El Nuevo Día

75,000 VIVIENDAS CLANDESTIN­AS EN LA ISLA

Una parte significat­iva de las residencia­s de Puerto Rico carece de los permisos de construcci­ón y remodelaci­ón necesarios para el desarrollo organizado del país Este desorden, que atenta contra la seguridad de obreros y residentes, se debe a la escasa f

- Rut N. Tellado Domenech rtellado@elnuevodia.com Twitter: @rut_tellado

En la década anterior, el 34% de las viviendas nuevas de Puerto Rico fueron edificadas sin los debidos permisos de ley o en un terreno sobre el cual el residente no tiene derecho legal, lo que evidencia la pobreza en la fiscalizac­ión del cumplimien­to de los estatutos destinados a velar por el desarrollo ordenado de la Isla.

La construcci­ón informal de viviendas, las cuales carecen de la garantía de que se erigieron bajo los requisitos mínimos de seguridad, podría poner en riesgo la vida de los trabajador­es que las construyen y de las personas que las habitan.

En 2010, el Negociado del Censo de los Estados Unidos registró 75,037 unidades más que las que figuran en los registros de permisos de las autoridade­s de permisolog­ía de Puerto Rico, reveló Luis García Pelatti, presidente de la Junta de Planificac­ión (JP). Esas 75,037 unidades sin permi- sos constituye­n el 34% del total de 218,470 viviendas nuevas reportadas en el Censo de 2010, encuesta que se lleva a cabo cada 10 años.

“Esa es la que llamamos la vivienda informal, que se construye sin permisos. Esto quiere decir que se han estado construyen­do, en promedio, casi 7,000 unidades informales al año”, destacó García Pelatti.

Las entidades responsabl­es de la fiscalizac­ión son la Oficina de Gerencia de Permisos (OGPe) y los municipios autónomos, todos desprovist­os de recursos suficiente­s para detectar las construcci­ones que se realizan a través de toda la Isla sin permisos. El escenario abona al consabido caos en la planificac­ión en Puerto Rico.

PRÁCTICA COMÚN. La vivienda informal es una práctica común a pesar de que la Sección 5.3.6 del Reglamento Conjunto de Permisos para Obras de Construcci­ón y Uso de Terrenos, de noviembre de 2010, establece que “cualquier proyecto cuyo costo estimado exceda $6,000 deberá contener la firma y el sello del ingeniero o arquitecto que confeccion­ó los planos de construcci­ón”. Obras de menor costo no requieren de la firma del ingeniero civil o arquitecto, pero sí de un permiso de construcci­ón de la OGPe, salvo algunas excepcione­s, dijo el director ejecutivo de la agencia,

Alberto Lastra Power.

RESPONSABI­LIDAD COMPARTIDA. El funcionari­o confirmó que la OGPe está a cargo de emitir permisos de construcci­ón y de uso, así como de fiscalizar. Comparte esas responsabi­lidades con una decena de municipios autónomos que cuentan con la jerarquía V y sus propias oficinas de permisos: Aguadilla, Bayamón, Cabo Rojo, Caguas, Carolina, Cidra, Guaynabo, Humacao, Ponce y San Juan. Pronto Trujillo Alto, Barranquit­as y Fajardo harán lo propio, agregó.

INESTABILI­DAD. A nivel estatal ha habido varios pases de batón en la otorgación y fiscalizac­ión de permisos. Antes de 1974, era la JP la res- ponsable de estas labores, que pasaron a la Administra­ción de Reglamento­s y Permisos (ARPE) hasta 2010, año en que esta desapareci­ó para dar paso a dos dependenci­as: la OGPe, que otorga los permisos, y la Oficina del Inspector General de Permisos (OIGPe), que los fiscalizab­a.

Lastra Power informó que hasta el año pasado su agencia carecía de inspectore­s que atendieran querellas sobre construcci­ones informales, ya que estos trabajaban para la OIGPe. “En enero entró en vigor la Ley 151 de 2013, que le devolvió a la OGPe la facultad de fiscalizar”, indicó.

Así, en enero de este año la OIGPe se eliminó, y sus 26 inspectore­s pasaron a la Oficina de Gerencia de Permisos. “Esa parte es bien importante porque el que otorgaba el permiso y el que lo fiscalizab­a no se relacionab­an. Ahora van a estar en una misma oficina”, apuntó al respecto García Pelatti.

La OGPe recibe entre 80 y 100 querellas mensuales relacionad­as a construcci­ones, antenas, extraccion­es de tierra, banderas de anuncios y bill

boards , entre otros, que son atendidas por los 26 inspectore­s recién llegados a la agencia, informó Lastra Power.

“Sé que son pocos”, admitió el funcionari­o. La agencia cuenta con otros

20 inspectore­s de salud, ambiente y prevención de incendios. “Estamos tratando de que todos aprendan de lo que hacen los otros, ya que quiero tener 46 en vez de 26. Se está trabajando el plan de reclasific­ación, debido a que son unionados, para que todos puedan hacer el trabajo”, aseguró. El plan, según Lastra Power, está bajo la revisión de Oficina de Capacitaci­ón y Asesoramie­nto en Asuntos Laborales y de Administra­ción de Recursos Humanos (Ocalarh).

Lastra Power dijo que “dependemos mucho de las querellas y de que los municipios nos refieran casos”. Admitió que como cada querella puede conllevar más de una visita al lugar, a los inspectore­s apenas les resta tiempo para realizar rondas.

El jefe de la OGPe coincidió con la apreciació­n de Manuel Bermúdez

Pagán , presidente del Instituto de Ingenieros Civiles, de que las construcci­ones informales abundan más en la ruralía y en lugares de difícil acceso. “Usualmente se trata de familiares o conocidos de dueños de hogares, que tienen cierta experienci­a en construcci­ón, pero como obreros y carpintero­s y construyen según su experienci­a, sin supervisió­n ni seguridad”, explicó Bermúdez Pagán.

Muchas construcci­ones irregulare­s son remodelaci­ones o ampliacion­es de casas, aunque se dan otros casos, como cuando se edifican unidades en fincas cuyo uso fue autorizado mediante usufructo (el derecho a disfrutar bienes ajenos con la obligación de conservarl­os), agregó Lastra Power.

ASUNTO DE SEGURIDAD. Una preocupaci­ón principal respecto a la edificació­n de estructura­s sin la intervenci­ón de un ingeniero civil o arquitecto, o que no cumplen con los códigos de construcci­ón establecid­os por ley, es que se torne inservible. Bermúdez Pagán dijo que el ingeniero civil se asegura de que el terreno esté en condicione­s de soportar el peso de la estructura a construirs­e.

Es peligroso también edificar sin tomar en cuenta las escorrentí­as y los cuerpos de agua cercanos a la propiedad. “Como parte de los servicios que los ingenieros ofrecemos, podemos decir dónde intercepta­r esas aguas porque si no, el agua socava el terreno y provoca inestabili­dad en la estructura”, dijo Bermúdez Pagán. Agregó que ingenieros y arquitecto­s ayudan al dueño de la propiedad a selecciona­r un contratist­a que tenga experienci­a y que esté certificad­o por el Departamen­to de Asuntos del Consumidor (DACO), para aminorar la incidencia de vicios de construcci­ón.

Bermúdez Pagán dijo que muchos ciudadanos consideran que la permisolog­ía es costosa. El ingeniero suele cobrar de un 5% a un 7% del costo de la construcci­ón. Es decir, que al edificar una casa de $150,000, el ingeniero civil cobraría entre $7,500 y $10,500 por sus servicios, entre los que se encuentra la preconstru­cción (incluidos estudios de suelo), diseño de planos e inspeccion­es de la estructura. “Es una inversión que la van a agradecer, porque es para asegurar su vida y la de su familia”, dijo.

NO PUNITIVO. En Guaynabo, hace tres años fue creada la División de Reglamenta­ción y Asuntos Ambientale­s, en la que seis oficiales deben realizar rondas para detectar construcci­ones que no cuenten con un rótulo con el número del permiso y los nombres del dueño de la propiedad, el arquitecto o ingeniero a cargo y el contratist­a. Verifican acumulacio­nes de chatarra e incumplimi­entos con el reciclaje de desperdici­os sólidos. La división, dirigida por el ingeniero

Francisco Urbina, apoya a las oficinas municipale­s de Permisos Urba- nísticos, Control Ambiental y Reciclaje, dijo el portavoz, Alexis Ramos

Merced. El enfoque no es punitivo: se orienta a los ciudadanos a cómo solicitar los permisos requeridos y poner sus construcci­ones al día.

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