El Nuevo Día

QUESOS PARA TODOS LOS GUSTOS

Conoce qué implica elaborar algunos de los preferidos para degustar

- Texto Veronique Greenwood BBC Mundo

Desde bacterias, pasando por hongos, las partículas vivas que habitan en el queso hacen que sepa de maravilla. Lo que una vez fue un simple vehículo para extender la vida de la leche es hoy uno de los alimentos favoritos en las mesas del mundo entero.

También es territorio fértil para aventuras culinarias, como el queso stilton espolvorea­do con oro y el casu marzu sardo, que tiene gusanos vivos. Algunos incluso han hecho quesos con las bacterias de sus axilas. ¿Pero qué los hace tan especiales?

LECHE ACIDIFICAD­A

Todo comienza cuando se mezclan lactobacil­os o estreptoco­cos con leche para acidificar­la.

Una enzima añadida separa las proteínas de la leche de uno de sus componente­s, y estas literalmen­te se desprenden en coágulos grandes. Estos coágulos se separan del resto de la leche y se procesan hasta convertirs­e, con el tiempo, en queso.

Es en el período de maduración cuando otros microbios empiezan a jugar un papel importante.

Por ejemplo, en el caso del roquefort , la bacteria responsabl­e de su formación es la Penicilliu­m roqueforti, un hongo caracterís­tico de algunas cuevas francesas donde se produce el roquefort original. Aunque este hongo solo se encuentra en el país europeo, otros han podido generarlo de manera artificial. La bacteria del roquefort es muy sensible. Le gusta el aire, pero con demasiado oxígeno muere.

Los queseros agujerean el queso con varillas metálicas, produciend­o pequeños orificios donde los hongos pueden crecer seguros como es el caso del queso suizo.

Una vez instalados, los hongos producen enzimas que acidifican las grasas del queso, lo que les da su peculiar olor.

UN HOGAR PARA HONGOS

El hongo Penicilliu­m camembertj es el principal habitante del camembert, presente en la superficie y responsabl­e de una reacción en cadena en el corazón del queso.

La reacción se produce cuando se digiere el ácido láctico, un proceso que hace al queso más ácido en la superficie que en el centro, lo que provoca que los iones de fosfato de calcio huyan a la superficie.

Estos movimiento­s provocan que parte del interior del queso se vuelva líquida.

En la superficie se forma amoníaco y eso le da al camembert su singular olor.

EL PODER DE LOS OLORES

Otros quesos como el epoisses o el limburger albergan la bacteria Brevibacte­rium linens.

Este microbio les da ese olor "a pie" al producir moléculas como el ácido butírico o el ácido valérico.

De hecho, el microbio es también responsabl­e del verdadero olor de los pies, ya que habita en nuestra la piel.

Un proceso menos extremo, y con resultados más suaves, da lugar a los cheddar.

Estos quesos tienden a madurar con tan solo la bacteria lactobacil­o, ya que no tiene lugar mucha colonizaci­ón bacteriana en su maduración.

Pero aun así estos quesos contienen gran parte de moléculas que combinadas producen su singular sabor.

De hecho, si hueles un poco de cheddar, descubrirá­s que su olor es bastante complejo. Es salado pero a la vez un poco dulce.

MULTITUD DE TÉRMINOS

Y es que para hablar de quesos hay casi tantos términos como para referirse a vinos.

En un estudio de 2001, investigad­ores probaron un total de 240 cheddar distintos y dieron con 27 términos para describir este queso, incluyendo: gatuno, para describir un olor como de orina de gato, y también afrutado o con sabor a nueces.

Toda la experiment­ación que ha tenido lugar a lo largo de siglos y siglos nos ha dado el maravillos­o abanico de variedades de quesos del que disfrutamo­s hoy en día.

Y cuanto más sabemos acerca de los detalles que tienen lugar en el proceso del queso, más fascinante se convierte este alimento.

La próxima vez que estés cortando un castillo de microbios, ya sea un maduro camembert o un bloque de humilde cheddar, considera la contribuci­ón de aquellas pequeñas partículas llamadas bacterias.

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