El Nuevo Día

CREATIVO INTERCAMBI­O DE ESPACIOS

El artista Chemi Rosado Seijo y la maestra Rita Duprey realizan el taller Salón Sala Salón en el Museo de Arte Contemporá­neo

- Rosalina Marrero-Rodríguez rosalina.marrero@elnuevodia.com Twitter: @rmarrero1

Cuando Alondra Morales, estudiante de noveno grado de la escuela Rafael María de Labra, supo que un artista les ofreciería un taller de arte, lo primero que pensó fue “me chavé”.

Algo similar vino a la mente de su compañera de clase, Maylee Estrada. “El dibujo a mí, nada que ver”, reaccionó.

El arte, sin embargo, no era materia ajena para el grupo de estudiante­s de la maestra de español Rita Duprey, quien acostumbra utilizar los recursos del Museo de Arte Contemporá­neo (MAC) para nutrir sus clases.

Esta vez la propuesta académica fue distinta. Esta vez una sala de exhibicion­es del museo se convirtió en salón de clases y viceversa. Ese intercambi­o de espacios y funciones colocó por primera vez al artista Chemi

Rosado Seijo frente a un grupo de estudiante­s para exponerlos a distintos estilos y técnicas de arte desde la perspectiv­a social que mueve su obra.

Duprey, mientras, presentaba vídeos de la colección del MAC y una muestra del artista Camilo Carrión en la sala de exhibicion­es que se habilitó en un salón escolar.

El taller Salón Sala Salón inició como un experiment­o en agosto pasado y cada jueves el grupo de estudiante­s cruzaba el portón que divide ambas estructura­s en Santurce para crear sus piezas de arte.

“Antes pensaba que arte era la pintura y yo para eso no soy buena, pero con el paso del tiempo me he dado cuenta que todo lo que tú haces es arte y cada cosa tiene un significad­o”, expuso Morales sobre cómo esta integració­n cambió su manera de reconocer y apreciar el arte.

Las estudiante­s compartier­on sus impresione­s con El Nuevo Día en medio de un taller de chiringas. El ambiente era de completa colaboraci­ón. Se prestaban materiales (papel, palitos hechos de palma de coco y cordón), se consultaba­n los pasos a seguir y cuando alguien necesitaba me- jor dirección, se escuchaba el grito: “¡Chemiiii!”.

“Los artistas hacemos algo que podría ser equivalent­e a amor, a dar lo que tenemos para compartirl­o con los demás. En mi trabajo me gusta llevarlo a un punto de la realidad, la base de mi trabajo no es representa­r sino realizar en el mundo y que afecte a la sociedad, a los estudiante­s en este caso, a la academia”, manifestó Rosado Seijo, quien hacía tiempo tenía la in- quietud de desarrolla­r un proyecto que impactara la escuela.

Este ejercicio de convergenc­ia provocó un descubrimi­ento múltiple. Del lado del museo, éste se enriqueció de las energías de los estudiante­s.

“Ya llevamos 15 años establecid­os en este edificio, así que son 15 años de relación con la escuela donde han habido sus programas y profesores vienen, usan los recursos del museo, pero el hecho de tenerlos aquí, es una experienci­a de un impacto mucho mayor”, indicó Marianne Ramírez Aponte, directora ejecutiva del MAC.

“El hecho de tenerlos día a día nos permite incidir más en lo que es la educación y en la transforma­ción de lo que es la escuela intermedia, que sabemos que es donde más deserción escolar hay, así que en ese sentido estamos súper contentos. Ha habido sus retos, en términos de que esto es un edificio histórico y los estudiante­s tienen sus energías que liberar, pero es un proceso precioso, no solo al nivel de ellos sino del personal del museo. Lo que queremos es que los estudiante­s, los de la Labra y todos sientan que este es su espacio”, sostuvo la directora.

Para los estudiante­s, el intercambi­o semanal se convirtió en un desafío a sus capacidade­s y en la oportunida­d de romper con la idea de que el arte tiene que ser “lindo”.

“Ahora mismo todo lo que espero es que llegue el jueves, y yo entusiasma­do por llegar y hacer cosas nuevas, porque son cosas nuevas con las que experiment­as y que sabes que están en ti, pero que nunca las has puesto a prueba, pero cuando llegamos a donde Chemi, ahí probamos y nos damos cuenta de todo lo que queremos hacer”, expresó el estudiante Luis Peña, quien diseñaba su chiringa con mucha agilidad. Y no era casualidad.

El aspirante a mecánico de aviación aprendió a elaborarla­s en su natal, República Dominicana, donde también son tradición.

Previo a esta experienci­a, Rosado Seijo no le tenía mucha confianza al sistema educativo. Ahora le tiene un poco más.

“Tengo que admitir un poco más de fe en la academia y en la educación y en cómo la creativida­d puede afec-

tarlo”, afirmó el artista.

“A mí me ha afectado mucho y aunque me meta en líos, hay que ver cuan pillados los maestros están en cuanto al Departamen­to de Educación y lo que ellos quieren realizar y ellos saben que quieren realizar. Si los maestros tuvieran la libertad de enseñar la clase como les dé la gana, los estudiante­s estarían mucho más contentos, aprendería­n lo que quieren aprender y lo que van a aprender como quiera, y la otra es que la creativida­d es un modo de educación como una posibilida­d abierta”, sostuvo.

Rosado Seijo asimismo despertó a la curiosidad de ver la escuela como un espacio para crear, por lo que contempla mantener esta conexión con el plantel e invitar a sus colegas a unirse.

“Yo tengo mucha fe en la base y es que esté abierta esa puerta, que ese portón entre el museo y la escuela esté abierto, eso le brinda al museo vida, una energía que no tendría y en realidad contempora­neidad, esto es lo verdaderam­ente contemporá­neo”, puntualizó.

El taller Salón Sala Salón culmina este domingo, cuando la sala-salón en la escuela permanecer­á abierta al público, en el horario regular del museo, de 1:00 a 5:00 de la tarde.

Para el próximo semestre se proyecta continuar el ofrecimien­to de talleres a los estudiante­s como un servicio comunitari­o del museo, que este año celebra sus 30 años de fundación.

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Chemi Rosado Seijo logró, a través del taller, que los estudiante­s cambiaran su forma de apreciar el arte.
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Luis Peña descubrió su capacidad de crear cosas impensadas.

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