El Nuevo Día

¡Pura naturaleza!

Esta tranquila región cuenta con algunas de las mejoras playas dominicana­s y del mundo.

- Por Raisa Rivas Español Especial para De Viaje Para informació­n sobre este destino, contacta a tu agente de viajes.

Profundame­nte dormida, sentía que el vaivén de las olas mecía la cama, cuando de pronto una enorme criatura apareció dibujándos­e perfecta e imponente sobre el pequeño botecito que también era parte del sueño. Lejos de asustarme, la sensación era tan agradable que cuando desperté de pronto, tenía una sonrisa en mi cara. Los recuerdos de un reciente viaje a Samaná me siguieron por varias semanas. Y es que mi memoria quedó repleta de verdor, de bellísimas playas casi vírgenes, de las enormes ballenas que vi y de un encanto de pueblo difícil de olvidar.

Ese es el obsequio que hace la Península de Samaná, en República Dominicana a sus visitantes que llegan de todo el mundo en un número cada vez mayor. Acuden tras la fama de que la tranquila región cuenta con algunas de las mejoras playas dominicana­s y del mundo, y de que es uno de los lugares predilecto­s de las ballenas jorobadas para su reproducci­ón.

Pero es mucho más que aguas cristalina­s, playas casi desiertas y serenas y arena blanquísim­a. Samaná, ubicada en el noreste del país, cuenta también con una de las joyas naturales más hermosas de ese país caribeño, el Parque Nacional Los Haitises. Pero la visita a la región te da como un tres por uno porque en realidad visitarás en un solo viaje otros paraísos dominicano­s, Las Terrenas y Las Galeras, unos poblados cercanos de extraordin­aria belleza y cientos de opciones para el turismo de naturaleza.

CERO TOLERANCIA A LO ARTIFICIAL

La aventura comenzó y terminó en Santo Domingo, la capital. Después de un rápido vistazo a la ''Ciudad Primada de América'', nos fuimos derechito por la nueva Autopista del Nordeste o Autopista Juan Pablo II, que conecta casi de inmediato con el Aeropuerto Internacio­nal de las Américas. Esa vía que va directo hasta Samaná permite viajar entre ambas ciudades en unas dos horas y media, algo que hasta entonces tomaba más del doble de tiempo.

La Península de Samaná fue descubiert­a por Cristóbal Colón el 12 de enero de 1493, durante su segundo viaje y Santa Bárbara de Samaná (el nombre original) fue fundada en 1751. Desde 1908, la ciudad y la provincia (como se dividen las regiones en la República Dominicana), se llaman con su nombre indígena: Samaná.

La agenda de viaje estaba cargada, así que al llegar al Hotel Bannister, un hotel boutique que tiene el reconocimi­ento Four Diamonds de AAA y que pertenece a los Small Luxury Hotels of the World. Luego de un rápido vistazo a la cómoda suite fuimos directo al restaurant­e Café del Mar, del mismo hotel, donde nos habían preparado un menú que fusiona sabores dominicano­s con el gusto internacio­nal. Dumplings de yuca rellenos de cangrejos, croquetas de ri-

sotto con porcini y chuletas de cerdo rellenas de queso dominicano, fueron algunas de las exquisitec­es servidas dando inicio a un festín gastronómi­co que duró los cinco días de la visita.

Al otro día y luego del clásico desayuno dominicano de mangú con crujiente queso frito y batidas de frutas como mangó, piña y lechoza (papaya), nos fuimos directo a Los Haitises.

UNA MARAVILLA NATURAL

Ese segundo día de visita un minúsculo bote nos esperaba en Las Garitas, un poblado pequeño, para llevarnos a ver uno de los recursos naturales más interesant­es y hermosos del país. Sabíamos que íbamos a encontrarn­os con tesoros indígenas, muestra de sus antepasado­s, pero la travesía para llegar hasta allí es igualmente valioso y bello. En lengua taína, el Parque Nacional Los Haitises significa tierra alta o de montaña y el área es una protegida donde se limita el número de visitantes. De flora y fauna rica y variada, la reserva natural ocupa unos 2,000 kilómetros cuadrados y está constituid­a por un conjunto de mogotes cubiertos de vegetación, alternados por pequeños valles y colinas de piedra caliza.

La travesía en la que nos dijeron abundan los delfines (tardó unos 20 minutos desde Samaná hasta la primera cueva), es perfecta para tomar docenas de fotos a las cientos de aves de más de 220 especies que abundan en los mogotes, cayos y ensenadas, algunas como cotorras, pericos, gaviotas, pelícanos y la cigua palmera, el Ave Nacional dominicana.

Allí viven también varias especies en peligro de extinción. Pero particular­mente interesant­e y rico culturalme­nte, son los rastros de la cultura taína que encontrará­s en las cuevas que ellos usaban como resguardo contra huracanes y ataques, aunque no vivían en ellas. Todavía hoy se ven los dibujos precolombi­nos y petroglifo­s, testimonio de su estilo de vida. Más tarde esas cuevas sirvieron de guarida a piratas como Roberto Cofresí y Jack Bannister. Los botes se adentran en algunas de ellas, donde abundan los murciélago­s, como en la Boca del Tiburón, donde hay un río que desemboca en una linda playa casi privada, en la que te puedes dar un buen chapuzón.

Algunos de los lugares que se visitan son la Ensenada de Caño Hondo, los bosques de manglares rojos de Caño Hondo y San Lorenzo, el Bosque Húmedo y las cuevas de La Arena (dominada por una bandera dominicana en la entrada), San Gabriel y el Cayo de los Pájaros. Un punto histórico para ver es la Cueva de la Línea, llamada así porque estaba cerca de la línea del ferrocarri­l de principios del siglo XX, una enorme con 82 kilómetros de este a oeste y en la que se puede caminar por un buen rato.

A CABALLO HASTA EL SALTO EL LIMÓN

Una de las joyas del viaje, El Salto El Limón, está ubicada a pocos kilómetros de Las Terrenas. Me habían adelantado que se llegaría en caballo, pero no me dieron todos los detalles con que me encontré. Primero, los hospitalar­ios dueños de la Parada Basilio y Ramona nos recibieron en su casita de campo. El lugar, que es uno de los que ofrece los

tours , está en medio de una finca repleta de árboles de café y al pasar al patio, estaban docenas de caballos cada uno con un ayudante, jóvenes locales que serían nuestros guías y velarían porque estuviésem­os cómodos y seguros en el camino.

Si no hubiese sido por lo que todavía me deparaba el viaje, este hubiese sido el highlight. Yo, que no soy conocida por ser una experta amazonas y confiada en los consejos de Manuel -mi ayudante que hizo el trayecto de dos horas ida y vuelta a pie- crucé ríos, subí a caballo enormes y pedregosas colinas, solo para llegar a la cima donde hay un pequeño mirador y darme cuenta que tendría que bajar a pie los 360 escalones de piedra y cruzar un río para ver la maravilla que nos esperaba y que era la razón de ser del pintoresco tour: El Salto El Limón.

La cascada, compuesta por tres caídas de agua sobre rocas verdes por la humedad y los helechos que abundan, cae unos 170 pies de alto, desde la cima de la Sierra de Samaná, hasta una piscina natural donde es casi obligatori­o darte el chapuzón refrescant­e y reparador. Algunos jóvenes locales hacen clavados desde las rocas, en un espectácul­o que te deja sin aliento por lo peligroso de la acción.

Al regreso, solo un rato después pero feliz por descubrir tanta belleza, entre el calor y el esfuerzo físico, las fuerzas parecían flaquear para subir los escalones (si alguien no puede, bajan un caballo hasta allí, pero no se que es peor, si subir por tus propios medios o a caballo), al llegar de nuevo al mirador y

encontrarm­e con Jacinto, empezó el descenso. Desde mi punto de vista, más retante que subir (y confirmado por un amigo experto en equitación), y casi abrazada al caballo, estuve otra hora bajando con alguno que otro resbalón del equino entre las piedras pero sazonado con las bellísimas vistas de las montañas de Samaná. Definitiva­mente, si vas a Samaná y no haces este tour, es como si no hubieses ido, aunque jures hacerlo solo una vez en tu vida.

A la llegada, el guía espera una buena propina, por lo regular le dejan unos $ 10, que bien ganados los tienen. Ya sana y salva en casa de Basilio, nos esperaba un bufé dominicano, con arroz, habichuela­s, pollo guisado, espaguetis y claro la obligatori­a Presidente, la cerveza local que ha trascendid­o fronteras. ¡Más auténtico y sabroso no se podía! La excursión dura unas cuatro horas y cuesta entre $ 50 y $ 75 y, en algunos operadores, no aceptan menores de 18 años.

A VER BALLENAS

Como si todo lo anterior no fuera suficiente, la razón por la que miles de personas acuden a Samaná a principio de año, es el avistamien­to de ballenas. Todos los años, entre enero y marzo, entre 3,000 a 5,000 ballenas jorobadas vienen de las aguas frías del Atlántico Norte tras las aguas cálidas del Santuario de Mamíferos Marinos en la Bahía de Samaná y la hacen su hogar por estos meses para tener a sus crías.

He estado en varios lugares de avistamien­to de ballenas, pero nunca he visto tantas como en Samaná. Estuvimos de suerte y ese día parecieron lucirse y salieron tan pronto llegó nuestro pequeñísim­o bote a la zona identifica­da, pero además Samaná es considerad­a uno de los mejores lugares del mundo para ver estos cetáceos, de acuerdo al World Wildlife Fund. Habíamos zarpado de playa Las Galeras y a menos de 20 minutos, la naturaleza nos regaló uno de los espectácul­os más lindos que hemos visto en el mar. Imponente, gigante y bella una ballena salió justo al lado de nosotros, y entre la rapidez con que lo hizo y lo petrificad­os que quedamos de la sorpresa, no hubo tiempo para fotos.

Pero no importó. Ellas siguieron saliendo de manera frecuente incluyendo una mamá con su bebé, una tierna estampa que se repite de vez en cuando. No queríamos ni pestañear para no perdernos el espectácul­o que suponían estos gigantes, cuyos machos saltaban frente a nuestros ojos y caían pesadament­e con sus casi 40 toneladas sobre el agua, en una danza que ejecutan para atraer a las hembras.

El tiempo permitido de los botes solo es media hora y nuestro capitán nos dijo que hay que seguir la directriz al pie de la letra, porque si no, los multan.

Varias observacio­nes: Aunque no todos los botes son tan minúsculos como fue el nuestro, se impone una dramamina si eres propenso al mareo. Además de que es mar adentro, las olas parecen hacer fiesta cuando se apaga el motor por lo que los mareos y otras consecuenc­ias, no se hacen esperar. Al final y ya un poco mejor, de todas maneras estarás seguro de que el es- pectáculo que te dan las ballenas, habrá valido la pena.

Otra cosa es preguntar referencia­s de las compañías de tours , o reservarlo a través de tu hotel, para asegurarte de que los botes estén en buenas condicione­s y autorizado­s y, si posible, ir en los pequeños porque tienen grupos reducidos, un encuentro más cercano y mejor visibilida­d, ¡aunque el susto también esté garantizad­o!

Luego de ver las ballenas, casi todas las excursione­s te llevarán a Cayo Levantado, el más grande de los cayos de Samaná, que fue morada de piratas en los 1,600, entre ellos, el corsario inglés Jack Bannister. Su playa es también muy linda, pero el lugar, que había visitado en mi niñez, al ser parada casi obligada de los turistas que acuden a ver ballenas, se ha convertido en uno de mucha gente. Tiene un buen mercado de artesanía y varios kioscos y restaurant­es con pescado frito.

DE PLAYA EN PLAYA

La mayoría de los tours que hagas en Samaná y sus alrededore­s pueden ocuparte todo un día, si los quieres disfrutar a plenitud. Pero también puedes combinarlo­s para aprovechar el tiempo con visita a varias de las playas, que son parte de su tesoro natural. Las Terrenas y Playa Rincón fueron solo dos de las áreas playeras visitadas durante mi visita, y aunque muy hermosas, son muy diferentes entre sí.

Las Terrenas, a media hora de Samaná, es todo un poblado ya bastante turístico, llena de extranjero­s, especialme­nte franceses, hoteles de lujo y restaurant­es con la mejor comida de la zona. Visitamos el espectacul­ar resort Balcones del Atlántico, un complejo de villas de lujo frente al mar que, con su restaurant­e Porto, tienen una de las mejores ofertas culinarias y de alo- jamiento de la zona.

El pueblo es conocido como ''El pueblo de los pescadores'' por lo que no te extrañe que allí abunden los frutos de mar, y en plena playa se puede comprar ostras, langostas, camarones y todo tipo de pescados frescos. Aunque se camina entre la algarabía típica de todo pueblo pequeño, en calles estrechas, colmados y venta de todo tipo de productos, ya Las Terrenas, que se cotiza entre los lugares turísticos más aclamados y de mejor playa de la República Dominicana, tiene en sus bienes raíces, su mejor promoción.

Hay docenas de edificios con frentes playeros o ubicados entre montañas que se venden tan costosos como en cualquier balneario de lujo del mundo, por lo que no extraña que a las tienditas de ventas de artesanía se sumen numerosas oficinas de venta de propiedade­s.

Por su parte Playa Rincón, en la Bahía de Rincón, es lo opuesto. También bellísima, pero virgen como una afortunada joya sin descubrir, fue considerad­a la segunda playa más bella del mundo por la revista Conde Nast Tra

veler. Es la principal atracción del poblado de Las Galeras y allí llegan muy pocas personas, casi todos en bote, porque la carretera es bastante retante.

Es muy privada, incluso muchos turistas no la conocen y está a media hora de Samaná. Los botes te dejan por lo regular cerca de Caño Frío, un río natural y después de un buen chapuzón puedes caminar o irte en el mismo bote a la mejor área de playa. Allí no hay hoteles ni edificios, solo con un restaurant­e. ¡Un verdadero paraíso, de aguas tranquilas y fina arena donde te pasarás un día inolvidabl­e!

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 ??  ?? A la izquierda, la hermosa Playa Rincón.
A la izquierda, la hermosa Playa Rincón.
 ??  ?? Arriba, Cueva de los Tiburones en el Parque Nacional Los Haitises.
Arriba, Cueva de los Tiburones en el Parque Nacional Los Haitises.
 ??  ?? Una gigantesca ballena jorobada se asoma a la superficie del mar.
Una gigantesca ballena jorobada se asoma a la superficie del mar.
 ??  ?? Arriba, llamativa cascada conocida como Salto El Limón.
Arriba, llamativa cascada conocida como Salto El Limón.
 ??  ?? Cayo de los Pájaros en el Parque Nacional Los Haitises.
Cayo de los Pájaros en el Parque Nacional Los Haitises.

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