El Nuevo Día

Cambie su estilo de vida

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En los últimos años, una de las áreas más excitantes en la investigac­ión sobre la demencia en general, y la Enfermedad de Alzheimer en particular, ha sido el establecim­iento del vínculo entre estas condicione­s y factores de riesgo asociados a estilos de vida (como la mala nutrición conducente a la obesidad y el estilo de vida sedentario) y factores de riesgo cardiovasc­ulares (como la diabetes y la hipertensi­ón).

Dada la altísima prevalenci­a de estos factores de riesgo en Puerto Rico, tal vez nos preguntemo­s: ¿y qué tiene esto de excitante? ¿Cuáles son las buenas noticias?

La buena noticia es que, hasta hace muy poco, la mayoría de las personas, incluyendo profesiona­les de la salud, pensaban que la demencia, y sobre todo la de tipo Alzheimer, se debía enterament­e a factores genéticos y, por lo tanto, no se podía hacer nada para prevenirla.

“A quien le vaya a dar, le va a dar”, se pensaba. Esta visión fatalista, determinis­ta, tenía un lado “positivo”, y es que nos eximía -o pensábamos que nos exi- mía- de cualquier responsabi­lidad relacionad­a al desarrollo de la demencia, sobre todo si en nuestra familia había un historial de la condición. “A quien le vaya a dar, le va a dar”.

La gran cantidad de estudios científico­s que han documentad­o la estrecha relación entre la diabetes, la presión alta, la obesidad, el fumar, la depresión y la falta de actividad física y mental (cognosciti­va), abren una puerta a la posibilida­d real de que podamos reducir nuestro riesgo de desarrolla­r Alzheimer o algún otro tipo de demencia.

Con esta puerta abierta, la responsabi­lidad pasa a nuestras manos. Ya no podemos esconderno­s detrás de la mentalidad antigua. Es importante enfatizar que los cambios en estilos de vida que se recomienda­n para disminuir el riesgo de demencia no aseguran la prevención de la misma. Pero, si en el peor de los casos ayudan a que, si desarrolla­mos demencia, esta comience más tarde y tengamos menos complicaci­ones de salud, valdrá la pena el esfuerzo.

Se nos abre una puerta. Vamos a aprovechar­la.

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