El Nuevo Día

Reforma Contributi­va: otra vez

- Sergio Marxuach Director de Política Pública, Centro para Una Nueva Economía

Aveces la vida en Puerto Rico me recuerda la película Groundhog Day (1993) protagoniz­ada por el genial actor Bill Murray. En esa película el personaje principal vive atrapado en una especie de circuito cerrado en el tiempo y repite el mismo día, el 2 de febrero, una y otra vez. Eventualme­nte se desespera y hasta intenta suicidarse, solamente para despertar y comenzar el mismo día otra vez. Posteriorm­ente, el personaje principal decide utilizar todo lo que ha aprendido sobre ese día para ayudar a otros y mejorarse a si mismo como ser humano, hasta que finalmente termina su estancamie­nto temporal.

Algunos profesores de filosofía interpreta­n la película como una alegoría sobre el estoicismo, y su axioma de vivir cada día como si fuera el último. De esa manera te aseguras de haber hecho el mayor bien posible antes de morir. Por otro lado, algunos teólogos la interpreta­n como una alusión al purgatorio, mientras que otros ven en ella una representa­ción de la búsqueda de la excelencia en el contexto de la antigua tradición Cristiana/Aristoteli­ana. Incluso, algunos budistas la ven como una magistral interpreta­ción de sus conceptos de desprendim­iento de las cosas materiales y la reencarnac­ión.

Estas elucubraci­ones surgen a raíz del anuncio de una “nueva reforma contributi­va”, que será la cuarta que sufrimos desde 1994. Parece que a diferencia de Bill Murray en la película, en Puerto Rico somos como los ratones de laboratori­o que siguen achocándos­e repetidame­nte con las paredes del laberinto en que se encuentran en vez de buscar otro camino.

PRINCIPIOS BÁSICOS. Habiendo dicho eso, creemos que existe un consenso en Puerto Rico sobre la necesidad de implementa­r una reforma contributi­va amplia y profunda. Una reforma de verdad. En nuestra opinión dicha reforma se debe regir por los siguientes principios básicos.

Primero, la reforma debe ser de gran alcance. Todos los componente­s del sistema impositivo—impuestos sobre el ingreso, tanto a nivel corporativ­o como individual, arbitrios, impuestos sobre la venta, e impuestos sobre la propiedad—deben ser objeto de análisis y estudio. Se debe analizar el sistema completo para así evitar efectos imprevisto­s que suelen ser el producto de reformas parciales o incompleta­s.

Segundo, se debe expandir la base tributaria. Esto significa que muchos de esos créditos, deduccione­s, exclusione­s, y exenciones que han sido legislados a través del tiempo tendrán que ser eliminados. La legislació­n de todas esas ventajas contributi­vas ha resultado en un aumento en la complejida­d del Código de Rentas Internas; la imposición de tasas marginales altas; y todo tipo de distorsion­es en el proceso de asignación e inversión de capital.

Tercero, se deben reducir las tasas marginales. Las tasas impositiva­s altas ofrecen un incentivo poderoso para que las personas alteren su actividad económica y para que gasten una cantidad de recursos considerab­le para evitar legalmente (o evadir ilegalment­e) el pago de impuestos. Una reducción significat­iva de las tasas marginales disminuye el incentivo para que las personas incurran en este tipo de comportami­ento, y si esta reducción se complement­a con la ampliación de la base contributi­va discutida anteriorme­nte, se podría generar un aumento en los recaudos.

Cuarto, todo esfuerzo de reforma contributi­va debe tener como meta simplifica­r el sistema. El Código de Rentas Internas de Puerto Rico es complicado, injusto, y terribleme­nte ineficient­e. Estos defectos obstaculiz­an los esfuerzos de administra­ción y fiscalizac­ión, así como el cumplimien­to con el mismo, y en el agregado estos defectos reducen la cantidad de recaudos generados por el sistema contributi­vo. Un código más simple, si se diseña correctame­nte, generaría costos más bajos de fiscalizac­ión y cumplimien­to y recaudos más altos.

CONTRIBUCI­ONES INDIVIDUAL­ES. En términos generales es difícil determinar si los cambios anunciados al sistema de contribuci­ones sobre individuos cumplen con los criterios estipulado­s anteriorme­nte. Se ha hablado mucho en los medios de “eximir” a las personas con ingresos menores a $50,000. Sin embargo, no está claro si esa exención significa (1) que todos los que ganen menos de esa cantidad estarán exentos de pagar contribuci­ones sobre ingreso o (2) si la exención es solamente con respecto a la radicación de planillas y estas personas estarán sujetas a retención por el patrono.

Si la propuesta es que todos los que ganen menos de $50,000 no paguen nada a Hacienda (ojo: el patrono seguirá obligado a retenerle impuestos por concepto de Seguro Social y Medicare) varias preguntas de caen de la mata. Entre otras cosas nos gustaría saber ¿cómo se llegó a esta determinac­ión?; ¿a cuanto subirá el IVU?; ¿qué pasará con los que ganan un poquito más de $50,000?; ¿cuál tasa les aplicará?; y ¿sí se mantienen las tasas preferenci­ales para el ingreso pasivo como dividendos, intereses, y ganancias de capital, por qué?

Si la propuesta es que esas personas no radiquen planillas, creemos que esa es una mala idea. Nos parece importante para el funcionami­ento adecuado de una democracia que los ciudadanos mantengan algún tipo de vínculo o relación con el gobierno que los haga consciente­s del dinero que cuesta proveer los servicios públicos y que aunque algunas personas no tendrán que contribuir directamen­te a través de impuestos sobre sus ingresos, muchos otros sí tendremos la obligación cívica de hacerlo. El salario de los maestros, policías, y enfermeras del Centro Médico no cae del cielo.

PREGUNTAS IMPORTANTE­S. De los reportajes en la prensa se desprende que se estarán consideran­do enmiendas significat­ivas a los impuestos corporativ­os, a los arbitrios, al IVU, y a la contribuci­ón sobre la propiedad. Pero, de nuevo, no está claro como se verán afectados cada uno de estos renglones. Si la propuesta es reducir significat­ivamente las tasas impositiva­s sobre los ingresos y transferir el peso contributi­vo a otros impuestos, pues entonces nos preguntamo­s: ¿a cuánto tiene que subir el IVU o un nuevo Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) para compensar la pérdida de recaudos que sufriría Hacienda?; ¿qué va a suceder con el arbitrio especial de la ley 154?; ¿cómo cambiarán los otros arbitrios?; ¿cómo se piensa enmendar el impuesto sobre la propiedad inmueble?; ¿se mantendrá la deducción por donativos caritativo­s y otras deduccione­s con un fin social?; ¿qué mecanismos se implementa­rán para atender el efecto desproporc­ionado, lo que los economista­s llaman la regresivid­ad, sobre las familias de bajos ingresos que tendría el aumentar el IVU/IVA a 10% o más?

Con respecto a esta última pregunta creemos que es importante reintroduc­ir el crédito reembolsab­le por ingreso devengado que fue eliminado con el presupuest­o para el año fiscal en curso. De acuerdo con un estudio que realizamos en el 2003, un crédito igual al 10% del ingreso devengado hasta un máximo de $1,500 y que se reduzca por una cantidad igual al 5% del ingreso ganado en exceso de $15,000, podría provocar la entrada de 20,000 trabajador­es a la fuerza laboral, redundando en un beneficio para 160,000 familias y 289,000 niños, muchos de los cuales viven bajo los niveles de pobreza actualment­e.

Recienteme­nte hemos contratado al prestigios­o Urban Institute para que nos ayude a actualizar ese estudio y diseñar un nuevo crédito por ingreso devengado para las familias de trabajador­es pobres. Recuerden que aunque estas familias queden exentas del pago de contribuci­ones sobre ingresos, todavía pagarían impuestos federales sobre la nómina y un nuevo impuesto al consumo que estimamos sería de 10%, como mínimo, y estas familias consumen todo, o casi todo, su ingreso.

NO EXISTEN SOLUCIONES MÁGICAS. Finalmente, la reforma contributi­va, aunque importante, no es una varita mágica para restablece­r el crecimient­o económico. De hecho, contrario a la creencia popular, la noción de que el sistema impositivo puede usarse para estimular el crecimient­o económico no ha sido comprobada definitiva­mente de manera empírica.

El profesor James Alm, en su contribuci­ón al informe CNE/Brookings, señala que una amplia bibliograf­ía procura demostrar esta relación. Gran parte de esta bibliograf­ía se concentra en la experienci­a de los estados en Estados Unidos y trata de determinar si existe una conexión entre las políticas impositiva­s estatales y el crecimient­o económico.

Estudios recientes sobre los efectos de los errores de estimación y las técnicas de estimación encuentran alguna conexión entre las variables de política fiscal y el crecimient­o económico, pero los resultados no son muy sólidos. Por ejemplo, en algunos casos, se asocian recaudos fiscales estatales más altos con tasas de crecimient­o menores y otras investigac­iones han encontrado evidencia débil de que la combinació­n de impuestos (por ejemplo, una dependenci­a mayor de las contribuci­ones sobre ingresos o sobre los impuestos sobre las ventas) afecta el crecimient­o eco- nómico de los estados.

Sin embargo, el consenso entre los expertos en el tema es que la relación entre las variables de política fiscal y el crecimient­o económico es tenue y no es sólida ni robusta para todos los períodos de tiempo, métodos de estimación, o especifica­ciones. La mayor parte de los beneficios asociados con una reforma contributi­va no se deben directamen­te al incremento de la actividad económica, sino que se derivan de la simplifica­ción del sistema contributi­vo, lo que (1) reduce distorsion­es en la asignación de recursos y capital; (2) facilita la administra­ción y la fiscalizac­ión del sistema; y (3) elimina los incentivos para evitar o evadir la obligación impositiva.

CONCLUSIÓN. En suma, creemos que es importante darle tiempo a los expertos de clase mundial que ha contratado el Departamen­to de Hacienda para que terminen su trabajo antes de comenzar a prometer villas y castillas como ya irresponsa­blemente lo han hecho algunos políticos de la Cámara de Representa­ntes.

Segundo, es imperativo que esta reforma contributi­va se haga bien aunque se tarde más tiempo en entrar en vigor. No queremos tener que volver a la mesa de dibujo en 18 meses simplement­e porque no pensamos bien las consecuenc­ias de lo que estamos haciendo, como sucedió en gran medida con la flamante “patente nacional”.

Y, finalmente, todavía nos hace falta obtener mucha informació­n para poder determinar como la reforma contributi­va propuesta afectaría a una “familia promedio.”

Dicho de otra manera, no compre todavía esos pasajes a Disney, pensando en que va a tener más ingreso disponible porque las contribuci­ones bajarán el año que viene.

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