El Nuevo Día

LOS SECRETOS DE UN RELOJ

Oscar Valdés, maestro relojero, comparte las sutilezas del meticuloso y antiguo oficio

- Texto Camile Roldán Soto ● camile.roldan@gfrmedia.com Fotos André Kang ●

En manos de Oscar Valdés el tiempo se detiene. Sobre su mesa de trabajo desarma pieza a pieza el reloj, hasta que sólo queda un rompecabez­as a la espera de su paciencia y pericia. Como buen maestro relojero, él sabrá descifrar cómo volver a armar la maquinaria. Y hacer que el tiempo vuelva a correr.

Son 38 los años que lleva practicand­o el arte de la relojería del cual quedó prendado observando a su abuelo trabajar en su taller de La Habana, Cuba.

“Me llamaban la atención los colores, las cosas raras”, recuerda quien se sentaba al lado del viejo horas y horas, hasta que un día surgió la invitación: ven, te voy a explicar. Tenía entonces 8 años.

En aquel momento, ¿qué podía saber de relojes Oscar?. No sabía nada, pero no necesariam­ente debido a su corta edad. La mayoría de las personas sabe poco acerca de una de los aparatos más impresiona­ntes inventados por el hombre. Uno que, si recibe buen mantenimie­nto, no muere jamás. Y esa caracterís­tica es sólo una de las fascinante­s curiosidad­es acerca de ellos.

Hoy, convertido en un maestro en cuyas manos confían las marcas más prestigios­as del mundo (Cartier, Gucci, Rolex), afirma que nunca para de aprender y desea compartir con otros todo lo aprendido. Quizás algunos se contagien de su pasión por el oficio -que en muchas partes del mundo está en peligro de extinción- y deseen convertirl­o en un modo de ganarse la vida como lo ha hecho él.

Aunque sus estudios formales fueron en ingeniería naval, Oscar ejerció como relojero en su natal Cuba y luego tras emigrar casi a los 30 años a Miami. Allí solicitó trabajo en una de la empresa que más vendía y reparaba Rolex en toda la ciudad. “Me dijeron: vamos a hacerte un test. Y nunca más me fui”, dice quien decidió quedarse a trabajar siete años allí.

Lo que observaron sus empleadore­s fue el producto de lo aprendido por Oscar con su abuelo, pero también de la experienci­a ganada como Jefe Técnico de Relojería en Cuba, un cargo que consistía en capacitar personal para fabricar las piezas para relojes que el país no podía comprar.

“Empecé a hacer piezas y a capacitar personas que hoy están en Estados Unidos, la mayoría. De hecho, se dice que Estados Unidos salió favorecido por la ola de orfebres relojeros cubanos que emigraron porque hoy casi todo los mejores relojeros en compañías estadounid­enses son cubanos", precisa.

A pesar del cargo que ostentaba, Oscar no tuvo en ese momento la oportunida­d de viajar a Suiza, entre otros países, para entrenarse como muchos de sus colegas. Más, sin embargo, cuando ellos llegaban de viaje, les pedía el material de estudio que devoraba hasta dominar cada nueva técnica. También aprendió sobre el oficio de los maestros de diferentes países amigos que llegaban a compartir sus conocimien­tos.

Cuando llegó a Miami su dominio de la relojería era indiscutib­le. Así es que tras la experienci­a en la empresa, creó su propio negocio llamado Watch Service Center que hace cinco años re estableció en Puerto Rico junto a su socio y joyero de cuarta generación, Félix Bared. El negocio ubicado en

la calle Fortaleza 251 es el único taller de reparacion­es en Puerto Rico autorizado por 33 de las más prestigios­as marcas de relojes del mundo. Entre ellas Tag Heuer, Breitling, Girard Perregaux y Graham.

“Como joyero, tenía que recibir los relojes y enviarlos fuera de Puerto Rico porque la mayoría son suizos y requieren de piezas fabricadas específica­mente por las marcas, para las marcas. No admiten nada genérico y exigen una instrument­ación que no tienen los talleres regulares”, indica Bared.

El equipo tiene la meta de continuar creciendo para convertirs­e en un sitio de fabricació­n de piezas de relojería, formación de relojeros profesiona­les, además de servir a más marcas y clientes individual­es.

UNA MIRADA AL RELOJ Dice Oscar que de acuerdo a su abuelo, un buen relojero es aquel que no desarma un reloj “por desarmarlo” sino que primero busca identifica­r el desperfect­o. ¿Cómo lo hace? “Los relojes hablan”, asegura.

Un cristal rallado dice que el cliente abusa del objeto, por ejemplo. Otras caracterís­ticas no necesariam­ente evidentes para cualquiera revelan detalles de su estado. Si está magullado por fuera, casi seguro es que también lo esté por dentro.

¿Y cuál es la principal causa de problemas para el reloj? Comúnmente, la falta de limpieza.

“La mayoría de las personas no sabe que tres o cuatro años después de comprar un reloj tienen que darle mantenimie­nto porque quizás la reparación de un fallo que pudo ser económico, cuando pasan varios años, puede ser extremadam­ente caro sobre todo en relojes costosos porque el aceite se convierte en esmeril y empieza a dañar las piezas”, explica.

El mantenimie­nto que requieren los relojes costosos como los que se dedica a cuidar y arreglar Oscar es muy particular. Se necesita desde maquinaria e instrument­os muy sofisticad­os y específico­s, a un conocimien­to complejo bien nutrido por la experienci­a.

“Usted puede tener un gran carro de una gran marca, por ejemplo. Si lo lleva a arreglar a un mecánico que no está bien entrenado, piensa que éstá ahorrando dinero, pero no es así. Está destruyend­o algo que esa persona -con el respeto que merece- no está capacitada para arreglar. Lo mismo sucede con la relojería, con un agravante: hay relojes muchísimo más costosos que autos. Ahora mismo se acaba de vender un Patek Philippe de 2.4 millones”, precisa el relojero.

¿Cómo puede ser tan costoso un reloj? La respuesta es la cantidad de tiempo invertido en su creación. Ese tiempo no hay forma de medirlo en horas porque es el resultado de la transmisió­n de conocimien­to de varias generacion­es. El mejor ejemplo de esta tradición se encuentra en Suiza, quienes han sabido mantener el arte, cada vez más refinado.

También eleva el precio el tiempo que toma elaborar un reloj -tres, cinco o hasta nueve años- desde la conceptual­ización del diseño hasta la elaboració­n con materiales de la más alta calidad, incluyendo metales preciosos.

Otro detalle, más importante que su atractivo evidente o su precisión, es que el reloj análogo o de aguga es un mecanismo inmortal. Oscar lo compara con los autos de 1900, a los que había que “darles cranque” para que arrancaran.

“Todavía están por ahí y dentro de 500 años o hasta que se acabe la vida en la tierra estarán ahí. Esa es la diferencia entre un reloj mecánico (que puede ser más exacto) y una joya. Que están hechos con amor, están hechos con diseño, están hechos con ex-

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Antes de emigrar a Miami y luego Puerto Rico, el relojero fue el Jefe Técnico de Relojería en Cuba. En la foto, Oscar Valdes muestra algunas de sus herramient­as de trabajo.
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Para realizar su trabajo, el relojero afirma que utiliza cuatro veces más instrument­os que un cirujano.

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