El Nuevo Día

Histórico referéndum en Escocia

Este jueves, Escocia decide si se separa del Reino Unido mediante una votación con cuyos resultados está comprometi­do el gobierno inglés

- José A. Delgado jdelgado@elnuevodia.com Twitter: @JoseADelga­doEND

WASHINGTON.- Mientras en San Juan coquetean con procesos de status que no obligan a Washington, el gobierno británico se ha vinculado plenamente con un referéndum que, el jueves, puede generar un desenlace que no quiere: el voto del pueblo de Escocia a favor de su independen­cia.

El contraste con el caso de Puerto Rico es marcado.

Sujeto a las negociacio­nes de un posible proceso de transición, el independen­tismo escocés hace su reclamo sobre la base de una economía sólida y diversa, con reservas de petróleo, capacidad para generar fuentes de energía renovable y un producto interno bruto (PIB) que proporcion­almente les coloca entre los más altos.

Contrario al caso de Puerto Rico, la relación de Escocia con el Reino Unido no es producto de una invasión, sino de una unión voluntaria.

Antes de 1707, el año en que Escocia se integró al Reino Unido -formado también por Inglaterra, Gales e Irlan- da del Norte-, Escocia fue una monarquía independie­nte.

Su autonomía fiscal, un asunto fundamenta­l del debate, también es limitada, casi sin poder para variar la tasa tributaria que le impone el Reino Unido a sus ciudadanos.

Cuando la consulta comenzó a organizars­e en 2012, la percepción era que el “no” ganaría la votación có- modamente.

Ahora, las encuestas auguran una cerrada jornada electoral que, de una u otra forma, debe cambiar para siempre la configurac­ión del gobierno británico, que en un acto de desesperac­ión tiene a los tres partidos políticos principale­s prometiend­o, finalmente, “máxima autonomía”.

“El gobierno británico pensaba que iba a poder frenar el debate por una generación o más. Pero, también reconoció que este era un proceso inevitable”, dijo el profesor Jaime Lluch, catedrátic­o de Ciencias Políticas en la Universida­d de Puerto Rico (UPR) y autor del libro “Visions of Sovereigni­ty: Nationalis­m and Accommodat­ion in Multinatio­nal Democracie­s”.

EL CAMINO TRAZADO. Cuando en 2012 se adoptó el acuerdo a favor del referéndum, el Partido Nacionalis­ta acababa de obtener mayoría absoluta en el Parlamento de Escocia.

A diferencia del caso colonial de Puerto Rico, Escocia ha tenido representa­ción plena en el Parlamento británico. Actualment­e, ocupa 59 de los 650 escaños, una representa­ción proporcion­almente más alta que las demás regiones.

El Parlamento británico retuvo la mayoría de los poderes, pero Escocia, explicó Lluch, “tiene funciones exclusivas como educación, salud, vivienda, desarrollo económico, transporta­ción, y asuntos de derecho, tanto civil como criminal”.

Londres mantiene el control de las relaciones exteriores, seguridad, defensa e inmigració­n, además de que limita el poder fiscal de Escocia.

En Escocia, el factor que da mayor impulso a su movimiento independen­tista no es necesariam­ente su identidad cultural. “Lo económico ha sido lo más importante”, dijo Lluch, académico del programa de Democracia, Ciudadanía y Constituci­onalismo de la Universida­d de Pensilvani­a. RELACIÓN ENTRE IGUALES. Al convocar el proceso, el ministro principal escocés y líder del Partido Nacionalis­ta, Alex Salmond, afirmó que “Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte serán siempre nuestros familiares, amigos y vecinos cercanos, pero con Escocia como país independie­nte, nuestra relación será entre iguales”.

En Puerto Rico, los datos del Censo federal indican que solo una cuarta parte de la población de la Isla tiene pleno dominio del inglés. En Escocia, solo el 25% se declara plenamente escocés y la lengua mayoritari­a es el

inglés. Pero, hace cuatro décadas el 39% se considerab­a británico y ese porcentaje se ha reducido a 23%.

“El nacionalis­mo en Escocia no es el de un país colonial ni de un país explotado por la metrópoli”, consideró el profesor Juan Manuel Carrión, experto en asuntos de nacionalis­mo y catedrátic­o de la Facultad de Ciencias Sociales de la UPR.

A pesar del interés que han mostrado en mantener la ciudadanía estadounid­ense, en Puerto Rico su apego al español y la identifica­ción étnica marcan diferencia­s de identidad fundamenta­les con Estados Unidos, agregó el profesor Carrión.

Con una población de 5.3 millones de personas, en Escocia viven 500,000 personas nacidas en Inglaterra que pueden decidir el referéndum. Unos 800,000 escoceses, que no podrán votar el jueves, viven en Inglaterra.

ESTRUCTURA POLÍTICA. Para Lluch, los contrastes entre los casos de Escocia, Puerto Rico y Cataluña, parten de la estructura política y constituci­onal de cada metrópoli.

Por ejemplo, el Reino Unido fue concebido como un estado nación, no como una nación estado. Nunca han objetado la diversidad nacional.

En Estados Unidos uno de sus lemas es “de muchos, uno”. “EE.UU. es una federación, que es la quintaesen­cia de una nación estado, contrario a Canadá y Bélgica, que son federacion­es multinacio­nales”, agregó Lluch.

Hay áreas grises dentro del proyecto independen­tista escocés, pues quie- ren mantener el reconocimi­ento -simbólico- de la reina de Inglaterra como la jefa de Estado de una Escocia independie­nte y el uso de la moneda oficial británica, la libra esterlina.

“Lamont perdió el primer debate por el tema de la moneda. Sería depender de otro país con respecto a su política monetaria”, afirmó el profesor Lluch, aunque advirtió que una victoria del Sí daría, entonces, paso a un proceso de transición.

La encuesta de hace una semana que abrió la posibilida­d a una victoria independen­tista levantó temores de inversioni­stas y el Royal Bank of Scotland dijo que mudará sus cuarteles generales a Londres si triunfa el Sí.

Con la idea de frenar el avance del independen­tismo, los tres partidos principale­s británicos prometiero­n a Escocia el 100% de autonomía si votan “No” el jueves.. El sondeo del viernes de la encuestado­ra You-Gov otorga ahora al No una ventaja de 4%.

La historia de las relaciones coloniales entre Puerto Rico y Estados Unidos apunta a un desinterés marcado del Congreso por resolver el status territoria­l de la isla.

Mientras en Escocia el referéndum es vinculante y ofrece un cambio de status, el Congreso nunca se ha comprometi­do a acatar los resultados de un plebiscito que le ofrezca a Puerto Rico la estadidad o la independen­cia.

EL EFECTO. Escocia difícilmen­te cambie el ánimo en Washington.

“No se va a crear un efecto dominó por otras regiones inmediatam­ente”, advirtió Alejandro Sánchez, experto del Concilio de Asuntos Hemisféric­os (COHA).

Pero, puede tener repercusio­nes importante­s en España, donde el gobierno español no ha querido reconocer la consulta independen­tista de Cataluña del 9 de noviembre.

El excongresi­sta demócrata boricua Robert García, piensa que el caso de Escocia se examinará en Washington a través de los ojos de los empresario­s. “Las corporacio­nes estadounid­enses que hacen negocios en Escocia y Gran Bretaña informarán a sus miembros sobre cómo esto les afecta”, dijo García.

Para el presidente ejecutivo del Partido Independen­tista Puertorriq­ueño (PIP), Fernando Martín, aunque Washington prefiera mirar para otro lado, el mensaje de Escocia es que “todos los ríos nacionales conducen al mar”. “Cuando un pueblo se concibe a sí mismo como una nación distinta -subrayó el exsenador Martín-, la expresión política de esa identidad tarde o temprano va a ser la independen­cia”.

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En Escocia, contrario a Puerto Rico, el factor que más ha influido en el ánimo a favor de la autonomía es el económico y no el cultural.
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La opción del Sí ha ido ganando terreno desde que la votación escosesa fue propuesta en 2012.

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