El Nuevo Día

NO HAY MÁS DINERO

Gobierno ve limitado su acceso al crédito y se queda sin dinero para el lujo Para los políticos los votos son más importante­s que el bien común del pueblo

- Ricardo Cortés Chico rcortes@elnuevodia.com Twitter: @rcorteschi­coEND

La política económica en el primer año y medio de la administra­ción de

Alejandro García Padilla ha estado subeditada a las amenazas de las casas acreditado­ras, que en febrero de este año terminaron degradando el crédito de Puerto Rico a chatarra.

El primer obstáculo del gobierno fue el déficit estructura­l de $2,213 millones que había en el presupuest­o del año fiscal 2012-13. Una serie de medidas extraordin­arias de recaudos achicaron el déficit.

Las deficienci­as actuariale­s en los sistemas de retiro atentaban contra las finanzas del gobierno, por lo que se legislaron reformas que levantaron ronchas en múltiples sectores y desataron una avalancha de retiros en el gobierno por la reducción de beneficios que se avecinaba. Posteriorm­ente, decisiones judiciales limitaron el alcance de estas medidas.

García Padilla también le dio paso a la privatizac­ión del aeropuerto Luis Muñoz Marín. La versión era que la transacció­n era necesaria para miti- gar la deuda de la Autoridad de Puertos. También se aumentaron los impuestos para darle fuente de repago a una deuda de $2,200 millones de la Autoridad de Carreteras y Transporte. El déficit en la Autoridad de Acueductos y Alcantaril­lados (AAA) se mitigó con un aumento en las tarifas.

En el primer presupuest­o creado por esta administra­ción se impuso una patente nacional y se expandió el Impuesto sobre las Ventas y Usos (IVU) a ciertas transaccio­nes entre negocios. Aún con el aumento tributario, no se alcanzaron los recaudos que buscaba el gobierno, por lo que se tuvo que incurrir en una serie de recortes para reducir la brecha presupuest­aria.

Ante el escenario de una nueva emisión de bonos que buscaba darle liquidez al Banco Gubernamen­tal de Fomento (BGF), se produjo una degradació­n crediticia a chatarra que encareció los préstamos del gobierno y limitó el acceso del estado a los mercados de bonos. El gobierno entonces entró en un frenesí por eliminar el déficit para el año fiscal que comenzó en julio. Para eso se legisló la Ley de Sostenibil­idad Fiscal, que congeló beneficios laborales y posibilitó la renegociac­ión de contratos, entre muchos cambios para reducir el gasto.

Lo que no logró atender el gobierno fue el problema fiscal en la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), que tuvo que sentarse con sus acreedores para pedir tiempo en lo que puede pagar,

situación que desembocó en la imposición de un síndico que velará sobre la reestructu­ración de la corporació­n pública de modo que se le pueda repagar el dinero a los bonistas.

“Y todavía no hay plan de país... Yo pensaba que la degradació­n iba a provocar un diálogo... el que gane en el 2016 no sé qué va a gobernar, porque no va a haber nada más que un país quebrado”, expresó el economista

Gustavo Vélez.

EXPECTATIV­AS ELECTORALE­S. Casi todos los entrevista­dos, independie­ntemente del partido político al que se pueden asociar, coincidier­on en que gran parte del problema económico se debe a que la alternanci­a política ha creado un descontrol de quién ofrece más para lograr votos.

“Tenemos un pueblo presentist­a que espera resultados inmediatos, que no aprecia decisiones a largo plazo, que no tiene la paciencia de permitir que las cosas maduren y los partidos entonces buscan cosas que produzcan resultados inmediatos aunque sea algo dañino a mediano o largo plazo”, dijo el exsenador Kenneth

McClintock.

“Hay una urgencia en la alternanci­a en el poder que termina en quién da más por los votos y en un desarrollo cultural peligrosís­imo que piensa en qué hay para mí hoy”, describió, por su parte, el exalcalde de San Juan,

Héctor Luis Acevedo.

La rivalidad electoral ha llegado al punto que los dos partidos que se alternan en el poder no tienen ni la capacidad de delimitar aunque sea una visión básica del país a mediano o largo plazo y no quieren ceder parte de ese poder a sectores privados.

“Lo que pasa con nuestra economía es que no puede aguantar el peso de este gobierno tirano que se lo chupa todo, que lo destruye todo y que está en disposició­n de hacer solo lo que los partidos le permiten y los partidos están de acuerdo en el modelo de ellos que es depender del gobierno... Lo que hay que hacer es decirle al gobierno que se salga del medio”, opinó el economista Elías Gutiérrez.

El problema también es uno de expectativ­as. El liderato político ha vendido la idea de que es posible, bajo las condicione­s económicas actuales, que los puertorriq­ueños tengan recursos y una calidad de vida similar a la que se experiment­a en los estados ricos.

“Cuando el Ejecutivo y el Legislativ­o piensa que va a ser reelecto indefinida­mente cambia el enfoque de hacer el trabajo”, expresó el exjefe de Gerencia y Presupuest­o, Jorge Apon

te. Y esa elevada expectativ­a de calidad de vida, que no va a la par con la producción económica de Puerto Rico, lleva al debate del status, que termina siendo la tranquilla divisoria y omnipresen­te en la política.

Desde el punto de vista económico, uno de los principale­s argumentos estadistas es que con una incorporac­ión a EE.UU. se obtendrían subsidios federales muy superiores a los actuales. Los estadolibr­istas, por su parte, recalcan que las contribuci­ones federales implicaría­n una carga imposible de sobrelleva­r.

Mientras el status se resuelve, el deterioro económico sigue ante la mirada partidista de los que se alternan el poder.

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