El Nuevo Día

Los milagros de Jacobo

- Samuel González Abogado

No soy cineasta ni crítico de teatro ni de literatura, pero para hablar del amor y de la grandeza de un ser humano no hay que ser ninguna de esas cosas, sino simplement­e identifica­rse y admirar a esa persona de quien queremos hablar.

El pasado 11 de diciembre, la Universida­d de Puerto Rico, Recinto de Rio Piedras, le otorgó un doctorado “honoris causa” a un ser humano extraordin­ario: Jacobo Morales Ramírez. La convocator­ia, académica y cultural, fue además un encuentro de grandes amigos. La presencia de don Tommy Muñiz se sintió a través de sus hijos Rafo y Pedro; una clase artística golpeada y abandonada, pero solidaria; jóvenes y no tan jóvenes, estaban allí: Elia Enid Cadilla, Rosabel Otón, Carlos Miranda, Carlos Esteban, Jerry Segarra, Diego de la Texera, Ernesto Concepción, Velda González, Pedro Adorno y tantos otros.

También acudieron a la convocator­ia mi apreciado profesor, Luis Rafael Sánchez, Mayra Santos, Ana Lydia Vega, Quique Ayoroa. Un claustro que acudió a rendirle su respeto y tributos al gran puertorriq­ueño, a un hombre de paz.

Durante el homenaje de Jacobo me transporté a mi infancia, sentado en una banqueta de madera mirando el viejo televisor Westinghou­se de imágenes en blanco y negro. Disfrutaba “Esto no tiene nombre” o “Desafiando a los genios”.

Después vino una serie que pocos comentan cuando hablan de Jacobo, pero que a mí me toco muchas veces, “Todo el año es Navidad”. Porque Jacobo siempre ha sido un milagrero para dar amor y ser solidario. Lo vimos en tus películas “Linda Sara”, “Lo que le pasó a Santiago”, “Nicolás y los demás”.

Nadie sabe cuántas veces me han tocado sus milagros.

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