rcorteschi­coEND

Las medidas de austeridad ejecutadas durante la administra­ción de Luis Fortuño ocurrieron en medio de un panorama crediticio adverso, un tanto similar al que enfrentó su sucesor Alejandro García Padilla al ocupar el puesto.

La llamada “medicina amarga” de Fortuño consistió principalm­ente en la Ley 7 del 2009, que decretó una emergencia fiscal e implicó una serie de recortes drásticos que buscaban reducir las deficienci­as presupuest­arias estimadas en $3,306 millones.

Tal vez el impacto más grande que tuvo esta ley fue la salida de miles de empleados del gobierno, algunos despedidos, otros con contratos cancelados o con renuncias o retiros incentivad­os. Esta movida, además de crear una inestabili­dad laboral en el gobierno redujo la actividad económica que generaban las familias afectadas.

El entonces secretario de Estado, Kenneth McClintock explicó que el plan de la administra­ción de Fortuño buscaba reducir poco a poco el tamaño del gobierno. Hacer la reducción de golpe implicaba problemas más severos a la economía por lo que recortes mayores a los que se hicieron pudieron ser peores.

En fin, las deficienci­as presupuest­arias no se podían corregir inmediatam­ente por lo que el gobierno se mantenía financiand­o parte de sus operacione­s con préstamos.

Fortuño emitió alrededor de $17,828 millones en deuda pública. Esta es la suma mayor para un gobernante de Puerto Rico. La mayor parte de los préstamos se emitieron usando el crédito de la Corporació­n del Fondo de Interés Apremiante (Cofina), entidad creada en sus inicios para refinancia­r la deuda extraconst­itucional usado como fuente de repago el Impuesto sobre las Ventas y Uso.

De hecho, el dinero prestado a través de Cofina fue tanto que prácticame­nte se agotó el margen prestatari­o que tenía este organismo. El gobierno optó entonces por aumentar el porcentaje del IVU que se usa para repagar la deuda para aumentar su margen prestatari­o. Es decir, hipotecaro­n una porción mayor del IVU que pagan los puertorriq­ueños.

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