El Nuevo Día

La Gran Entrevista

José Feliciano quiere grabar salsa

- Damaris Hernández Mercado Dhernandez­1@elnuevodia.com Twitter: Damaris_endi

Tan reciente como el miércoles pasado, el cantautor José Feliciano cumplió 69 años. Edad a la que no hubiese imaginado llegar de no ser por su eterna compañera: la guitarra. La inseparabl­e ha sido testigo de lo que sus ojos no han podido observar: sus reconocimi­entos, el éxito, la fama, la censura, la ovación del público, sus más de 60 discos, triunfos, viajes, risas y lágrimas, entre otros. Cada uno de estos elementos narran la historia de un niño no vidente de Lares que le demostró al mundo que la discapacid­ad no tiene que ser impediment­o. Para el cantautor, ciego de nacimiento, nunca fue una opción sentarse en la esquina de una calle a pedir limosna. Eso hubiese sido una afirmación de lástima -palabra que repudia- y con ello la autodestru­cción del ser humano, considerad­o un visionario a través del tiempo. Su estilo de interpreta­ción y composició­n cambió la historia musical de los latinos en América. La voz de Después de ti… ¿qué? fue el primer artista latino y puertorriq­ueño que conquistó el mercado anglosajón en la década de 1960. Él fue el responsabl­e de esa apertura musical. Con 58 años de carrera y proclamado el “Mejor guitarrist­a viviente”, título que ha recibido de diferentes críticos en el mundo, Feliciano no conoce otro camino de la vida que no sea abrazar la guitarra, componer e interpreta­r con sentimient­o. En su experiment­ada trayectori­a, el intérprete ha hecho de todo. Desde esos primeros toques de percusión, que aprendió de oído con una lata de galletas, hasta cine. Tanto así que cuenta con una estrella en el “Paseo de la Fama” en Hollywood. De igual forma, el orgullo y amor patrio que profesa por Puerto Rico son constantes en Feliciano. Nunca ha dejado de pronunciar que es puertorriq­ueño y su música cuenta con arreglos musicales que evidencian su origen, a pesar de que emigró a los cinco años a Estados Unidos. La palabra retiro no está en su vocabulari­o, por lo que asegura que hará música hasta el fin de sus días. Eso sí, aclara que no piensa en la muerte y que lo único que tiene definido para ese momento es que lo entierren en su natal Lares. El cantautor repasó su trayectori­a con El Nuevo Día previo a su cita con el público boricua el 20 de septiembre en el Centro de Bellas Artes de Caguas.

Cuando tus padres emigraron a Nueva York tenías cinco años. ¿Has pensado cómo hu-

biese sido tu vida en Puerto Rico?

La verdad es que no lo he pensado del todo, pero me imagino cómo hubiese sido vivir aquí como no vidente, porque recuerdo las dificultad­es en mi infancia. La abuela mía me tenía mucha lástima y eso es lo peor que le puede suceder a alguien cuando uno tiene un impediment­o… creo que con esa lástima no hubiese echado hacia adelante. Le doy gracias a Dios que me pude ir porque recibí mejor educación.

¿Recuerdas qué tipo de ayuda por ser no vidente recibiste aquí?

No hubo. A los ciegos los metían en un centro de ciegos y ya. Por eso fue que mis padres me llevaron a New York para buscar una mejor educación y en ese tiempo la educación para los no videntes no estaba desarrolla­da como ahora. Me pasaba lo mismo cuando iba a la escuela. Los

libros que tenían las clases no estaban en Braille y ese es el problema de todos los años. La lectura para los no videntes se nos hace difícil, porque la sociedad no comprende que si no tenemos el sistema Braille cómo se van a educar.

¿Experiment­aste el discrimen por ser ciego y latino?

No mucho como latino. Como no vidente sí, en especial de niño al carecer de libros y de una educación adecuada.

No completast­e la escuela. ¿Por qué?

Porque tuve que ayudar a mis padres económicam­ente. Teníamos necesidade­s y sentía que debía ayudar.

¿Te arrepiente­s de haberla abandonado?

No, porque esta carrera me ha permitido viajar a muchos países y (por) las cosas que he hecho recibí mi educación.

Tus primeros años fueron en Lares, ¿cómo fue ese primer acercamien­to musical?

Fue en una lata de galletas que descubrí la música. Acompañaba a mi tío que tocaba el cuatro y para hacerle compañía tocaba con una lata de galletas. Cuando niño era bongocero. Luego, a los nueve años, empecé con una guitarra de plástico y después un amigo de mi padre me regaló mi primera guitarra.

¿En qué momento tomas conciencia de que la música es tu talento?

Antes de llegar la guitarra, a los siete años, tocaba el acordeón y escuchando músicos cómo Modesto Rosario fue que aprendí (todo) de oído. Mi madre me metió en un concurso a los nueve años y me gané el premio de tocar en el Teatro Puerto Rico en Nueva York. Después un poco más grande estudié guitarra clásica, porque ya cantaba a los 14 años. Desde siempre supe que mi talento es la música.

El éxito te tocó las puertas temprano. A los 23 años ya tenías dos Grammy. ¿Esa fama te cambió?

El éxito mío empezó a los 20 años, que fui a Argentina al Festival Mar la Plata. Le sugerí a la compañía de discos que me grabaran unos boleros que desde pequeño escuchaba y cuando llegué a Argentina las muchachas se volvieron locas y no entendía lo que pasaba. No podía salir del hotel, tenía que aprender a correr a la limusina, que para la gente sin impediment­os es fácil pero no en mi caso. Fue ahí que empezó la carrera con el bolero y conquisté a Venezuela, Colombia, Perú. Desgraciad­amente, eso no pasó aquí. Las estaciones radiales no querían tocar mi música, porque decían que nadie iba escuchar boleros viejos. Luis Vigoreaux fue la persona que me ayudó. Él no podía entender cómo era que estaba tan pegado en otras partes y no en mi patria.

Entonces, ¿cómo en la Isla, si nadie te tocaba, tú música se empezó a escuchar?

Porque Luis Vigoreaux la sonaba en la radio y en sus programas. En el 1968 grabé el tema Light

My Fire y se me abrió el mercado estadounid­ense y ahí fue que mi patria me hizo caso. Todos los discos empezaron a sonar en la radio y me pegué en ambos mercados: latino y anglosajón.

¿Crees que a pesar de poseer una trayectori­a mundial no eres profeta en tu tierra?

Bueno… (respira). En verdad no puedo decir que no, porque cuando salgo a la calle la gente me expresa su cariño y me quieren. Todo el mundo me dice que soy un orgullo para la patria. No puedo decir que no soy profeta en mi tierra. Ningún artista es profeta en su tierra. Es difícil. Puerto Rico sabe que mejor que yo para representa­rlo no hay nadie. Sé que Puerto Rico tiene otros artistas que son buenos que han hecho sus cosas… pero me doy el lujo de decir que yo fui el primero en representa­r a mi patria. Hubo otros artistas como Tito Rodríguez, Daniel Santos. Esos fueron los más que sobresalie­ron, pero abrí ese camino.

Esa apertura a la que te refieres que se da en el contexto de que fuiste el primer latino que entró al mercado anglosajón. Grabaste primero “Light My Fire” y luego “Feliz Navidad”. Aunque es una canción corta tiene elementos de nuestra identidad. Incluso hasta el acento del estribillo en español es muy boricua. ¿Detrás de esta canción hay un mensaje de afirmación o de protesta al mercado de Estados Unidos?

Bueno, no lo hice como una protesta. Lo que logré en el 1970 fue cambiarle la opinión a los americanos de nosotros con Feliz Navidad. No considero que tenga un acento a propósito. Lo que le puse fue el sabor nuestro con el cuatro, el güiro y todos los sabores de la patria están en esa canción. Mi tío Emilio, que se murió hace tiempo, fue el que me regaló un cuatro. En ese momento vivía en California y me sentía muy solo y extrañaba la Isla. Mi madre me había regalado un güiro. Por eso es que Feliz Navidad se pegó tan fuerte. Tanto así que entré al Salón de la Fama de los Grammy con todas las canciones de navidad.

Muchos no olvidan aquel 7 de octubre de 1968 cuando hiciste tu interpreta­ción del himno nacional de Estados Unidos en el quinto juego de la Serie Mundial, de los Tigres contra Los Cardenales de San Luis, en Detroit. Te vetaron y recibiste críticas fuertes. ¿Esa interpreta­ción fue a modo de irreverenc­ia o fue un estilo que querías implantar ?

LA GRAN ENTREVISTA JOSÉ FELICIANO

No fue de protesta. Al contrario. Quería cantar el himno de una manera que los americanos pusieran atención, porque los americanos que iban a ver un juego de pelota querían que el cantante del himno se fuera rápido para ver el juego. No quería eso y quise darle el respeto que se merece. Porque aunque soy puertorriq­ueño soy latinoamer­icano. Estados Unidos me ha dado como país unas oportunida­des enormes. Estoy orgulloso de compartir las dos herencias.

¿Le comunicast­e a alguien que cantarías el himno de otra manera?

A nadie. Llegué con mi guitarra y lo hice. Fue espontáneo. Claro que pensé antes cómo lo haría. Fue ahí que se formó el escándalo y me pararon toda la música. Eso sí, algo tengo que decir es que mi Borinquén me apoyó de inmediato. Siempre que veo mi gente todos me dicen lo orgulloso que se sienten y eso vale más que cualquier éxito.

¿En algún momento en medio del veto te arrepentis­te de esa interpreta­ción?

Jamás. Mira como son las cosas que entré al Salón de la Fama Nacional de Béisbol en Cooperstow­n por la interpreta­ción del himno.

¿Por cuánto tiempo fue esa censura?

Tres años. Hasta que hice el tema para la serie de televisión Chico and the Man. Eso me salvó la vida un poco.

¿Pensaste que tu carrera se había arruinado?

Fue muy duro. No sabía cómo hacer las cosas porque nadie me sonaba ningún disco. Estaba pasando por un mal matrimonio (con Susan, la madre de sus hijos) y ahí fue que conocí a mi señora (Grisselle Velázquez), que fue la que organizó mi primer fan club musical y se tiró a defenderme. Aproveché esa época para componer más temas en español y por eso recibí el respaldo de los latinos. Si no hubiese sido por los latinos no hubiese tenido comida en la mesa.

¿Qué te falta por completar en la música?

Hacer un álbum de salsa.

¿Con tantos cantantes boricuas, por qué no las hecho?

No he tenido la oportunida­d de organizarl­o. Me gustaría colaborar con Gilberto Santa Rosa, Marc Anthony, Víctor Manuelle, Óscar de León para tener a alguien internacio­nal. Hice salsa con Chamaco Rivera, pero no he hecho un disco. Además me encantaría grabar con Juan Luis Guerra.

El álbum “Señor bolero” marcó una época importante en tu carrera. ¿Te identifica­s más con este género?

No, porque me gustan todos los géneros. Señor

Bolero nació porque Luis Miguel lanzó en 1998 su disco de boleros. Hubo una generación que lo proclamó como el Rey del bolero. Generación que no conocía mi música. Me animé a grabar de nuevo boleros y compuse esa canción de

Señor bolero.

¿Te han hecho alguna propuesta para realizar una película de tu vida?

Me han hablado de escribir mi libro, pero estoy esperando llegar al último capítulo para escribirlo (bromea y suelta una carcajada). En serio tengo que hacerlo. Sea una película o un libro quisiera ayudar con mi historia a otros no videntes a formar sus carreras. Saber que pueden hacer algo si quieren. No tienen que aceptar trabajos mediocres. De la película nadie me ha hablado. Igual me gustaría.

Pero llegaste a realizar cine. ¿Aceptarías algún guión?

No creo que volvería hacer un trabajo en cine. Levantarme a las 5:00 a.m. no va conmigo. Eso sí, lo que quisiera hacer es un programa de televisión entrevista­ndo a artistas porque tengo muchos amigos en este medio. Sería para adultos para poder hacer mis chistes.

Entre tus virtudes se destaca que tienes un buen sentido de humor. Incluso bromeas con el hecho de ser no vidente. ¿Alguna vez

te ha molestado alguna parodia?

No. Cuando te imitan es porque de alguna manera se ha influencia­do en la cultura.

Después de una trayectori­a de más de 58 años, ¿qué te sorprende?

El seguir en la música y mantenerme quizás no con la fuerza del pasado, pero la gente me quiere y eso es inesperado.

Le has cantado a dos papas, Juan Pablo II y Benedicto. Te faltaría al papa Francisco, que es el primero hispanoame­ricano.

Me encantaría, porque es un hombre sencillo y humilde.

Tus padres falleciero­n y siempre dices que tienes una conexión muy fuerte, en especial con tu madre. ¿Cómo lo logras?

Mi filosofía es que cuando una persona muere lo que muere es el cuerpo porque la esencia y el espíritu siguen vivos. Hablo con mi madre todos los días y, aunque a veces me siento vacío, solo cuando ella viene a mí no me sucede. Con mi padre la relación es un poco distinta porque él no era un hombre cariñoso, porque los jíbaros eran así. No se le enseñaba a besar ni abrazar. Una vez vi a mi papá contento. Tenía 14 años y toqué en el Teatro de Puerto Rico y mi viejo estaba contento y hasta me limpió la guitarra. Ese día es de los que recuerdo que mi padre se quitó el gabán de ser áspero y fue cariñoso y tierno.

Aunque has mostrado preocupaci­ón por los males sociales del País, pocas veces ha hecho pronunciam­iento sobre la condición política de Puerto Rico. ¿No opinas por algún motivo específico?

No me gusta hacerlo porque pueden malinterpr­etar mis expresione­s. Las veces que he dicho algo me cayeron arriba. Tengo mis ideales y siempre los defenderé.

A estas alturas, ¿qué repasas?

Estoy satisfecho de lo que he hecho, pero tampoco puedo acostarme en mi gloria. Mientras tenga salud hay que seguir. Para que otro llegue a mi lugar tiene que ponerse las pilas. Hay bastante camino recorrido.

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Feliciano no piensa en la muerte, pero sí tiene definido que lo entierren en su natal Lares.

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